La primera vez que Miguel Santucho fue a golpear la puerta de Venancio Flores 3519 tenía poco más de 20 años. Fines de los años ‘90. Apogeo de la leyes de impunidad y los indultos. Ese local, enfrentado a las vías del tren Sarmiento, funcionaba entonces como un taller textil clandestino. Una mujer abrió la puerta y miró con extrañeza a los dos pibes que estaban parados frente a ella, Miguel y su primo, Diego Genoud. Le explicaron que sus madres, Cristina NavaHace muchos años que aquel lugar funciona como un sitio de memoriacampo de concentración Automotores Orletti para denunciarse había desplomado un techo gobierno que desmantela las políticas de memoria, verdad y justicia despide trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos (SDH).