El debut cinematográfico de Michael Imperioli fue con cuatro balazos propinados por Joe Pesci en Buenos muchachos (uno en el pie y tres mortíferos en el pecho). Luego estuvo a punto de encarnar a Lucky Luciano. Más tarde, durante las seis temporadas de Los Soprano, ascendió varios escalafones como uno de los capitanes del máximo gánster del universo seriado en la TV. El sujeto que fue parte de dos auténticas biblias del género gansteril, ahora firma como productor ejecutivo y narrador de Las 5 familias: capos de la mafia. “Para los fanáticos de este tipo de historias, conocer lo que pasó en la realidad es muy atrapante. Acá mostramos de dónde viene todo esto”, dijo el actor en una conferencia de prensa de la que participó Página/12. La entrega se emitirá durante tres noches consecutivas por History desde el miércoles 29 a las 22.
Como buena parte de las producciones de la señal, Las 5 familias escarba entre la divulgación y entretenimiento, en esta ocasión, a partir de los clanes (Bonanno, Colombo, Gambino, Genovese y Lucchese) que cimentaron la mitología del capo ítaloamericano en suelo estadounidense. A través de imágenes de archivo, grabaciones de audio de los propios jefes, recreaciones y entrevistas con expertos, se accede al funcionamiento de la organización criminal más poderosa del siglo pasado. Así pasan las trayectorias de sujetos emblemáticos -y con mejores apodos- de “Lucky” Luciano, Joey “Crazy Joe” Gallo o John “Don Teflon” Gotti. Si tuviera que elegir uno, Imperioli se quedaría con Carlos “The Boss” Gambino. ¿Los motivos? “Vivió mucho tiempo en una zona de Brooklyn muy tranquila. Era de perfil bajo y de clase trabajadora. No estaba mucho en público, no llamaba mucho la atención. Logró mantenerse fuera del radar y creo que ese fue el motivo por el cual pudo mantener el poder tanto tiempo sin que lo mataran o lo metieran preso”, apunta el neoyorquino.
La miniserie, basada en el libro de investigación de Selwyn Raab, explora todo el arco de estos sindicatos con código propio. Imperioli destaca el rol de la fuente que sirvió de base para la saga. “Ahí aprendés cómo fue que evolucionó esta sociedad secreta desde Sicilia. Los migrantes que vinieron a este país superando sus propias expectativas respecto de cómo fue cambiando el poder”, seduce el narrador. El primer episodio va de su primer hit durante la época de la Ley Seca hasta la década del '50. Luego vendrá el retrato de los enfrentamientos entre la vieja guardia y los que le dieron un schiaffo a la Omertá. La conclusión será con “El Último Don”, donde se detalla los esfuerzos de las fuerzas del orden y la adaptación de las familias a un nuevo siglo. “Esta no es solamente la historia de la mafia, va en paralelo con la de Estados Unidos en el siglo XX. Y nunca me había dado cuenta hasta que empecé a trabajar en este proyecto”, explica Imperioli.
History ha sido generosa con esta clase de obras donde indagan sobre temáticas con maestros de ceremonias ligados a aquellas por sus papeles en la ficción (Grandes escapes con Morgan Freeman, Grandes misterios de la historia con Laurence Fishburne). Es más, en el horizonte aparecen un proyecto con Tom Hanks sobre la Segunda Guerra Mundial, uno de David Duchovny sobre archivos clasificados y otro con Kevin Costner sobre el Viejo Oeste. Las razones por las que ligan a Imperioli con Las 5 familias es tan elocuente como la voz rasposa de Vito Corleone . “Vi las dos primeras partes de El padrino por televisión junto a mi abuela, las emitieron en orden cronológico durante cuatro noches. Fue un gran evento televisivo. Recuerdo que había algo de esa historia con la que ella se identificaba. Nadie en su familia tenía que ver con esta saga de violencia de las cinco familias, pero desde el punto de vista cultural, ella entendía la experiencia de inmigración y lo que significaba esa asimilación cultural. Los ítaloamericanos tenemos una relación única con esto; aunque no apoyemos el delito, nos sentimos atraídos. Estamos obligados a aprender y a mirar”, dice Michael Imperioli.
-¿Cuál es la razón por las que estas historias resultan tan poderosas?
-Primero, por sus protagonistas. Son personas que viven del vicio, son violentas y criminales, operan por fuera de la ley: todo eso es seductor. Y además, los ítaloamericanos tienen un gran sentido del humor, son apuestos, se visten bien, pueden ser llamativos, aman a sus familias, aman el amor. Pero cuando contamos las historias, hablamos de su familia, de su lealtad entre ellos, sobre todo en películas como El padrino. No hay nada que se acerque a esta hermandad que sienten unos por otros. Ni las traiciones para salvar su propio pellejo. El atractivo está en esos lazos y lo que hacen para mantenerse haciendo las cosas a su modo.
-En las primeras temporadas de Los Soprano tu personaje probaba con clases de actuación. Cristopher Moltisanti tenía pasta para dedicarse al arte pero esa fibra sensible no iba muy bien con el perfil de un mafioso. Paradójicamente, esta clase de sujetos están siempre en personaje. ¿Hubo algún retratado en este documental que te llamara la atención por sus dotes interpretativas?
-John Gotti es un personaje muy interesante, porque tomó la decisión de ser muy público. Salía en la ciudad, bastante seguido, iba a restaurantes. Decidió tener una vida muy pública. Y era el jefe de la familia, pero a su vez él disfrutaba de ese rol. Eso es lo que fascinaba a mucha gente. Otro personaje que siempre me intrigó fue Joey Gallo, porque estuvo vinculado con muchos artistas del Greenwich Village. Fue amigo de Jerry Orbach, que era un actor muy bueno con el que trabajé en La ley el orden. Joey tenía una participación en la comunidad artística de Nueva York y al mismo tiempo orquestaba en una de las Cinco Familias. Es fascinante.
-Tu último proyecto ligado a Los Soprano fue el largometraje Los santos de la mafia donde, al igual que en este documental, oficiás de narrador. ¿Ves conexiones entre ambos?
-Lo interesante es que en la narración de Los santos de la mafia interpreé a Christopher Moltisanti desde el más allá, digamos: estaba muerto y le hablaba al espectador. Y esto era un punto de vista interesante. Pero acá es muy distinto, porque acá soy yo, no estoy interpretando a un personaje. Estoy acompañando la historia con mi voz. La película es de 2020, así que habían pasado más de 13 años desde que había sido Christopher Moltisanti. Fue muy especial poder “revivir” a un personaje al que le dediqué tanto y por el que se me sigue reconociendo.
-¿Nunca tuviste miedo a ser encasillado?
-Como actor, siempre tenés que estar alerta de que existe esa posibilidad de que se te encasille. En el cine independiente están mucho más dispuestos a verte desde otras perspectivas. Pero más allá de Buenos muchachos y Los Soprano, que es lo más grandioso que hice de mafia, no podemos separar el hecho de que también fueron realizados por grandes artistas como Martin Scorsese, Joe Pesci y Robert De Niro, por un lado; David Chase, James Gandolfini y Edie Falco, por el otro. Tiene que ver con su ejecución también. Uno de los motivos por los que las historias de la mafia fueron tan exitosas es porque estuvieron hechas por algunos de los artistas más grandes de la industria audiovisual.
-¿Qué novedad trajeron Los Soprano a la representación de los mafiosos?
-Exhibió a la mafia de manera más terrenal, de alguna manera. Antes se pensaba a la mafia como algo que existía en las sombras. Acá sucedía en un entorno mucho más suburbano. Y ahí estaban llevando a los chicos al colegio con los tuyos, iban al mismo gimnasio que vos, comían en el mismo restaurant, iban al mismo dentista. Entonces mostrarlos en estas comunidades suburbanas de clase media fue como una nueva forma de presentarlos a la gente.
-¿Los Soprano fueron unos mafiosos menos glamorosos y más humanos?
-Sí, pero al mismo tiempo hacían cosas terribles. Muchos dijeron que glorificamos ese estilo de vida; yo creo que mostramos su realidad cotidiana y la parte más oscura. Depende del espectador entender que estas cosas coexisten en esa vida. Así que creo que en muchas formas fue una representación justa.