MONÓLOGO COLECTIVO 8 puntos
(Argentina, 2024)
Dirección y guion: Jessica Sarah Rinland.
Duración: 104 minutos.
Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.
Fotógrafa, artista visual y cineasta, la argentino-británica Jessica Sarah Rinland viene construyendo una obra multidisciplinaria tan singular como rigurosa. Su lista de largometrajes y cortos ensayísticos, que siempre parten de la observación de lo real, incluyen la notable Those That, At a Distance, Resemble Another, que construye su poética a partir del registro del laborioso trabajo de restauración de objetos, reliquias y obras de arte en diversas instituciones del Reino Unido y Brasil. Pero allí el foco audiovisual no estaba puesto en la descripción general de los programas de recuperación, a la manera de un documental convencional, sino en el preciso trabajo manual de los trabajadores. Es por esa razón que el tipo de plano más recurrente sea el de las manos en plena faena, lo micro que permite lo macro. En la nueva película de Rinland, que viene de recorrer festivales como los de Locarno, Toronto y San Sebastián, hay al menos dos escenas que se hermanan literalmente con las de aquel largometraje: son los dedos de dos restauradoras las que ponen en valor las centenarias estatuas animales del exzoológico porteño (ahora llamado Ecoparque) y de algunos ejemplares de la revista publicada por esa misma institución, fundada en 1888.
De todas formas, en Monólogo colectivo –cuyo título está tomado de una frase de Jean Piaget referida a cierta instancia de la infancia– la mayoría de las manos que se ven en plano detalle, filmadas en prístino 16mm, suelen ocuparse de otras cosas: cuidar, alimentar y, en más de un caso, acariciar a los animales de diversas razas que permanecen en los otrora llamados zoológicos (la terminología ha mutado, en sintonía con los profundos cambios culturales alrededor de la exposición de las “bestias” al público) y en centros de rescate de la Argentina. De esa manera, un grupo de cuidadores, en su mayoría mujeres, acompañan a mamíferos, reptiles y aves en su vida cotidiana. Algunos están a la espera de ser devueltos a la naturaleza; otros, en cambio, no están capacitados para vivir en espacios similares a su hábitat natural, y sólo resta acompañar el resto de su existencia en cautiverio con la mejor calidad de vida posible.
Fiel a un estilo observacional puro y duro, aunque muy marcado por la impronta personal en cuanto a encuadres, montaje y diseño sonoro, Rinland deja de lado la repetición o el subrayado de discursos, agendas y problemáticas contemporáneas para concentrar la atención en el trabajo, sus dificultades y alegrías. Tampoco los deja de lado por completo y no es casual que el film comience con una celebración de Año Nuevo, con sus petardos y fuegos artificiales generando estrés y cambios de conducta en algunos animales. A lo largo de 104 minutos de gran elegancia formal (el rodaje en fílmico la aporta a las imágenes un particular estilo de cercanía realista que el más prístino digital suele, irónicamente, anular), la realizadora sigue a un grupo de mujeres y hombres de Buenos Aires, La Plata, Pilar, Corrientes y otras regiones del país mientras discuten la mejor dieta para un macaco que se resiste a comer o la disposición de las cámaras-trampa que, gracias a su imagen infrarroja, permitirán observar el comportamiento de un oso hormiguero.
Hay dos momentos particularmente potentes en Monólogo colectivo que demuestran la afilada y sensible mirada de Rinland. En una de ellas, un cuidador “conversa” con un elefante mientras le pide colaboración para sacarle un poco de sangre y limpiarle las patas, al tiempo que lo alimenta amorosamente. Los planos-detalle de las manos humanas y las partes del cuerpo del paquidermo ocupan todo el cuadro, eliminando de cuajo la posibilidad de la exposición tradicional en los zoológicos de antaño: la jaula como continente y el animal como contenido. En la otra, una especialista visita a una mona, de nombre Juanita, que claramente está transitando los últimos días de vida. Luego de que la padeciente se sube a su regazo, gracias a la lente de la cámara reconvertida en medio de transmisión de emociones, los ojos de la mujer desprenden un par lágrimas, tan sentidas como sus caricias.