Entre un sacerdote y un empresario se entreteje el diálogo, destinado a descubrir una historia compartida, que subyace en silencio. El pleito lo interpretan Hugo Trifiró y Daniel Olmos, bajo la dirección de Christian Álvarez. La obra es Un instante sin Dios, de Daniel Dalmaroni, y podrá verse hoy y el viernes próximo a las 21 en Teatro del Rayo (Salta 2991). “Fue un proceso de mucho tiempo y ensayo; la estrenamos el año pasado, con cinco funciones a sala llena”, comenta Christian Álvarez a Rosario/12”.
“Empezamos a trabajar a partir del deseo de Hugo Trifiró, cuando vio la obra en Mar del Plata. Fue la última obra que hizo Arturo Bonin, y con dirección del propio autor, Daniel Dalmaroni. Hugo quedó encantado, con Daniel Olmos comenzaron el proceso de trabajo, y me convocaron para dirigirlos. Estuvimos trabajando durante más de un año, fueron horas y horas de ensayo, de analizar el texto y de profundizar. Es un texto que tiene muchas capas. Y es una tragedia. Para ser exacto, es la única tragedia que tiene Dalmaroni, más acostumbrado a trabajar el humor. Pero en este caso es un drama, y entre los dos actores se sacan chispas”, continúa Álvarez.
Un instante sin Dios recibió el Premio Estrella de Mar a la Mejor Dramaturgia 2020; el Premio Butaca 1 como Obra Destacada 2024 (seleccionada también en Mejor Dirección); y el Premio La Gordillo a la Mejor Obra 2024 (ternada también en Mejor Dirección).
La intensidad contenida en el diálogo y su puesta en escena, la vuelven una obra particularmente atractiva, también por lo que en ella se cifra: un empresario visita a un sacerdote de frontera y le ofrece una donación; a cambio, éste deberá confesarse con el benefactor. “Al hacer la revisión de la historia de este padre, lo que se revisa también es la historia de este país, a partir de 1976, cuando comienza la dictadura. La obra tiene la característica de un thriller, hay mucho suspenso; se habla de una cosa pero se siente que se está hablando de otra, y no se sabe bien qué está pasando. ¿A qué viene este supuesto empresario? De esta manera, comienza a aparecer el tema de lo no dicho”, explica el director.
-¿Qué aspectos tuviste en cuenta al momento de trabajar el texto con los actores?
-Cuando abordamos el trabajo, lo hice desde la soledad de estos dos personajes. El empresario está tan solo como el cura, éste es alguien que vive en el medio de la frontera, convertido en un mito pero sin pares. Son dos personas que, por distintas circunstancias, están en soledad. Pero hay algo en lo que se indaga, porque estos tipos se conocen. Dalmarino lo plantea de una manera en donde no se sabe qué va a pasar, hasta que se descubre, y es totalmente inesperado.
-¿Cómo se trabaja este suspenso?
-El texto está muy bien escrito, te va tirando distintos mojones, y te vas enganchando con una línea discursiva. Mi trabajo de dirección, fundamentalmente, tiene que ver con la dirección de actores; y en ese punto hay una profundización por acumulación, es decir, vamos por una capa y luego por otra; y eso va haciendo el sistema, en el sentido de la historización de los personajes. Es un trabajo profundo, de emociones. A partir de la mitad de la obra, los personajes están en un lugar casi sin retorno, como en toda tragedia. Y no va a terminar bien. Desde el trabajo del actor, la construcción de esas sensaciones e imágenes, a partir de lo que plantea el texto, es maravilloso. Es un texto muy inteligente.
-La temática que se aborda dialoga con la historia reciente, pero inevitablemente con el presente político.
-La obra plantea lo sucedido a partir del año ’76, e incluso antes; y lo que en realidad está en juego es aquello que no se dijo, que no se dice, y que no está resuelto. Si las cosas no se resuelven en el momento, no pueden terminar bien; como sociedad, lo sabemos y padecemos. Necesitamos años para entender qué nos pasa, y lo que pasa ahora tiene que ver con lo que no se dijo y no se juzgó. A la pata eclesiástica la tocamos muy poco, y la pata civil no se tocó. Eso está latente y de manera permanente, porque tiene que ver con el ocultamiento y el usufructo del poder. Y el poder es perverso.
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