El viejo repertorio antisemita --“manejan los medios de comunicación”, “en Estados Unidos controlan todo” o “viste cómo son...por la guita, cualquier cosa”-- está inscripto en la piel del sentido común. En la última década, los prejuicios hacia la comunidad judía en Argentina han crecido, según la encuesta Global 100 de la Liga Antidifamación (ADL). Los adultos con actitudes antisemitas pasaron de 6,8 millones en 2014 a 12,8 millones en 2024, un aumento significativo para la ADL, si se tiene en cuenta que la población adulta creció un 20 por ciento en el mismo período, pero los prejuicios un 88 por ciento. El estudio, basado en once afirmaciones polémicas, refleja creencias estereotipadas sobre los judíos en temas como poder, influencia y lealtad.
El 61% de los argentinos cree que “los judíos tienen demasiado poder en el mundo de los negocios”, 10 puntos más que en 2014, cuando se hizo el estudio anterior. El sociólogo Jorge Elbaum, primer presidente del Llamamiento Argentino Judío, destaca que sobre un total aproximado de 8.000 millones de personas en el mundo, los judíos son sólo 15 millones. “Son muy pocos; pero sí es verdad que los judíos se han orientado a las áreas profesionales, culturales y mercantiles y financieras, lo que hace que cuando aparezca un nombre judío, por ejemplo en la Argentina el dueño de Mercado Libre (Marcos Galperin), se lo considere como una representación de los judíos dentro del país. Si uno hace una cuenta real de qué porcentaje de los banqueros o de los financistas en la Argentina son judíos, ese número sería absolutamente nimio”, advierte.
Elbaum –que cree que la palabra antisemitismo no es la más adecuada porque árabes y judíos son semitas y prefiere usar judeofobia-- revela que desconfía “profundamente” de los resultados de la encuesta difundida. “El negocio de ADL es inflar los números porque en la medida en que ve grandes peligros de judeofobia en América Latina y Argentina, consigue más dinero de aportantes dentro de Estados Unidos”, revela el sociólogo.
El "judaísmo berreta" de Milei
Al margen de este cuestionamiento a ADL, Elbaum considera que el incremento de “cierta antipatía” hacia todo lo que tenga que ver con los judíos podría estar vinculado al presidente Javier Milei con “su sobreactuación berreta de un judaísmo inexistente y queriendo ser judío simplemente porque se siente cómodo con el guerrerismo de Benjamin Netanyahu y la orientación ultraderechista del estado de Israel. El tema de Israel contamina o confunde los términos. Una cosa es israelí; otra, judío. La judeidad es una identidad o bien religiosa o bien identitaria, étnica, cultural; israelí es una nacionalidad. Se puede decir israelí y musulmán. De hecho, dos millones y medio de los diez millones de israelíes son musulmanes israelíes, y no estoy hablando de Palestina ni de los territorios ocupados, sino solamente de Israel. Hay más de dos millones de musulmanes israelíes, con lo cual esta confusión lleva a que mucha gente enojada por los bombardeos y las masacres sobre el pueblo palestino, genere una situación de inquina frente a todo lo que suena a Israel”.
El rabino Daniel Goldman recuerda que Primo Levi citaba como su lema de cabecera la frase “aflicciones pasadas son siempre buenas para contar pero nunca para revivirlas”. Y aclara que el antisemitismo, que significa de manera genérica la hostilidad hacia lo judío y los judíos, sigue siendo una aflicción y una pesadilla no superada por el hombre, tanto a nivel individual como social. “El antisemitismo es un fenómeno complejo que va mutando de formas y métodos. Según el investigador Alejandro Dujovne, puede sobrevivir a través de expresiones simples y directas que evocan literalmente manifestaciones propias de la retórica nazi, que no dejan dudas acerca de la intención de quien las expresa, así como también lo hace a través de otras formas menos visibles”.
Una fisura para el orden del mundo
Líder espiritual de la comunidad Bet-El, Goldman también se pregunta por qué lo judío ocupa tantos párrafos y tanto lugar, siendo un colectivo bastante reducido numéricamente. “Vale la pena repasar el concepto de alosemitismo -propone Goldman-. Acuñado por el escritor polaco Artur Sandauer, y retomado por Bryan Cheyette; consiste en la práctica de acotar a los judíos como pueblo completamente distinto a los demás para describirlos y comprenderlos. Si bien en relación al alosemitismo se puede tener una actitud ambivalente (anti o filosemita), esta idea genera una heterofobia, o sea un resentimiento hacia lo diferente. La diferencia -sostiene Lacan- la debemos pensar, no como una afirmación ontológica, sino como una variación sobre el distinto, pero también como lo amenazador, lo que debe permanecer en el sitio que el ‘poder’ le asigna”.
Para profundizar en este análisis, Goldman destaca que “Zigmunt Bauman asevera que el resentimiento hacia lo judío forma parte, no de una heterofobia, sino de una proteofobia, es decir, el recelo y la irritación en razón de su otredad, entendiendo al otro, en términos de Lévinas, como alguien que socava la naturaleza monótona, repetitiva y predecible de la vida y el mundo”. En este sentido, agrega que “lo inamoldable, en el esquema de pensamiento del antisemita, hace que no pueda encasillarlo en lo que supuestamente él entiende como religión, pueblo o nación, lo que transforma al judío en una fisura para el orden del mundo. Este viejo prejuicio, con sus monstruosidades prácticas, según Edward Flannery, ya tiene veintitrés siglos de edad”.
La Shoá y el conflicto en Medio Oriente
El informe de la ADL menciona que el 46% de los argentinos opinan que se habla “demasiado” sobre el Holocausto. Nerina Visacovsky, doctora en Ciencias de la Educación, especialista en historia y política de la izquierda judeo-argentina, investigadora del Conicet y autora del libro Argentinos, judíos y camaradas, pregunta cómo midieron los encuestadores el hecho de que “se habla demasiado” del Holocausto. “¿Qué quiere decir esto, quién habla? ¿Los medios de comunicación? ¿La gente? Yo sinceramente diría que sucede todo lo contrario. A medida que nos alejamos temporalmente de la Shoá y se pierden los últimos sobrevivientes o las generaciones que pasaron el tiempo de la Segunda Guerra siendo niños, menos se habla y menos se sabe. Creo que el conflicto en Medio Oriente ha ocupado en la actualidad el lugar del tema judío del cual ‘se habla’ y si aparece el tema de la Shoá, es vinculado a eso, para ‘justificar’ las políticas del Estado de Israel”.
Otro dato preocupante es que, siempre según este informe, el 58% de los argentinos cree que los judíos son “más leales a Israel que a Argentina”, un prejuicio que ha crecido desde el 42% registrado en el anterior estudio en 2014. “Aquí tenemos un problema que afecta todos los análisis estadísticos -plantea Visacovsky-. ¿Quién es considerado ‘judío’ por ese 58% de los argentinos (entre los cuales también hay judíos) que piensa que esta colectividad es más leal con Israel que con Argentina? Para que se entienda mejor pongo un ejemplo: Axel Kicillof, Daniel Filmus, Myriam Bregman, Pedro Rosemblat, Norman Briski y Andrea Gamarnik; nombro aleatoriamente figuras reconocidas de la política, el periodismo, el arte y la ciencia que son de origen judío o directamente ‘judíos’ (no sé cómo cada uno se autodefine), pero es clarísimo que se consideran argentinos y lejos están siquiera de plantearse un sentimiento de ‘lealtad’ a Israel”.
La investigadora aporta que los judíos en Argentina que no se conectan con la vida institucional ni religiosa y que además tienen parejas mixtas superan al 60% de los 250.000 judíos que según el censo del JOINT (de 2005) viven en Argentina. “Ahora bien, ¿de qué judíos hablamos? ¿De los que dirigen AMIA y DAIA?, ¿de las familias que van a escuelas judías y los religiosos que sostienen las sinagogas? ¿de Jabad Lubavitch? Esos sí son muy leales a Israel, es cierto. Pero la pregunta de “¿a quién querés más, a mamá o papá?” o “¿a quién apoyas si hay una guerra entre esos dos países? es una pregunta formulada con una intencionalidad negativa, la pregunta misma y la cuestión de la ‘doble lealtad’ es una creación completamente antisemita”, cuestiona Visacovsky.
El peligro mayor -alerta Goldman- aparece cuando una organización política utiliza fórmulas antisemitas como parte de su discurso. “Este uso, ya sea más o menos consciente, es de otro orden de gravedad. Al reemplazar el análisis de la realidad y su complejidad por un principio explicativo antisemita, esta voz política no hace sino apelar a los más profundos prejuicios de sentido común. De este modo, al estar arraigados en la sensibilidad de una parte de la sociedad, estos discursos públicos tienen una potencialidad política peligrosa. Deben ser rápidamente identificados y neutralizados por todas las fuerzas políticas y de opinión que desean proteger la paz y la convivencia democrática”, concluye.