Investigar violencias letales y desapariciones significa enfrentarse a un sistema judicial patriarcal que no indaga sobre el entorno de las víctimas y desconoce las violencias estructurales a las que están expuestas. La Colectiva de Intervención Ante las Violencias (CIAV) pone en tensión ese sistema con una metodología de investigación que tiene una mirada integral, interseccional, interdisciplinaria, antipunitivista, no binaria, que analiza el contexto, los cuerpos y los territorios.

La CIAV es un equipo formado por profesionales del campo de la antropología, la arqueología, la comunicación social y la ciencia política. Desde el año 2012 realizan trabajos de investigación e intervención en casos de violencias (institucional, de género, contra el colectivo LGTBIQ+) y búsqueda de personas en democracia aplicando técnicas y herramientas de la antropología y arqueología forense, así como protocolos nacionales e internacionales con perspectiva de géneros. Intervienen en expedientes judiciales bajo dos modalidades: la investigación mediante la revisión y el análisis de causas y el trabajo de campo, prospecciones, excavaciones, exhumaciones, con el objetivo de recuperar evidencia de interés pericial para las causas (cadáveres, restos óseos, evidencia asociada).

“La perspectiva transfeminista es un área de vacancia en las investigaciones de las violencias contemporáneas ante las que el servicio de justicia resultaba ineficaz para llevar adelante estas pesquisas a lo que se suman algunos límites metodológicos de la Antropología Forense Latinoamericana surgida en los 80 para dar respuesta a las violencias contemporáneas”, advierten desde la CIAV, integrada por Amelia Barreiro, Silvia Carlini Comerci, Andrea Gutiérrez, Evelyn Cels Manavella, Daniela Micheli, María Celeste Perosino, Nadia Soledad Rabuffetti y Belén Sandoval Ramos.

Foto: Gala Abramovich


Con una experiencia de 12 años de trabajo, que lograron plasmar en el libro titulado Impericias. Una critica feminista a la investigación de desapariciones, editado por Tinta Limón, la colectiva surgió primero bajo el nombre de Acciones Coordinadas contra la trata y en 2018 comenzaron una nueva etapa bajo la actual denominación entendiendo que: “La decisión de pasar de ser una colectiva sobre acciones de trata a intervenciones sobre violencias, viene de las reflexiones que estábamos haciendo acerca de los tantos casos investigados como trata que en realidad no lo eran, sino que derivaban de las combinaciones de violencias múltiples que desembocaban en una desaparición, muchas veces mal investigadas, abandonadas por la justicia y el Estado", aseguran.

¿Cómo incide el binarismo de género en la identificación de personas? ¿Qué límites genera?

--En el libro Impericias tenemos un capítulo específico donde damos cuenta de los límites que genera en la investigación de desapariciones y violencias letales una estructura judicial esencialmente binaria y biologicista. Nosotras venimos visibilizando los mecanismos limitados que tiene el Estado para investigar la desaparición, más cuando se trata de una persona trans. De este tipo de investigaciones y desapariciones el Estado sabe bien poco. ¿Se puede buscar, por ejemplo, a una persona no binaria en los marcos y en la lógica de un sistema de justicia patriarcal y binario? la respuesta es no. Esto lo expuso con contundencia la investigación por la desaparición de Tehuel de la Torre. Llegamos a una condena el año pasado pero la justicia sigue sin responder dónde está Tehuel. 

Son numerosos los problemas para el acceso a la justicia de personas LGBTTIQ+: el registro binario de la burocracia estatal, las leyes de protección, la falta de contextualización de las investigaciones y las metodologías de trabajo de los cuerpos forenses. El sistema de protección de las personas LGBTTIQ+ no tiene el mismo grado de desarrollo que el de las mujeres cis. Las leyes jerarquizan víctimas y modalidades de violencia. Lo mismo ocurre con los protocolos de investigación de muertes violentas que están pensados en vinculo a las violencias letales que sufren las mujeres cis y solo plantean tipologías de femicidios para estas. La burocracia estatal sólo registra femenino/masculino/x; las representaciones corporales que se utilizan en morgues son binarias; no se han desarrollado métodos específicos desde el ámbito médico legal o desde la antropología forense para la identificaciones de personas no binarias. Los problemas como marcamos son muchos.

¿Cómo incidió, por ejemplo, en la desaparición de Tehuel de la Torre?

--La desaparición de Tehuel es la primera desaparición de un varón trans que se nacionaliza, que marca la agenda de los medios y que expuso con claridad los límites que tiene el sistema de protección y de acceso a la justicia de las personas TTT.

El caso de Tehuel da cuenta de los específicos y particulares tipos de violencia que atraviesan las masculinidades trans quienes ya sólo por esta condición enfrentan de forma cotidiana invisibilizaciones sociales y políticas, así como marginaciones en los ámbitos donde se desenvuelven sus vidas. Se trata de formas de violencia que en las que se vuelve una constante la negociación de sus identidades como modo de supervivencia. La forma en que Tehuel es percibido y su identidad aceptada a lo largo del proceso de investigación es variable y reviste diversas interpretaciones lo que dificulta y obstaculiza la búsqueda. A pesar de que desde un principio de la desaparición se conoció su identidad trans, Tehuel fue alternativa y simultáneamente buscado tanto como “varón” como “mujer”: las investigaciones redundan sobre un “cadáver masculino”, a la vez que algunas entrevistas indagan sobre “una chica”, por ejemplo. Asimismo, desde nuestra experiencia recorriendo el territorio, así como en la intervención sobre el expediente, pudimos dar cuenta de cómo en la práctica se tensionaba y confundía constantemente esta identidad evidenciando las limitaciones mencionadas en la respuesta anterior en relación a la lógica binaria preestablecida y dominante

En su experiencia de investigación ¿Hay desapariciones que importan más que otras? ¿Cómo repercute en la resolución de los casos?

--El poder judicial es un órgano que trabaja desde numerosos estereotipos machistas, racistas y clasistas. Esto no es algo nuevo ni es algo que hayamos descubierto nosotras, es una denuncia histórica de los feminismos. Quienes integramos esta colectiva somos parte de ese feminismo que en la Argentina “explotó” con una fuerza imparable en 2015, con el movimiento “Ni Una Menos”. Este movimiento tiene desde sus orígenes un vínculo muy estrecho con la violencia machista, pero también con el reclamo ante la inacción del aparato estatal -en particular del poder judicial- frente a nuestras muertas, la incapacidad de construir políticas públicas con respuestas que estuvieran a la altura de la gravedad y la complejidad de las violencias que nos atraviesan a diario. No hay un acceso real a la justicia para nosotres. ¿Quién está buscando ahora a Tehuel de la Torre? ¿Dónde está Guadalupe Lucero Cialone?

La frase “el Estado es responsable” se repite una y otra vez cuando marchamos, como recordatorio y reclamo constante de la obligación que el Estado tiene de proteger, de no mirar para otro lado. Aún con el ingreso de parte del movimiento feminista al ámbito institucional, esa responsabilidad seguía lejos de saldarse y lamentablemente el futuro no es prometedor en este aspecto. Desde este reclamo nos paramos también como colectiva cuando trabajamos, haciendo hincapié en la responsabilidad que tiene el Poder Judicial, nada más y nada menos, que de garantizar justicia.

"En un sistema que construye y sostiene desigualdades, hay víctimas de primera y de segunda", aseguran desde CIAV. Foto: Gala Abramovich


Nosotras no descubrimos que la justicia se rige por normas capitalistas o que tiene sesgos patriarcales y coloniales, pero lo pudimos verificar en cada caso de violencia extrema que trabajamos: un pibe desaparece después de sufrir torturas en el destacamento policial del barrio, en la investigación judicial le intervienen el teléfono a la familia; una piba muere de un escopetazo imposible, su pareja violenta es el único testigo de todo y la causa se caratula “suicidio”; como se trabaja sobre los estereotipos de “mujer, pobre, joven” toda desaparición es trata, entonces a buscar la trafic blanca en lugar de mirar un poco al femicida que había en la casa. Es como si la venda de la Justicia se hubiera transformado y lo único que impidiera ver son las violencias que perpetúa. En un sistema que construye y sostiene desigualdades, hay víctimas de primera y de segunda, pero también hay víctimas que se caen de las categorías porque son trans, porque tienen piel marrón, porque son invisibles. Lo que fuimos construyendo como nuestra metodología de trabajo es intervenir sobre esos estereotipos dentro de los expedientes judiciales, marcar qué y cómo operan para poder desarmarlos, para transformar un número de expediente en una persona con su historia y su contexto, indispensables a la hora de entender realmente qué le pasó.

¿Qué patrones se presentan en los casos de desapariciones actuales que investigaron y en que se diferencian de las desapariciones producidas en épocas de terrorismo de Estado?

--Al finalizar la última dictadura cívico-eclesiástica-militar, en la Argentina (1976-1983) se comienza a vislumbrar el nuevo escenario donde se van a desarrollar las violencias cotidianas: si bien cesan las desapariciones y las muertes producto del plan sistemático, se observan de forma incipiente otro tipo más reticular de violencias que pueden desencadenar en nuevas prácticas de desaparición. Cuando investigamos desapariciones contemporaneas nos enfrentamos a patrones que generalmente son motivados por dinamicas delictivas como el narcotráfico o la trata de personas, crímenes de odio como el femicidio, el travesticidio y el transfemicidio, la violencia institucional, etc. En las desapariciones actuales también aparecen patrones que responden a hechos que no se encuentran ligados a acciones delictivas y tienen más que ver con el contexto socioeconómico y político de las víctimas, como las fugas de hogar o las situaciones de consumo problemático, entre otras.

Hoy, la coyuntura nos hace ver que las desapariciones -a diferencia de aquellas ocurridas durante el terrorismo de Estado- son producto de una multiplicidad de violencias que ocurren en los territorios, donde el Estado ya no es el único vector o ejecutor de la violencia, sino que opera por una “tercerización” de la misma a través de organizaciones que la capturan y la (re)interpretan, en connivencia (por acción u omisión) con él. Las violencias, que ya no son sistemáticas ni unidireccionales, tienen detrás lógicas diversas y están inmersas en ámbitos tan desiguales como complejos que nos obligan a desarrollar investigaciones que combinen metodologías de intervención desde las ciencias sociales y forenses con una perspectiva interseccional que nos ayude a comprenderlas en todas sus aristas.