Pocos autores pueden narrar los conflictos pueriles como Raina Telgemeier. No importa si es un dolor de panza, la llegada de una hermana o la caída de unos dientes, la norteamericana tiene un talento extraordinario para volver interesante lo que le pasa a cualquier niño o adolescente normal de su país (y de buena parte del mundo) sin ponerse estridente ni extravagante. Esto a propósito de Sonríe, la novela gráfica que lanzó recientemente en la Argentina la Editorial Común. Sonríe construye una suerte de tríptico con Coraje y Hermanas (en el mercado local, ambos por el mismo sello). Todas autoficciones que tienen el foco puesto en momentos importantes para la vida de la autora.

En el caso de Sonríe, el relato está atravesado por unos arreglos dentales que la autora-protagonista sufre en plena pubertad tras un tropezón desafortunado. Tras el accidente, Raina debe soportar operaciones, prótesis, arreglos varios y, claro, aparatos (que igual le tocaban). Pero lo interesante no pasa por la obsesión con la salud dental que caracteriza a los norteamericanos (como bien ilustró ese icónico capítulo de Los Simpsons), si no por todo lo que se pone en juego para la protagonista a partir de la experiencia.

Es que Telgemeier utiliza los dientes como metáfora del paso a la adolescencia y el proceso de socialización que conlleva pasar a la secundaria. No es sólo “ponerse aparatos”, es enfrentar el escrutiño de sus pares, la circulación de mitos, chismes, comentarios (bien y malintencionados, pero sobre todo de estos últimos), compartir ilusiones y vergüenzas con amigas, encontrar chicos de los que gustar, y claro, ver qué pasa con su grupo de amigas. Y de paso, lidiar con los cambios ajenos, porque al cambio personal propio de la adolescencia hay que cotejarlo con el cambio de quienes rodean a Raina.

Todo este montón de cosas encuentran otra metáfora en –paradójicamente- el muy real “Terremoto de la Serie Mundial”, un sismo que afectó a San Francisco en 1989 y que no opera sólo como anécdota biográfica, sino que subraya los sacudones en la vida de Raina.

Como otros trabajos de Telgemeier, Sonríe tiene una apariencia engañosamente simple, en buena medida por su dibujo sencillo (una suerte de línea clara francobelga con menos atención a los fondos y pasada por el filtro del indie norteamericano). Y una narrativa donde siempre pasa algo pequeño que pide al lector (sobre todo a su público objetivo) seguir con el libro. Pero esa simpleza aparente esconde sensibilidad, respeto por los personajes y sutilezas narrativas: la preocupación o angustia de la madre al ver entrar a su hija lentamente en la pubertad no se explicita en ningún momento, pero está inequívocamente ahí. Lejos de la espectacularidad que consigue ventas millonarias en otros casos, a Telgemeier le funciona exactamente lo contrario. Es en esa falta de estridencia, de fuegos artificiales, donde se encuentra una de las mayores virtudes. Que su historia sea la de otros miles es exactamente lo que la puede volver memorable. Porque Telgemeier tiene un don inusual: puede hacer de cualquier anécdota, una buena historia.