En los últimos días, una serie de gigantes del agronegocio, especialmente los vinculados al comercio de granos, se declararon en situación de estrés financiero. La causa es el modelo económico del gobierno nacional libertario, muy similar al de los noventa, que dañó severamente  al sector y provocó una concentración que ahora podría profundizarse. 

El caso más emblemático es el de Los Grobo, que anclados en el corazón productivo bonaerense pasaron en tres décadas de empresa familiar a imperio internacional. 

"Gustavo Gobocopatel es demasiado inteligente para el entorno en el que se mueve, siempre sobresalió por eso y nunca se lo perdonaron", dice a Buenos Aires/12 alguien que prefiere mantener su nombre en reserva pero que ocupó posiciones importantes en el mundo de los agronegocios y conoce al ingeniero agrónomo graduado en la UBA, desde más de tres décadas, cuando era un productor más inquieto y curioso que sus pares.

Nacido en Carlos Casares, en el kilómetro 315 de la hoy mortalmente abandonada Ruta Nacional Número 5, hace ya algunos años que Grobocopatel integra, como Marcos Galperín, la diáspora de empresarios argentinos que cruzaron el charco y fijaron residencia en Uruguay

A pesar de esta última decisión, en Casares se le reconoce su identificación y compromiso con el lugar. Gustavo, como casi toda su familia, a excepción de su hermana Matilde, residió allí hasta hace relativamente poco y sus hijos se educaron en el colegio nacional local.

De los 23 mil habitantes que posee el pueblo, según el censo 2022, más de 200 son empleados directos de la familia, que ahora siguen con preocupación el devenir de la crisis. Pero, más allá de ese primer anillo, se descuenta que cualquier problema en el grupo será dramático para la economía local. 

La historia de Los Grobo

Todos, cuando hablan del grupo Los Grobo y su reciente default parcial (no pudo levantar 30 millones de dólares en obligaciones negociables), hablan de él, a pesar de que su familia sólo conserva una porción minoritaria del paquete accionario del grupo fundado por su padre hace ya cuatro décadas. La historia que comenzó cuando el abuelo de Gustavo, Abraham, emigró de Ucrania para instalarse en una colonia judía en Carlos Casares, tuvo un punto de inflexión en el año 2016. 

Desde entonces, las decisiones y la mayoría accionaria están en manos de la firma Victoria Capital Partners (VCP). Se trata de un grupo fundado en 1995, cuyas caras visibles son Carlos García, Santiago Cotter y Alejandro Sorgentini, todos ellos con largas trayectorias en bancos internacionales como el Boston y el City. Gustavo conserva un 5 por ciento y otro tanto su hermana Matilde.

Con operaciones en distintos países de la región e inversiones diversificadas que incluyen autopartistas, retail y materiales para la construcción, entre otros, además de Los Grobo y de Arcos Dorados, la representante de la cadena de hamburguesas Mc Donalds en Argentina, se habla mucho menos de VCP que de la familia Grobocopatel.

Ocurre que, cuando la mayoría de los productores se concentraban en sembrar y cosechar, Grobocopatel, tercera generación de productores,  descubrió la oportunidad de modificar la actividad. 

Claro, contaba para ello con un capital inicial, forjado como proveedor de forraje al ejército en tiempos de dictadura. Sus detractores señalan también una política de préstamos para adquisición de maquinarias que, ante las faltas de pago producto de las cíclicas crisis del sector, terminó en un proceso de concentración de la propiedad de la tierra, despojando a los chacareros.

Fue de los primeros en ofrecer servicios a terceros a una escala que entonces no existía, se integró verticalmente con la adquisición de un molino y observó, a la salida de la convertibilidad, la posibilidad de obtener rentas adicionales, en algunos casos superiores al negocio primario, jugando con la brecha entre las distintas cotizaciones del dólar y los mercados de futuros. Una práctica habitual en el campo, que él volvió mucho más profesional y sofisticada. 

Pero, a diferencia del "gringo promedio", que invierte sus excedentes en departamentos de pozo y renueva la chata, Grobocopatel fue adquiriendo posiciones en distintas empresas de la cadena del agronegocio, que además de acotar el riesgo le dieron una visión panorámica de la cadena de valor. Todo eso, antes del boom de los commodities de los primeros años de este siglo, impulsado por la demanda china, que necesitaba engordar pollos y cerdos para alimentar a su población. 

Cuando se dio esa coyuntura, Grobocopatel, que siempre estuvo lejos del arquetipo de la boina y el pañuelo al cuello, ya era el representnte más dinámico del sector y uno de los principales promotores de la siembra directa, otro invento argentino de exportación.  

Por eso, fue un paso casi natural que el oficialismo de entonces, encabezado primero por Nestor Kirchner, primero, y luego por Cristina Fernández de Krichner, lo integrara a sus comitivas oficiales. Hábil vendedor, Grobocopatel supo sacarle jugo a esos viajes. 

Si su padre, Adolfo, expandió sus dominios a las localidades cercanas, como Pehuajó, Trenque Lauquen y 9 de julio, a él le tocó abrir mercados y desarrollar unidades de negocios prácticamente en toda la región. Esa hiperactividad, acompañada de una impotante visibilidad mediática y de buena capacidad oratoria en un ámbito más bien de pocas palabras, le valió el incómodo mote de rey de la soja, que le puso la prensa y él nunca aceptó del todo. 

En medio de ese frenesí, la bonanza era tal que la familia se tomó un respiro para fundar el Club Agropecuario, cuyo equipo de fútbol hoy milita en la segunda categoría de la AFA. Hasta no hace mucho, su plantel era de los mejores pagos de la Primera Nacional.

El juego político

Tras la bomba atómica que cayó en 2008 en el campo argentino, incluida la llanura bonaerense, bajo la apariencia de la resolución 125, que impulsaba el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, muchos productores empezaron a considerarlo kirchnerista, el peor insulto posible en los ambientes que destilan gorilismo y que en ese momento hegemonizaba el discurso de la oposición. Esa etiqueta, absolutamente alejada de la realidad, explica parcialmente la escasa solidaridad pública de los referentes del sector. 

"El ruso tenía más guita que todos los demás juntos y era el que vestía más sencillo, el menos ostentoso", agrega otro viejo conocedor del agronegocio, que no descarta algún conponente antisemita en ese mundo hecho de entidades patronales y corporaciones internacionales.  

Grobocopatel tiene un historial importante de defender gobiernos que afectan sus intereses económicos y comerciales. Apoyó a Mauricio Macri varias veces, con el reclamo contra las retenciones como bandera. Incluso su hijo mayor, Rosendo, militante del PRO, trabajó a las órdenes de Marcos Peña en la Jefatura de Gabinete en tiempos de Cambiemos

A fines de 2015 se mostró esperanzado con su triunfo. Enseguida, celebró la baja y eliminación de derechos de exportación que el expresidente anunció en 2016, como una de las primeras medidas de su gobierno, aunque en el tramo final de su gestión, el ingeniero debió restablecerlas, por imperativo del FMI.

"Más allá de las situaciones particulares de los productores, con Macri había una expectativa y había un diálogo que hacía ver una esperanza, es decir la carne tenía un futuro, no había una presunción de cambios de reglas de juego, había avances en el tema justamente de exportaciones, de tratados de libre comercio", supo analizar años después del trunco intento de reelección del presidente del PRO con quien, en sus palabras, el campo tenía un "alineamiento" muy claro. 

Quizás por eso, en los inicios de la campaña 2019 y con un Macri ya muy desgastado lanzó la frase "si la opción es Cristina, quiero que gane Macri". Sin embargo, luego de la contundente victoria del peronismo en las primarias, volvió a acomodar el cuerpo destacando "actitud prudente y constructiva" de Alberto Fernández, y poniéndose "a disposición". No había pasado de esa gestión cuando se instaló definitivamente en Uruguay. En sus palabras, lo hizo "por la pandemia y no por el gobierno de Fernández", aunque no ahorró críticas a "las políticas que excluyen". "La decisión de cobrar el impuesto a las grandes fortunas es una mala decisión de gestión que perjudica a la patria y a los argentinos", dijo. "Es muy poca guita y no soluciona nada, el problema de la Argentina es crear las condiciones de inversión para que toda la gente que tiene la plata afuera, la traiga", señalaba. 

En 2023, Gustavo mantuvo en secreto su voto. Su primo hermano, Bernardo, anunció que votaría a Sergio Massa en el balotaje,  ya que "Milei representa un salto al vacío". Él, sin embargo, decidió no jugársela, al menos de modo explícito. No votó en blanco, pero por primera vez desde que su voz adquirió un status de influencia nacional relevante, no dijo a quién. "Yo siempre tuve muy claro a quién votar pero ahora no tengo esa certeza", dijo entonces. 

Con un discurso que señalaba a "la corporación política" por los problemas económicos, reconocía el poder estructural del por entonces candidato de Unión por la Patria, pero lo consideraba "parte del problema". "Mucha gente sabe que es parte de un gobierno que nos llevó a donde estamos. Ha hecho una muy buena campaña y un esfuerzo para despegarse de eso, pero evidentemente él es parte del problema, aunque venga a decir que lo va a solucionar", decía en medio de la definición electoral que se estiró, entre las PASO y la segunda vuelta, por cuatro meses.

En los primeros meses de este año, en sus apariciones públicas, Gustavo se mostró moderadamente optimista respecto de la política fiscal y la demanda de cambio que encarnaba Milei. “Yo creo que muchas de las medidas que envió Milei tanto en el decreto como en las leyes son trasformaciones de fondo. Esto podría dar lugar a un nuevo país mucho más integrado al mundo, con más trabajo genuino, que nos podría poner en el camino del progreso. Muchos países latinoamericanos ya comenzaron a hacerlo hace décadas y nosotros estamos retrasados”, decía mientras celebraba el DNU 70 y valoraba la Ley Bases. Aplicando lenguage Cambiemos, auguraba una "luz al final del túnel". 

Mantuvo esa postura pública al menos hasta finales de 2024, cuando avizoraba que "lo que viene es mejor", aunque aclaraba desconocer el momento en que ese tan anunciado despegue podría ocurrir. 

Puede fallar

Las fuentes consultadas coinciden en que Grobocopatel se desentendió de la diaria grupo pero resaltan que la estrategia de VCP no difiere casi de la que implementaban cuando eran una empresa familiar. 

"Hicieron lo mismo de toda la vida, supusieron que el futuro iba a ser mejor y guardaron grano esperando mejores precios y mejor dólar. Bueno, no pasó ninguna de las dos. Y encima tenés una seca que es apenas menos mala que la de 2023", describen la situación los conocedores del mercado internacional de granos que advierten sobre un eventual error de cálculo que habría sido el determinante para llevar a la empresa a la situación actual. 

"Se sobrestockearon con insumos que ahora no necesitan porque la campaña es mucho más chica, porque hay mil negocios mejores que sembrar, y no tienen liquidez. Nadie duda de que esto no es eterno, que va a pasar, pero mientras tenés que cubrir los cheques. Y esto recién empieza. El tema va a ser Agrofina", agrega el experto.

Agrofina, desde su planta industrial en el parque industrial de Zárate, produce y comercializa agroinsumos, entre ellos los silobolsas, los gusanos blancos al costado de la ruta cuya cantidad es directamente proporcional al atraso cambiario. La empresa desarrolló un ecosistema muy importante de clientes y proveedores. Tanto que, cualquier estornudo suyo podría desatar una epidemia de gripe en el sector, algo mucho más serio que lo que ocurrió con las obligaciones negociables.