Difundir la literatura latinoamericana en los Estados Unidos no es una misión imposible. Gabriela Adamo, exdirectora de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, editora y traductora, tiene una vigorosa obsesión: trabajar en la construcción de puentes que permitan que los libros puedan circular. Desde que “las cuestiones de la vida” la llevaron a viajar frecuentemente a la ciudad de Seattle, casi al límite con Canadá, se interesó por el público lector de ese país gigante, que a veces “se presenta como hogar de una de las poblaciones latinas más grandes del mundo, pero luego ningunea o incluso maltrata gran parte de esa cultura”. Entonces junto a Mariana Gutheim, una arquitecta argentina que vive en la tierra natal de la música grunge, imaginaron el proyecto Líneas del Sur, un club de lectura por suscripción que selecciona libros escritos y publicados principalmente por editoriales independientes latinoamericanas, y los deposita en las puertas de las casas de sus socios.

Desde octubre del 2023 hasta diciembre del 2024 leyeron Acequia, del mexicano Amaury Colmenares, novela ganadora de la primera edición del premio Las Yubartas, publicada por Dum Dum Editora en Bolivia; Llamadas de Ámsterdam, del mexicano Juan Villoro, editado por la mexicana Almadía; Hecho en Saturno, de la escritora, compositora y cantante dominicana Rita Indiana, publicada por el sello chileno Banda propia; Umami, la primera novela de la mexicana Laia Jufresa, editada por Literatura Random House; los cuentos Las voladoras, de la ecuatoriana Mónica Ojeda, publicados por la editorial española Páginas de Espuma; Si las cosas fuesen como son, la primera novela de la uruguaya Gabriela Escobar editada por el sello uruguayo Criatura; Tu sombra de pájaro, la primera novela de la colombiana María del Mar Escobedo, publicada por la editorial colombiana Laguna; Nuestro mundo muerto, los cuentos de la boliviana Liliana Colanzi, editados por la editorial argentina Eterna Cadencia; La azotea, de la uruguaya Fernanda Trías, publicada por la editorial Charco Press, radicada en Edimburgo y dirigida por la argentina Carolina Orloff; y Todos se escondieron ya, del enigmático argentino que publica con el seudónimo de Yuri V, editado por el sello (y librería) marplatense El Gran Pez, entre otros.

“Estados Unidos es un país enorme, con mucha riqueza y una cultura que se considera autosuficiente -plantea Adamo-. La mayoría de sus ciudadanos sienten que tienen todo ahí, que no necesitan salir a ver qué pasa fuera de sus fronteras. Siempre hay excepciones, por supuesto, pero en general es muy difícil romper esa barrera y convencer a un lector norteamericano medio de que en otras regiones del planeta se están pensando cosas apasionantes y escribiendo historias que nos pueden ayudar a todos a cambiar la visión que tenemos del mundo. Ahí es donde queremos intervenir con Líneas del Sur”. Y por eso, agrega Adamo, buscan que América latina se cuente con sus propias voces. “Vamos combinando libros que nos movilizan -¡que nos gustan!- con temas que nos parecen relevantes (feminismos, política, naturaleza, indigenismos). Tratamos de mezclar perfiles, de combinar nombres más establecidos como el de Villoro con autores desconocidos como Yuri V (que ganó el premio El Gran Pez de Mar del Plata). Y en este momento las autoras mujeres son insoslayables: Trías, Indiana, Ojeda y todas las que elegimos son poderosísimas, tienen mucho para decir. ¿Cómo no querer que las lean allá?”.

Líneas del Sur, con altas y bajas típicas de todo plan de suscripción (mensual y anual a 25 y 250 dólares, respectivamente), tiene unos 90 socios. “Por ahora son en su mayoría inmigrantes directos y, en segundo lugar, norteamericanos que dominan el español. La segunda generación (los hijos) son un desafío complejo: en general hablan y entienden muy bien la lengua, pero prefieren leer y escribir en inglés, ya que fueron escolarizados en ese idioma. Estamos buscando formas de acercarnos a ellos también”, revela Adamo. La industria editorial estadounidense es poco proclive a publicar libros traducidos: sólo un 3% (según una estadística de la Universidad de Rochester). Ese porcentaje incluye todas las traducciones, de todos los idiomas, por lo que queda un margen exiguo para la ficción latinoamericana. “Estados Unidos es un país muy monolingüe; son poquísimos los editores que hablan un idioma más que el inglés, y eso explica mucho”, afirma la editora y traductora.

Los clubes de lecturas virtuales y presenciales vienen creciendo en los últimos años. Adamo advierte que este fenómeno de horizontalización de la lectura tiene varias razones. “Por un lado, la necesidad de orientación ante la sobreproducción: hay tantos libros nuevos que está bueno contar con alguien que te ayude a elegir y te guíe. Por el otro, la necesidad de comunidad: está bueno leer con otros, compartir impresiones, discutir, contextualizar. Son las dos cosas que priorizamos en Líneas del Sur: ayudar a nuestros lectores a descubrir libros que si no jamás verían –sobre todo, viviendo en Estados Unidos– y generar grupos de pertenencia en los que compartir esa experiencia de lectura”.