"Fuimos ingenuos". A nueve años de la detención que simbolizó el inicio de una campaña de persecución a líderes y dirigentes opositores, Milagro Sala resume con apenas dos palabras la sensación que la rodea frente al gobierno de Javier Milei. En una entrevista exclusiva con la 750 en La Plata, donde cumple la condena en prisión domiciliaria producto de su agravado cuadro de salud, advierte que la situación social puede estallar. "A la clase media se le va a terminar el ahorro que tiene y va a explotar. Porque el plan de ajuste no ha terminado, va a seguir y va a seguir más fuerte", enfatizó.

“Una autocrítica que me hice es en las cosas que fallamos. Fuimos ingenuos. Porque habíamos construido obras, y yo les decía a las otras organizaciones sociales que las terminen de hacer, porque Gerardo (Morales) los iba a meter presos y había que tener todo al día. Y fue todo al revés”, asegura Sala en la entrevista que le concedió a la periodista Cynthia García, donde se la observa con un cuello ortopédico. 

La líder de la Tupac Amaru debió ser intervenida en varias ocasiones producto de una trombosis que la afectó en los últimos años. Para eso, debió ser trasladada desde Jujuy -donde cumplía arresto domiciliario - a La Plata. Ese episodio, sin embargo, también fue una dura batalla legal.

A mí me costó mucho entender por qué pasé a ser una presa política. Porque no tenía la dimensión que iba a ser tan visceral. Que iba a ser tan fuerte de meterse con la familia, de destruir todo lo que se armó”, profundizó sobre este concepto de ingenuidad que la tuvo a ella como protagonista principal, siendo la primera presa política de un gobierno marcado por el lawfare, el espionaje interno y el armado de causas judiciales.

De hecho, nueve años después, la situación no cambió tanto: “Nos siguieron armando causas, con nuevos allanamientos. Pero a medida que pasa el tiempo, uno entiende que uno es una presa política. Comenzaron conmigo y siguieron con los estatales, con los pueblos originarios, persiguieron a los compañeros, les reventaban las casas”.

A lo largo de los nueve años, Sala no sólo enfrentó la persecución política y judicial, con múltiples condenas y procesos amañados, sino también a la muerte de su esposo, el periodista Raúl Noro, y de su hijo, Sergio Chorolque Sala. 

De Macri a Milei

En un análisis del presente, y también con la autocrítica a flor de piel, Sala se lamentó de la pasividad de la clase dirigencial y afirmó que de ninguna manera “culpa a los jóvenes” de no estar al activamente al frente del embate contra este nuevo gobierno neoliberal, sino que carga las tinas sobre los “viejos dirigentes” que no los supieron formar.

“No encaminamos a los jóvenes para que el futuro, cuando ya seamos más viejos, tengan la bandera de la resistencia. Y no supimos hablar de la unidad. Porque uno puede de la boca para afuera hablar de unidad, pero nunca se planteó una unidad verdadera. Era de mentira, porque en cuanto asumían ya se olvidaban del programa”, añadió en este punto.

Pero aseguró que esto no es una derrota: “Muchos dicen que Milei ganó con el 56 por ciento. Él ganó con el 36 por ciento. No ganó con la mayoría del pueblo argentino. Cada uno está cuidando su quinta ahora. Y eso daña a la política. Porque, ¿en quién van a creer? Los jubilados, los estudiantes, los desocupados, no tienen a quién votar. No saben a quién votar.”

Sala no ve una reacción de los dirigentes: “Cuando convocaron las universidades me emocioné mucho. Porque había militancia, convocatoria. Los que están fallando son los dirigentes. Yo creo que en algún momento el pueblo va a explotar. A la clase media se le va a terminar el ahorro que tiene y va a explotar. Porque el plan de ajuste no ha terminado, va a seguir y va a seguir más fuerte”.

Su salud y la esperanza de la libertad

A veces sí me pongo triste. Soy un ser humano, ¿no?”. Desde la prisión domiciliaria en La Plata, donde hace un tiempo fue operada por una trombosis venosa profunda que sufre, se permitió hablar en un tono íntimo sobre cómo lleva el día a día y su anhelo de volver a la libertad.

Me pitaron tan fuerte que algunos creían que no tenía sangre, que no tenía carne, que todo era dureza. Imaginate cuando la vida te toca lo que vos más amás. Uno puede militar cuando la familia está bien. Cuando la tenés mal, es como que te tiembla todo y tratás de buscar algún camino que te convenza de por qué tenés que seguir. Y a mí me cuesta mucho”, añadió en este sentido.

Y añadió: “Yo sigo extrañando a mi hijo, a mi familia. Porque hoy yo estoy acá con mi hija y mi nieto, pero a veces estoy sola. Estoy tomando bastantes pastillas y eso me está complicando. Yo soy una persona que nunca tomaba pastillas para nada. Y desde que me agarró la trombosis empecé con toda las pastillas. Y me pone mal”.

Finalmente, en tono emotivo, concluyó: “Yo ya perdí todo. Perdí a mi hijo. Me sacaron a mi marido. ¿Qué más voy a perder? Yo se que detrás mío, al costado mío, hay muchos compañeros que siempre me están levantando. Hoy me toca estar acá adentro. Pero organizándome. Sueño con la libertad plena. Sueño con volver al río, al monte y caminar. Charlar con los compañeros y volver a militar. Nuestro país necesita mucho militante”.