La confesión pública del actual presidente de los argentinos en la que se autoproclama “un topo que vino a destruir el Estado desde adentro” configura un delito flagrante que, en la medida en que las instituciones de la democracia no se defiendan, instaura la lógica de un Estado terrorista.

Un Estado terrorista transgrede el cuerpo de leyes que establece. Se define por el reconocimiento de una regla, pero no para someterse a ella sino para incumplirla. La excepción que refuta la norma es el lugar de la perversión por excelencia.

La última dictadura cívico-militar argentina, cínicamente autodenominada “proceso de reorganización nacional” constituyó un Estado terrorista. Tal vez no haya ejemplo más conveniente.

La política perpetrada por el Estado de excepción ha tenido un correlato a nivel de políticas económicas. En particular, me interesa hoy señalar algunas características de las tramoyas en el juego de finanzas del Estado cuyo gobierno en la actualidad está a cargo de alguien que se autoproclama su enemigo.

Diógenes, Alberdi y el ministro

Los psicoanalistas solemos enterarnos de las noticias del mundo fragmentariamente, a través de postales que nos llegan desde el diván. Hace algunas semanas, un paciente comentó que estuvo en una reunión de banqueros y gente de las finanzas en la que el único orador había sido Federico Sturzenegger. Contó que Sturzenegger dijo: “aquellos que trabajamos en la industria de las finanzas, en tanto generadores de riqueza, la única tarea que tenemos es la de hacer que la riqueza se multiplique, que produzca más riquezas”. Ambos reímos con eso de “industria de las finanzas”. Al parecer, se trata de una locución habitual entre quienes se dedican al asunto. Y prosiguió el ministro: “la relación que tenemos que tener con la ley quienes nos dedicamos a producir riquezas tiene que ser la misma de Diógenes con Alejandro Magno: pedirle que se corra para que no nos tape el sol”.

Ese mismo día googlée el nombre del ministro más Diógenes más Alejandro. Para mi sorpresa, encontré muchas entradas. Era evidente que Sturzenegger no había dicho eso solamente en la reunión de la que acababa de tener noticia, sino en muchas otras ocasiones. Azorado leí, en una de sus intervenciones, que le atribuía dicha frase a Juan B. Alberdi.

Tenía una tarea: ya que no podía creerle a Sturzenegger y dado que no recordaba haber leído esa frase en ningún texto de Alberdi, tenía que realizar una búsqueda. Al día siguiente googleo: Alberdi, Diógenes, Alejandro Magno. Para mi sorpresa, encuentro que Alberdi escribió esa frase, prácticamente tal como la citaba Sturzenegger en sus presentaciones públicas. La frase está en Sistema económico y rentístico de la confederación argentina (1858).

Luego de constatar mi ignorancia y mitigarla aunque fuera un poco, continué con la lectura del texto de Alberdi, ardua para quien no se dedica a la economía. Me di cuenta que la propuesta liberal del prócer dialoga con el contexto previo al nacimiento de la Nación.

Tanto la Constitución como Sistema económico y rentístico dialogan antagónicamente con la economía colonial y, en ese sentido, constituyen bases para el desarrollo de una Nación nueva con características soberanas y federales. Una Nación cuya condición es desprenderse del lastre que representan las trabas al crecimiento interpuestas por el régimen colonialista.

Diógenes vivía en un barril

“No excluir de esa libertad a ninguno”, eso es lo que escribe Alberdi a continuación de la referencia a Diógenes de Sínope. Esa es la parte que Sturzenegger prefiere no citar.

Agrega Alberdi que el Estado tiene la obligación de “asegurar una entera libertad al uso de las facultades productivas del hombre, no excluir de esa libertad a ninguno, lo que constituye la igualdad civil de todos los habitantes” (las cursivas están en el original).

Para que todos los habitantes del suelo argentino estemos en las mismas condiciones de igualdad para hacer uso de nuestras facultades productivas es necesario que un Estado de derecho garantice tal situación. Al respecto, me parece obvia una distinción: algunos podrán hacer uso de sus facultades productivas; otros, antes de eso y para que sea posible, necesitarán que el Estado garantice al menos ciertas bases previas para que puedan acceder a la disposición de sus facultades productivas, para poder ponerlas en juego. Esto último obedece a que nadie con necesidades básicas insatisfechas, sin acceso a educación ni salud de calidad podría estar en condiciones de competir con aquellos otros favorecidos por el azar.

La cita incompleta a la que recurre Sturzenegger como estribillo es un latiguillo que azota la espalda de los más desfavorecidos con el mismo gesto impúdico que se solazan los privilegiados, “quienes trabajan en la industria de las finanzas”.

La degradación de la frase de Alberdi evidencia dos operaciones que configuran la perversión argentina típica en lo que atañe a las finanzas en un Estado de excepción. Por un lado, el borramiento del contexto en que fue escrita en 1858: el prócer se refería a la necesidad de fundar una Nación en contra de una economía colonialista. Por otro, la repetición de la cita incompleta deja afuera aspectos inclusivos: Alberdi proclamaba la producción de riquezas para todos los habitantes del suelo argentino y que todos tuvieran las mismas posibilidades de desarrollarse.

El estribillo “libertario” del ministro de desregulación constituye una fórmula pervertida del texto fundamental de Alberdi. Su uso espurio invoca la idea de utilizar la fuerza del Estado para “acomodar” las leyes según los apetitos de los “productores de riquezas” que, según el ministro y sus secuaces, vendrían a ser los “trabajadores” de la “industria de las finanzas”.

Además, no pasemos por alto un detalle nada menor: Diógenes vivía en un barril, mientras que la canalla de hoy repite su enunciado cual cantinela desde sus escritorios de guante blanco y sus countries.

Todavía una aclaración en favor del buen uso del texto de Alberdi y en contra de la tergiversación ideológica que lo utiliza como coartada para la estafa generalizada. ¿Quiénes dirían Uds. que, según Juan B. Alberdi, son los productores de la riqueza? ¿Acaso “los trabajadores de la industria de las finanzas”? Pues no. Cito al prócer: “La riqueza es hija del trabajo, del capital y de la tierra”.

Más de un siglo y medio después, los argentinos de bien deseamos un desarrollo franco y decidido de la industria argentina, no solo de las finanzas.

La perversión argentina típica correlativa del festival de la timba financiera insiste en acomodar las leyes para que no le hagan sombra a la élite de los privilegiados de siempre.

Ojalá no se repita. Pero si esto sigue así, no sería nada raro que nos encaminemos a un nuevo endeudamiento masivo con el FMI. Resulta increíble y también ominoso, infausto déjà vu, que el agente de turno sea otra vez Caputo, perpetrador reincidente.

Deseo estar equivocado.

Martín Alomo es psicoanalista.