La reciente tregua entre Israel y Hamas, anunciada tras intensas negociaciones, es un respiro en medio de la brutalidad que sacudió la Franja de Gaza. Sin embargo, detrás de los acuerdos y promesas de paz, existe un obstáculo en las negociaciones: el Corredor Filadelfia. Esta estrecha franja de tierra de 14 kilómetros de largo, que conecta Gaza con Egipto, se fue convirtiendo en uno de los puntos de mayor fricción en las conversaciones de alto el fuego. A pesar de su reducido tamaño —apenas 100 metros de ancho en su punto más estrecho—, esta zona fue un punto central en el extenso conflicto.

En 2005, bajo el plan de retirada israelí de Gaza, el Corredor de Filadelfia fue creado como una zona desmilitarizada, con la intención de evitar que los grupos armados, como Hamas, pudieran utilizarla para el contrabando de armas desde Egipto hacia Gaza. En ese momento, la franja debía servir como un espacio neutral en el que Israel y Egipto cooperaran para frenar el tráfico ilícito. 

Para Israel, el control de esta franja es vital, ya que la considera una línea de defensa clave para evitar que Hamas reabastezca su arsenal militar. A lo largo de los años, Israel acusó a Hamas de utilizar los túneles subterráneos que atraviesan el Corredor para introducir armas, componentes para cohetes y otros suministros militares. 

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, insistió en que mantener una presencia militar en el Corredor Filadelfia es esencial para evitar que Hamas recupere fuerza. "Si nos vamos, habrá una enorme presión diplomática sobre nosotros desde todo el mundo para que no regresemos", advirtió Netanyahu en una reciente conferencia de prensa. De hecho, el Corredor fue, en este tiempo de conflicto, uno de los puntos de desacuerdo más importantes en las negociaciones de alto el fuego mediadas por Qatar, Egipto y Estados Unidos.

El desacuerdo de Hamas y Egipto

Para Hamas, la presencia de Israel en cualquier parte de Gaza es inaceptable. La organización palestina ve el control israelí sobre el Corredor Filadelfia como una extensión de la ocupación de Gaza, lo que perpetúa la violencia y cercena la autonomía palestina. En este contexto, Hamas dejó en claro que no aceptaría ningún acuerdo que implique una presencia israelí en el Corredor y pidió una retirada total de las fuerzas israelíes de toda Gaza.

Por su parte, Egipto también está en una posición delicada. Aunque mantiene una relación diplomática con Israel, el control israelí del Corredor Filadelfia podría desestabilizar las relaciones entre ambos países. Egipto es un actor clave en la mediación de las negociaciones de paz, pero también teme que la presencia israelí en la zona ponga en peligro su seguridad nacional y su economía. 

El gobierno egipcio advirtió que cualquier alteración de la soberanía en esa zona podría generar una crisis diplomática regional, dada la importancia estratégica del Corredor para el control de los refugiados y el impacto económico de un posible colapso de las fronteras.

El Corredor: un puente que separa

El Corredor de Filadelfia no es solo una franja de tierra física, sino un símbolo de las tensiones y contradicciones fundamentales del conflicto israelí-palestino. Para Israel, es un espacio esencial para garantizar su seguridad y evitar que Hamas recupere poder militar. Para Hamas y los palestinos representa una extensión de la ocupación israelí y una amenaza para su soberanía. Y para Egipto, el Corredor es una línea divisoria entre su propia estabilidad y la presión de las potencias extranjeras, lo que lo convierte en una zona crítica para el futuro de la región.

El Corredor también es vital para la economía de Gaza. A través de los túneles que lo atraviesan, comerciantes palestinos han podido introducir productos básicos en el enclave, eludiendo el bloqueo israelí. El control de esta franja por parte de Israel amenaza con cortar esta vital vía de comercio, lo que aumentaría aún más las dificultades económicas de los palestinos en Gaza.

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