Carpas de Salta,
Las vuelvo a recordar
Bandoneón y guitarra
Zambas para bailar.
Chicha y aloja
Vinito pa' tomar
Ramas de albahaca verde
Olor a carnaval
La tradicional y popular canción creada por el gran letrista Juan Carlos “El Payito” Solá, genera un marco inmejorable de referencia para comenzar a reflexionar sobre una tradición de antaño que se remonta a finales del siglo XIX y que permanece hasta hoy día: las carpas de carnaval.
Ya en el 1900 estaban ubicadas en las periferias de la ciudad capital, más específicamente en la región Valle de Lerma. Localidades como Cerrillos, Campo Quijano, La Silleta, La Merced, Chicoana y Rosario de Lerma eran las más elegidas. Allí, según se cuenta, el comercio que atravesaba los valles camino a la ciudad de Salta, hacía una parada para disfrutar de la fiesta de carnaval.
Esta fiesta popular, que lleva casi un siglo y medio de expresión, es motivo de indagación y estudio, ya que a través de ella se pueden visualizar trazos y comportamientos que hacen a la socialización en la Salta de antes y de ahora.
Una de estas personas que dedica su vida a estudiar el fenómeno de las carpas es Romina San Juan, próxima a recibirse de antropóloga en la Universidad Nacional de Salta y, al mismo tiempo, bisnieta de uno de los carperos más populares de Salta, Jaime Capó.
La charla que sigue surge entre los estudios profesionales y la vivencia personal.
-¿Cómo nacen las carpas de carnaval?
-Nacen como una respuesta popular a fines de 1800. En ese momento ya estaban los corsos de carnaval, que es la primera manifestación de celebración del carnaval en Salta, donde hay dos grande corsos, el de la plaza y el de la calle Florida. Y por otro lado estaban las carpas, que eran nómades, solo podían instalarse en distintos puntos de la ciudad, pero siempre en las afueras, en los márgenes. Para permitir su funcionamiento tenían que estar alejadas de las iglesias y de las escuelas, eso era fundamental para la instalación de las carpas, no podían atravesar las vías del ferrocarril tenían que estar siempre en las orillas. De hecho, una de las primeras carpas estaba en la orilla del río Arias, que era uno de los límites de la ciudad y marcaba la periferia. Eran carpas literales de lona montadas con palos y puntapié en el piso de tierra. Con el tiempo van cambiando, se van transformando, una transformación no solo física y espacial de la carpa, sino también de los actores. En un principio la carpa de carnaval era un espacio netamente popular, o sea, no había una mezcla. Siempre se piensa en el carnaval como la reversión social, dónde cambian los papeles, pero en principios de siglo en la carpa no pasa, de hecho hay una crónica de Zulema Usandivaras, escritora salteña, que cuenta como mujer de la élite, que ellas tenían prohibido el ingreso a las carpas, estaba mal visto. Cuenta que se sienta afuera y desde ahí veían a las mujeres de pollera y trenzas como bailaban, una cuestión donde la separación de las clases sociales era muy notoria.
-¿Qué sucedía, si pudieras describir, adentro de las carpas?
-Hay muy poca data porque por lo general las crónicas están escritas por personas de la elite, entonces lo poco que he podido recabar han sido poesías, cancioneros, algún que otro periódico que cuenta un poco, pero siempre con una mirada muy despectiva, "ahí se acuchillan, hay desastres afuera"... Otro relato dice algo así como "corren a caballo y tiran a la gente", siempre la mirada era de descontrol. Pero lo que sí sabemos es que se celebra el carnaval, que se bailaba, que se tocaba música y muchas veces coincidían los músicos que estaban, por ejemplo, en un lugar de la elite como el Club 20 de Febrero y también en la carpa. Era un lugar donde estaba permitido beber hasta altas horas, no había tanto control, por eso era la cuestión de alejarlas, llevarlas hacia las afueras.
-Entonces en la carpa estaba netamente el pueblo, no había muchos más actores sociales…
-No, solo por ahí los hombres de la élite podían ingresar, de algún modo, con alguna máscara o algo por el estilo; pero las mujeres de la elite definitivamente, no. Pero eso se da en un primer momento de las carpas, a principios del siglo XX, después se va dando una reconfiguración, se va transformando, y si al principio era muy notoria la división segmentada de la sociedad, esa no mezcla de clases sociales, después se rompe en los años 50.
-En tu trabajo de investigación hacés un corte específicamente en los años 50, ¿qué es lo que empieza a suceder?
-Por ejemplo, la carpa de mi bisabuelo, Jaime Capó, deja de estar en el nomadismo, empieza a tener infraestructura mucho más sólida y a instalarse en diferentes lugares, se empiezan a alquilar espacios. De hecho, en 1950 ingresa la carpa de Capó a la Sociedad Italiana, algo que trae un montón de problemas con los socios de la institución, ya que era algo que no estaba bien visto pero era redituable, porque la carpa movía mucha gente, se vendían bebidas, se vendían entradas, recolectaba mucha plata, en ese sentido económicamente era redituable para la institución. Entonces había socios que estaban de acuerdo y socios que no, que pensaban más en la cuestión moral, en la imagen de la institución, en que pueda ser mal vista al instalar una carpa. Toda esa tensión dentro de la institución está muy plasmada en los periódicos de la época, un cambio que también es político. Empieza la etapa de Perón, en Salta está el gobierno de Xamena, entonces pasan otro tipo de cuestiones. Xamena expropia el Club 20 de Febrero y se va a la periferia y las carpas empiezan a ingresar al centro, entonces hay un movimiento social debido a un cambio político de gobierno donde la periferia empieza a ingresar al centro y el centro empieza a ser desplazado hacia las periferias.
-En la época de la dictadura, años 70, ¿hay algún cambio, alguna modificación que suceda o que irrumpa en las carpas?
-Trabajé mucho con Carlos Abán, carpero histórico de Chicoana que tiene 96 años, y me comentaba que él nunca dejó de hacer carpa, desde los años 60 en adelante, pero me contaba que si bien en tiempo de dictadura la carpa no dejó de existir en sí, había mayor control. Y sobre todo lo que pasaba es que, por ejemplo, llegaban muchos copleros de diferentes lugares, pero en ese tiempo hubo una reducción de copleros que no querían llegar a cantar porque no todo se podía decir. Es por esto que Abán en los años 80 crea el primer concurso de copla, su idea era restaurar, volver a traer esos copleros que habían sido desplazados. Entonces lo que él me decía es que nunca dejó de existir la carpa, pero tenía más restricciones, había copleros que no van a decir lo que piensan porque tenía militares dentro de la carpa, entonces no deja de ser una restricción, que no está dicha, pero está.
- Hacés otro corte en la historia de las carpas en los años 90, ¿por qué?
-Vuelvo sobre el tema de que las políticas que se van presentando a nivel estatal intervienen en esta reemergencia de las carpas, que tiene su momento en los 90. Y vuelvo a tomar el caso de Abán, todos los eventos que él hace en su carpa, concursos de copla, concursos de zamba y demás, todas reemergen con Romero y las políticas que implementa. Hay todo un cambio, un neoliberal en las políticas de gobierno, pero que también tiene que ver con pensar la cultura como un recurso, algo que hay que explotar, momento, los 90, donde también nace el turismo en Salta. Entonces hay todo un cambio de política, se vuelve un recurso redituable para el Estado la carpa, entonces empieza a haber políticas de reconocimiento, de fomento, de apoyo hacia la carpa.
-También problematizaás la cuestión de las carpas tradicionales con las contemporáneas, que tienen otro estilo, otra manera…
-No dejan de ser carpas, porque siempre apunto a la resignificación que le dan las personas, los actores que las promueven, los actores que participan, y para esas personas son carpas, solo que sí hay diferencias en cuanto a cómo se desarrollan. No es lo mismo una carpa del interior o una carpa en el Centro de Convenciones donde todo es diferente: la música, la forma de mover los cuerpos, la forma de bailar, de cómo se plantean los escenarios, como se mueven en la pista de baile, no es lo mismo, no funcionan igual ni hacia adentro, ni hacia afuera. Estas nuevas carpas tienen otra cuestión, por un lado estas diferencias que nombraba y por otro lado también que las carpas tradicionales respetan los días de carnaval, y estas otras carpas apuntan a una cuestión más económica. He podido hablar en su momento con los organizadores, algo que me ha costado un montón poder dar con ellos, y siempre me han dicho que lo ven como un negocio. Entonces creo que ahí los sentidos cambian. Otra cosa es que hubo muchos problemas en su momento cuando se crearon estas carpas urbanas, porque los permisos, los controles, la regulación eran similares para todos, entonces uno iba a una carpa en Chicoana, que era en el patio de la casa de Abán en un tinglado, y no podías pedir salidas de emergencia cuando era un tinglado totalmente abierto, hay una homogeneización de la práctica cuando en realidad es súper heterogénea.
-Aparte de tu investigación, tenés un vínculo personal con la carpa, ¿cuáles son tus recuerdos?
-Mi bisabuelo es Jaime Capó. Él llega de Mallorca, España, y tuvo durante muchos años una carpa muy reconocida. En un primer tiempo fue muy difícil para mí hacer un distanciamiento porque tenía muy naturalizado que mi abuelo tenga una carpa; de hecho, mi abuelo tiene una zamba (La carpa de Don Jaime) que habla sobre el carnaval, sobre su carpa y demás, y yo la he cantado desde chiquita sin saber lo importante que era para otras personas. Mi puntapié inicial fue en la carrera, en la materia Antropología de la imagen, porque me hicieron analizar el archivo familiar, y mi archivo familiar eran sobre todo fotos de las carpas de principios de siglo, toda esa historia. Decir que soy nieta de Jaime Capó me abrió muchas puertas, ahí también me di cuenta de la importancia para la historia de Salta, y quizás yo no había tomado conciencia.
-¿Qué significa la carpa para vos en dos planos, como objeto de estudio y en tu vida personal y familiar?
-Como investigadora de este evento festivo y social, la categoría evento nos permite analizar todos los actores que la promueven, la resignificación que tiene, cómo la carpa se va transformando y los sentidos que va teniendo, cómo este evento festivo y social se va transformando constantemente según las políticas culturales, según los actores, los gestores, quienes las promueven, según las políticas de regulación y control, todo eso interviene como evento social. Y a nivel personal para mí representa la familia, porque me lleva a mi bisabuelo, a mi abuela cantándome la canción de chiquita, me lleva a mi papá que cada vez que escuchaba la canción me decía “escuchá la canción del abuelo”, y la canción del abuelo habla de la carpa. Entonces la carpa es mi familia, es mi historia familiar. En definitiva poder hacer esta investigación es un poco devolver la historia a mi familia.