MÉDIUM 6 puntos
(Oddity; Irlanda/Estados Unidos, 2024)
Dirección y guion: Damian Mc Carthy.
Duración: 98 minutos.
Intérpretes: Carolyn Bracken, Johnny French, Steve Wall, Joe Rooney.
Estreno en salas de cine.
El prólogo va directo a los bifes y anticipa un misterio a resolver. Dani (Carolyn Bracken, en uno de los dos papeles que interpreta en el film) se acomoda en su futura casa matrimonial e instala una cámara fotográfica que tomará imágenes repetidamente cada cierta cantidad de segundos, mientras su marido psiquiatra cumple el turno nocturno en una institución mental. Un llamado telefónico a la hermana prefigura algo relacionado con el Más Allá, pero nada de eso es aún del todo claro. Lo que sí resulta transparente es la llegada en la mitad de la noche de un hombre extraño, aún más extraño por su peculiar ojo de vidrio y, post títulos de apertura, que Dani fue asesinada a manos del visitante, uno de los pacientes del mencionado psiquiátrico. Así comienza Médium, genérico título local de Oddity, el segundo largometraje del irlandés Damian Mc Carthy, ejemplar del cine de terror y aledaños que no suele ser la marca distintiva de ese país europeo.
La “rareza” del título original es una figura de madera de tamaño natural que ofrece la no muy agraciada imagen de un homúnculo con la boca abierta de par en par, como si estuviera en pleno grito visceral. Quien lo lleva de paseo en un cofre es Darcy (nuevamente Bracken), la hermana gemela y ciega de Dani, obsesionada con la idea de que aquella noche fatídica esconde un secreto, que nada ocurrió como lo indican las apariencias. No es un detalle menor que Darcy regentee un local de curiosidades ligadas a las ciencias ocultas: aparentemente, se trata de una de esas personas agraciadas con el poder de comunicarse con entidades de ultratumba. Así dadas las cosas, la rubia médium se instala unos días en la casa del viejo crimen, compartiendo temporalmente el espacio con la nueva pareja de su excuñado.
Mc Carthy coquetea con el fantástico durante los dos primeros tercios del metraje, aunque sin entrar de lleno en él. Hasta que el muñecote rígido… bueno, se mueve un poquito. A partir de ese momento las cosas sí comienzan a moverse hacia un ambiente sobrenatural, al tiempo que varias escenas delimitan el accionar nada bondadoso de personajes hasta ese momento intachables. Es el viejo truco de los espectros ayudando a resolver un acontecimiento horroroso provocado por los vivos. Almas que penan precisamente por una traición cometida antes de su deceso, un recurso bien old school que el cine de horror europeo en general y el británico en particular exploraron y explotaron ampliamente en los años 60 y 70. No deja de ser cierto que la trama comienza a ponerse un tanto intrincada e incluso, por momentos, absurda, pero el manejo del ritmo y el énfasis en la creación de los climas –y no tanto en los golpes de efecto– evitan que el espectador le preste demasiada atención a esas cuestiones, al menos durante el tiempo que dura la proyección.