Jesse Eisenberg está encorvado hacia delante en su asiento de una habitación de hotel del Soho, hablando rápida y digresivamente sobre la película que acaba de escribir y dirigir. En Un dolor real, la estrella de La red social interpreta a lo que sólo puede describirse como un personaje eisenbergiano -inteligente, introvertido, socialmente torpe- en una peregrinación a Polonia con su primo (Kieran Culkin) para revisitar una parte dolorosa de su historia familiar. 

Eisenberg hizo ese mismo viaje en la vida real. En la película, que se estrenará la semana próxima, ve repetidamente videos de su hijo haciendo monerías, maravillado por su curiosidad. Aquí y ahora, Eisenberg interrumpe la entrevista para atender una videollamada en la habitación del hotel. Es su hijo de siete años, Banner, que quiere enseñarle cómo pronuncia sus erres. Eisenberg se maravilla. "Querido, sos tan buen estudiante", le dice. "Suena perfecto". Padre e hijo en ambos escenarios, resulta que son las mismas personas. "¿Estabas impresionado?", pregunta Eisenberg sobre la incipiente celebridad de su hijo.

Hubo un tiempo en el que Eisenberg era conocido por ser un entrevistado difícil, no en el sentido de esperar una llamada de su publicista más tarde, sino más bien en el sentido de que podía destrozarte con un desprecio fulminante si no dabas la talla intelectualmente. Hoy en día, este hombre de 41 años es difícil de entrevistar por razones totalmente distintas. Es simpático e infaliblemente educado, pero -entre fusilamientos de observaciones, introspecciones y divertidas dudas sobre sí mismo- hace honor a su reputación de hacer preguntas tanto como de responderlas.

En persona, no parece tanto un protagonista como un antiguo niño prodigio reconvertido en escritor. De complexión delgada, viste un polo azul marino, vaqueros rectos y zapatillas New Balance. Sus ojos brillan como pececitos bajo un flequillo; entre sus dedos hay una cucharita con la que juguetea nerviosamente. "Estoy siempre nervioso", dice secamente.

Esas pistas, por supuesto. Eisenberg ha hablado del trastorno obsesivo-compulsivo, la ansiedad social y la depresión que padece desde que era niño; en 2017 grabó un video en el que ofrecía consejos a su yo más joven para superar estas luchas internas. Más recientemente, en un relato que escribió para The New Yorker titulado "Una ruta GPS para mi ansiedad", Eisenberg describió a su narrador contemplando una puesta de sol y preguntándose por qué "algo tan visceral y eternamente bello" lo deja "completamente frío". Continuaba: ¿Cómo es posible que tu antidepresivo te mantenga funcional pero también ahogue cualquier atisbo de epifanía espiritual?”. Me pregunto si Eisenberg cree que la medicación te impide ser capaz de sentir cosas.

"Oh, sí", responde. "Quiero decir, no puedo opinar por otras personas, pero por mí mismo, le pregunto constantemente a mi terapeuta: '¿Esto me va a hacer menos creativo?'. Y él me dice todo el tiempo: 'Me lo preguntaste la semana pasada, y todos los pacientes que veo también me lo preguntan, y yo digo que no lo creo'. Todos los artistas están paranoicos por lo mismo, que es 'quiero ser feliz, pero no quiero perder lo que me permitió escribir el poema'".

Lo que también parece salvar a Eisenberg de caer inexorablemente en una espiral -además de la medicación y un viaje semanal a ver a su terapeuta- es tener una familia muy unida. Incluso cuando le pregunto qué opina de la cultura de la cancelación -ha trabajado más de una vez con Woody Allen-, amplía el foco a cómo sus sentimientos sobre la justicia social en general se han visto influidos por las personas más cercanas a él. "Mi mujer viene de una familia de activistas", dice Eisenberg (está casado con la trabajadora benéfica Anna Strout, cuya madre, Toby Strout, dirigió un refugio contra la violencia doméstica, y cuyo hermano, Anthony Arnove, cofundó una organización artística sin ánimo de lucro). "Me casé en el seno de una brillante familia de izquierda, y mi mujer ha dado forma a cada pensamiento que he tenido como adulto", continúa. "Así que soy partidario de todos los movimientos sociales que levantan a los que necesitan un empujón".

Dado que su padre es profesor de Sociología, es probable que Eisenberg -que creció en Queens (Nueva York) y Nueva Jersey- ya tuviera nociones de las corrientes sociales cuando conoció a Strout a los 18 años. Para entonces, también había empezado a desarrollar el oído para el diálogo, tras obsesionarse desde muy pronto con el humor del cinturón Borscht, un tipo de comedia enérgica e hiperautocrítica que prosperó en los complejos vacacionales judíos del norte del estado de Nueva York a mediados del siglo XX. Su madre, una payasa profesional que trabajaba en fiestas infantiles, destilaba elementos de ese humor en sus actuaciones. "Me enseñó la dedicación necesaria para hacer algo creativo", dijo Eisenberg en una ocasión.

Zombieland.
 

Su propia historia familiar es la clave de Un dolor real. Hábilmente equilibrada entre la risa y el patetismo, la película es tan perspicaz y melancólica como divertida, un estudio finamente modulado del trauma histórico. También es en parte autobiográfica, ya que David, en la piel de Eisenberg, y Benji, en la de Culkin, quieren cumplir los últimos deseos de su querida abuela Dory, superviviente del Holocausto, y visitan el lugar donde vivía, cerca de los campos de concentración de Polonia.

La casa a la que se dirigen perteneció en su día a los antepasados de Eisenberg. Aunque la familia de su abuelo, incluida su tía abuela, se trasladó de allí a Nueva York en 1918, 21 años antes de que la invasión de Polonia desencadenara la Segunda Guerra Mundial, sus otros parientes se quedaron y fueron asesinados, explica Eisenberg. "Los llevaron al cementerio y los fusilaron, lo que era doblemente extraño, porque nuestros remolques estaban aparcados enfrente del cementerio. Esta fue la historia de los judíos en esta ciudad".

Uno de los primos polacos de Eisenberg sobrevivió al Holocausto. Vivía en Izbica, al sur de Lublin, cerca de la frontera con Ucrania, que entonces formaba parte de la Unión Soviética. La ciudad se convirtió en un punto de transferencia para los judíos que eran llevados a los campos de exterminio de Belzec y Sobibor. "Mi prima María sobrevivió gracias a, como decimos en la película, 'mil milagros'", explica. "Se quedó en Polonia después de la guerra y se trasladó a Szczecin, que está en el norte, y mi primera obra (The Revisionist) era sobre ella. Vanessa Redgrave interpretó a María. Era la única superviviente de la familia, y su historia es una historia de terror tras otra, incluso después de la guerra. Así que el personaje de Dory en Un dolor real era una combinación de mi prima María, que sobrevivió, y mi tía abuela Doris, que de alguna manera marcó mi vida".

Durante un tiempo no se habló de esta traumática historia familiar. "Lo raro es que a mis padres nunca les contaron lo que les pasó a sus familias, a sus tíos y primos, porque creo que sus padres, mis abuelos, tenían la sensación de que no habíamos hecho nada", dice Eisenberg. "Hay un gran sentimiento de culpa del superviviente: mis abuelos sobrevivieron cuando todos sus contemporáneos murieron. Así que nunca hablaron de ello con mis padres."

"Soy la tercera generación estadounidense y, en mi caso, tuve la distancia suficiente para interesarme de verdad por ello. Mi curiosidad no estaba cargada de un sentimiento de culpa o negación". Al principio, dice Eisenberg, era "casi académico, como: 'Oh, ¿qué nos ha pasado? Tengo tanta curiosidad, ¿qué le ha pasado a nuestra familia?". Esa distancia del complejo espectro emocional que vivieron sus padres, cree, le permitió investigar su historia de una forma diferente.

Este entrelazamiento de la historia judía con la identidad estadounidense, cada una reflejando a la otra, es a lo que Eisenberg recurre cuando le pregunto cómo la descripción que hace Un dolor real de la experiencia judía en Europa habla de la situación mundial actual. Al igual que los personajes centrales de la película, afirma: "Me siento muy estadounidense. Me siento como si llevara diez millones de años en Nueva York. Siento que mi familia lleva diez mil años comiendo en las charcuterías de Nueva York. Pero cuando aprendí sobre la historia de mi familia, me pareció que pasábamos más tiempo en Polonia que en Estados Unidos. Me sorprendió la idea de que nosotros, como cultura, podemos asimilarnos -tenemos una historia de asimilación después de haber sido expulsados de países, y que para la tercera generación, no hay ningún tipo de memoria visceral o conexión con el lugar de donde venimos".

En la película, dice, Culkin se refiere a cómo esa creación de la identidad estadounidense se forja a partir de otras culturas. "Más tarde, cuando hablamos con los polacos, digo que soy estadounidense y me siento culpable por decirlo, como si fuera una especie de poder colonial para ellos".

La interpretación de Culkin, reciente ganador de un Globo de Oro, como Benji, un chico problemático, es el núcleo de Un dolor real. Lo interpreta como una masa motorizada de yuxtaposiciones: ardiente pero sensible, egoísta pero amable, deprimido pero eufórico. Eisenberg es el complemento perfecto: su David es un neoyorquino neurótico que se gana la vida vendiendo anuncios digitales y encuentra a su primo envidiablemente encantador, pero exasperante. Eisenberg escribió el personaje de Benji pensando en sí mismo. "Iba a interpretarlo", dice, "pero nuestra productora, Emma Stone, me convenció para que no lo hiciera. Me dijo que no interpretara a un personaje desquiciado mientras intentaba dirigir una película, porque ella había hecho Pobres criaturas y, aunque no era la directora, dirigía las cosas como lo haría un productor mientras interpretaba también a este personaje increíblemente sobrenatural. Así que me dijo: 'Por mi experiencia, no creo que te sientas cómodo interpretando este tipo de papel mientras intentás dirigir un set'. Y tenía razón, como suele ocurrir".

También fue Stone quien convenció a Culkin, su antiguo novio, para que no abandonara la película unas semanas antes del rodaje, después de que a él le diera pánico estar demasiado tiempo lejos de sus hijos. "Es la mejor", dice Eisenberg. Ambos se conocieron en el rodaje de la película Tierra de zombies en 2009, cuando él tenía 25 años y ella 20. "La considero una amiga, claro, pero en realidad la veo como un hada madrina. Ha leído todo lo que he escrito y ha visto mis obras, y me apoya mucho, aunque tiene mucho más éxito que yo. Siento que me está dejando un poco de su polvo de hadas que el mundo ha esparcido sobre ella durante tantos años, y me siento realmente en deuda con ella".

Pero cada vez que intenta decírselo, agrega, "me manda callar". La describe como "casi patológicamente agradable y comprometida". Stone produjo el debut como director de Eisenberg, Cuando termines de salvar el mundo (2022), un retrato sardónico de una complicada dinámica madre-hijo protagonizada por Julianne Moore y Finn Wolfhard, estrella de Stranger Things. También ha firmado para producir la próxima película de Eisenberg, aún sin título, con Paul Giamatti como protagonista. "Siento que me ha dado una segunda oportunidad en la vida, de verdad", dice.

La red social.
 

Cuando se cruzaron por primera vez, Eisenberg ya se había consolidado como una voz distintiva en Hollywood, intérprete de tipos rústicos y precoces que vibraban con incomodidad, en películas como Roger Dodger (2002), Historias de familia (2005) y Adventureland (2009). Luego llegó La red social (2010), de David Fincher, por la que Eisenberg recibió una nominación al Oscar por su interpretación de Mark Zuckerberg, el inventor de Facebook, y el mundo se dio cuenta de que también podía interpretar a engreídos con un don para el humor inexpresivo y brutal (véase también la franquicia de películas de magos Los ilusionistas: Nada es lo que parece y Batman vs. Superman, de 2016).

Sin embargo, su experiencia interpretativa favorita, insiste, fue en la adaptación de Dostoievski de 2013 El doble, escrita y dirigida por el actor cómico británico Richard Ayoade. "Es mi director favorito", dice Eisenberg, sobre todo, sospecha, porque Ayoade, como Eisenberg, logra sus objetivos sin ser un dictador dominante. "No es un jefe o líder natural", señala Eisenberg, "pero el set lo llevaba muy bien. Es muy creativo e inspirador".

Eisenberg es muy consciente de que hacer películas admiradas no garantiza el éxito futuro. Vio cómo su popularidad se disparaba después de La red social, pero describe el efecto como "pasajero". "Había participado en algunas películas populares antes -no tan populares- y había visto más o menos lo que pasa: te celebran durante un breve período de tiempo, y estás en lo alto de algunas listas y agencias vagas durante unos meses, y luego volvés a cualquiera que sea tu status en la industria del cine."

"Ahora mismo estoy viviendo esa experiencia", dice. "Hice una película que es relativamente popular, al menos desde el punto de vista de la crítica, así que estoy recibiendo un montón de llamadas y notas de gente con la que hacía tiempo que no hablaba, y eso desaparecerá en unas semanas, y entonces volveré a sentirme como, ya sabés, un artista independiente ansioso por encontrar mi próximo trabajo".

Ha sido así desde que tenía 16 años en el drama adolescente estadounidense Get Real, con una joven Anne Hathaway. Cuando se canceló la serie, volvió a buscar trabajo donde pudiera, y por eso los espectadores lo vieron en un anuncio de Dr. Pepper que todavía hace reír. Era el niño que preguntaba "¿Qué es lo peor que podría pasar?" antes de tomar la bebida de la heladera de un supermercado, una secuencia que termina con él atrapado bajo una pila de cajas de comida, con los pantalones cortados y siendo sacado por un equipo de bomberos al grito de "¡A un lado! Niño con el culo al aire!".

"Lo recuerdo muy bien", dice. "En cierto modo, ese anuncio representaba exactamente lo que iba a ser mi vida, como si fuera a presentarme a cualquier prueba después de ser el protagonista de un programa. Fue una lección de vida".

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.