Casa de muñecas

Joss Whedon

2009/2010

Joss Whedon, el creador de la versión televisiva de Buffy, la cazavampiros y eventual director de películas superheroicas, le dio forma a esta serie algo olvidada que tiene varios puntos de contacto con Severance. En la ficción existe una compañía de largo alcance que maneja globalmente varios establecimientos clandestinos llamados dollhouses (casas de muñecas). Allí, los individuos llamados “activos”, o bien “muñecas” son programados, luego de borrar su memoria original, para que una personalidad ajena cumpla una misión específica; usualmente algo ilegal como un homicidio, un robo o una estafa, pero también para que cumpla la simple función de juguete sexual. Los clientes de la corporación son usualmente gente de mucho dinero y la saga describe varios de esos operativos al tiempo que se concentra en Echo, una “activa” interpretada por Eliza Dushku que comienza lentamente a darse cuenta de que mundo no es exactamente como se lo imagina. De allí a un despertar paulatino y esforzado que, como le ocurre a los innies de Severance, no será nada sencillo. Curiosamente, la actriz nepalí Dichen Lachman, que interpreta un rol secundario pero relevante en la serie de Dan Erickson, también participó de Casa de muñecas.

¿Quieres ser John Malkovich?

Spike Jonze

1999

La ópera prima como realizador de Spike Jonze, guionista y cineasta que ha demostrado un interés muy intenso por cuestiones ligadas a la identidad y la sensación de irrealidad –casi con la misma intensidad que su colega Charlie Kaufman–, tomó por asalto la cabeza de los espectadores de todo el mundo y se convirtió, con justicia, en un verdadero clásico moderno de culto. La imposible trama encuentra a un titiritero en las malas, interpretado por John Cusack, al tiempo que comienza un nuevo y no demasiado atractivo trabajo en un edificio de Manhattan. El hecho de que esté ubicado en un piso intermedio da la pauta de lo que vendrá: el descubrimiento de una diminuta puerta que es, a su vez, un portal que conduce a la mente de John Malkovich. Cameron Diaz, Catherine Keener y, desde luego, el propio Malkovich acompañan a Cusack en un viaje surrealista que no se queda en el simple punto de partida como curiosidad absurda, elevando la apuesta del disparate controlado hasta fronteras insospechadas. Dan Erickson declaró que esta película “fue realmente formativa para mí e hizo que quisiera ser un escritor. Creo que la idea de ver un espacio familiar bajo una perspectiva que es un poco deformada y retorcida viene directamente de ¿Quieres ser John Malkovich?”.

Possessor

Brandon Cronenberg

2020

El gran cineasta canadiense David Cronenberg elaboró sus propias meditaciones sobre personalidades divididas y realidades paralelas en varios de sus largometrajes, particularmente en la algo olvidada EXistenZ. Su hijo Brandon no le va a la saga y, en su segundo largometraje, creó a Tasya Vos (Andrea Riseborough), la más particular asesina a sueldo, ya que su oficio no implica salir al ruedo físicamente sino ocupar la mente de otra persona para obligarla a cometer el acto en cuestión. Tasya es la empleada estrella de una empresa dedicada a esos menesteres, y su especialidad radica en poder “habitar” la cabeza de otra persona sin perder los estribos mentales. En otras palabra, ocupar el cuerpo de otra persona, el “anfitrión”, quien cometerá el crimen sin saberlo y, consecuentemente, pagará las consecuencias legales del caso. Relato ultraviolento –particularmente en su versión íntegra y sin cortes– y perturbador en varios niveles, Possessor pone de relieve la contracara criminal de procedimientos cercanos a la ciencia ficción como los promovidos por la empresa Lumon en Severance, aunque aquí quien está “escindido” ni siquiera firmó un contrato para que su mente sea partida en dos, aunque actúa similarmente sin consciencia alguna de sus actos.

Persona

Ingmar Bergman

1966

A priori puede parecer algo arduo ligar el clásico de Bergman con relatos sci-fi similares al de Severance, pero uno de los ejes centrales del film protagonizado por Liv Ullman y Bibi Andersson es precisamente el acercamiento y eventual fusión de dos personalidades en una sola. ¿O acaso se trata de una única persona escindida en dos desde un primer momento? Más allá de cualquier elucubración psicoanalítica, de las cuales abundaron y en grandes cantidades desde el momento de su estreno, o del tipo filosófico y existencialista, en Persona es posible hallar al Bergman más atrevido, comenzando por esa magnífica secuencia de apertura que podría perfectamente incluirse en cualquier top ten del cine experimental más puro y duro. La historia, en apariencia, es simple: en una tranquila casa de veraneo, una enfermera (Anderssson) encargada de cuidar a una actriz en estado de mudez absoluto (Ullman) comienza a sentir una potente disociación de la personalidad, cayendo en la cuenta de que está mezclándose con la de la paciente a su cuidado. Si el ser humano no es sencillamente un cuerpo o una parte de él, y la personalidad es esencial a su construcción definitiva, la dualidad es el gran, enorme tema de preocupación narrativa de Persona, su principio y su fin.