A tono con las preocupaciones y deseos de los conglomerados económicos locales y foráneos y sus múltiples editorialistas, quienes constituyen el sostén de poder del experimento anarco libertario; el presidente Javier Milei se propone avanzar en lo que en la narrativa neoliberal se denominan “reformas estructurales”, ahora actualizadas a “verdaderas reformas”. En los núcleos corporativos crece la inquietud de que no les alcance el momento político para ejecutarlas, reconociendo que tarde o temprano las consecuencias negativas del “ajuste más grande de la historia universal” comience a hacer mella en los ciudadanos que aún tienen expectativas esperanzadas y recaliente el descontento del otro sector que lo rechazó desde un comienzo.
Es que contradicciones y fragilidades le sobran a un plan económico que viene mutilando al aparato productivo, particularmente las pequeñas y medianas empresas cuyo destino está ligado al mercado interno y los ingresos de asalariados y jubilados. Como siempre la estabilidad macroeconómica tiene una fuerte dependencia de la entrada de divisas. En tal sentido la apuesta del presiente Milei es que su principal proveedor sea el FMI. En los últimos días, su directora Kristalina Georgieva hizo la de siempre, afirmó que “Argentina es uno de los casos más impresionantes de la historia reciente”. Luego vinieron las “sugerencias” que exigen ir mucho más a fondo en el modelo ultraortodoxo del presidente. Kristalina, reclama, sin ninguna aspiración de originalidad, “liberar las restricciones cambiarias”, o sea, devaluación; también “sustentabilidad al sistema jubilatorio”, es decir, reforma privatista y por último, sin anestesia, “menos subsidios para la energía y el transporte”, lo que se traduce en más tarifazos para los usuarios. En este tema crucial el FMI coincide con la Mesa de Enlace agropecuaria.
Así las cosas, el gobierno se propone enviar al Parlamento “las reformas estructurales” bajo el entendimiento de que el radicalismo deloredista ya doblado; el PRO subordinado a la hegemonía libertaria y los amigables que van y vienen; lo apoyarán.
La prioridad del gobierno nacional es la de asignar todos los recursos fiscales posibles al pago de una deuda externa que llegó a niveles insostenibles durante el macrismo, cuando fuera premiado con el crédito más grande de la historia del FMI. Por entonces, el impulsor fue el amigo de Mauricio, Donald Trump. Veremos si hará lo mismo con su nuevo amigo Javier Milei. Ya conocemos las consecuencias sociales de esas políticas: impactará negativamente en las jubilaciones, en la obra pública, en el recorte en educación y salud; en las políticas de promoción y desarrollo productivo para las Pymes, en fin, en todos los recursos que asigna el Estado nacional para garantizar derechos y desarrollar al país con una perspectiva de mejora de la vida de las mayorías.
Va de suyo que el mileísmo, con el apoyo de los medios de control cultural de la opinión pública, continuarán con su batalla cultural, que coyunturalmente se sintetiza en subordinar a toda la derecha con el fin de “derrotar para siempre al kirchnerismo”.
Esa amalgama del poder económico y mediático sostendrá la narrativa triunfalista de que lo mejor está por venir, para lo cual son necesarias las “reformas verdaderas”.
El gobierno llamó a extraordinarias, pero no incluyó el tratamiento del Presupuesto para este año, a los efectos de mantener el poder de disciplinamiento político y la discrecionalidad en la asignación de los recursos. Pretende repetir la violenta extorsión a los representantes de las provincias, mantener a sus aliados del PRO a pesar de sus disputas descarnadas, sin descartar estrategias más turbias como las que se desprenden de su alianza con senadores como Kueider y Espínola. Vale la pena una aclaración de carácter semántico: la expresión reforma se asocia a la idea de alterar lo viejo, lo conservado, producto de la reproducción del pasado. El reformismo implica remover lo viejo y generar nuevas transformaciones que respondan a renovadas necesidades y demandas de los pueblos. En conclusión: a lo que vienen es a imponer una gran contrarreforma. Ya sabemos que fueron elaboradas en los bufetes de abogados de las corporaciones, tal como sucedió con el Mega DNU 70/23, aún vigente, y del cual la Ley Bases tomó su articulado, ya sin adornos, asumiendo desembozadamente las exigencias de los grandes negocios en ciernes, cuya expresión más típica es el RIGI.
En términos de batalla cultural, a tono con el mundo que imaginan las ultraderechas políticas aliadas a los dinosaurios tecnocráticos digitales, el gobierno continuará instalando sus máximas y zonceras, inficionando odio a la sociedad, falsa meritocracia y una supremacía que exalta el triunfo de sus admirados súper millonarios, despreciando a las mayorías de trabajadores y sectores sociales empobrecidos a los que en el fondo considera, como en el siglo XIX, que son “vagos y mal entretenidos”. Desde esa lógica se desprende que los más ricos pagarán menos impuestos, y los trabajadores no podrán acceder a moratorias para jubilarse.
La narrativa triunfalista presentará la reforma laboral de precarización y explotación como propulsora del empleo; un argumento tan viejo como fracasado. Irá por la reforma al régimen previsional discriminatorio de la mujer con el propósito regresivo de extender la edad jubilatoria y también se fogoneará en base a la insolidaridad individualista, intentando liquidar el principio de reciprocidad intergeneracional. La reforma tributaria a las provincias sería “una por una” para “devolverle el federalismo, liberando su capacidad recaudatoria”, no sería otra cosa que la nación las abandone a su suerte, muy particularmente a las más débiles en sus estructuras económicas. Anuncian también una todavía no explícita reforma financiera con el propósito de tener mayor “libertad” en el uso de las reservas para pagarle al FMI y a los prestamistas de Wall Street. Todo este esquema es muy parecido a la de aquel antiquísimo presente griego, solo que ahora la panza del caballo de Troya la constituye la panacea de la libertad. Eso sí, todo se promocionará como si nunca se hubiese hecho y “es lo que falta para llegar a que todos seamos más felices”.
* Secretario General del Partido Solidario. Director del Centro Cultural de la Cooperación "Floreal Gorini"