Una nena de salita de cuatro en un jardín de infantes de la periferia de Rosario le cuenta a su maestra que la mamá le pega. La mujer es agente policial, pero la docente sabe lo que tiene que hacer: la convoca, supera su miedo para iniciar la conversación. “A mí me pegaron cuando era chica y salí bien”, es la respuesta que recibe. Con las herramientas que le dio la Educación Sexual Integral, la maestra insta a romper con la tradición familiar, porque su hija tiene derecho a vivir sin violencia. “Si esto no cambia, te voy a tener que denunciar”, le plantea. La violencia cesa.