Donald Trump ha ofrecido ser el número dos del Departamento de Defensa a Stephen Feinberg, un reservado inversor multimillonario con estrechos vínculos con el complejo militar-industrial, cuya presencia en el gobierno podría dar lugar a conflictos de interés en una nueva administración republicana plagada de empresarios, ejecutivos y lobistas.
Con antiguos lazos con el Partido Republicano, Feinberg puede ser caracterizado como un trumpista de la primera hora: en las elecciones de 2016 aportó un millón de dólares a la campaña, por lo que fue recompensado como titular del Consejo Asesor de Inteligencia del presidente, un cargo con incidencia en todas las agencias de seguridad del gobierno de Trump. En las siguientes elecciones, nuevamente donaría otro millón de dólares al candidato finalmente derrotado.
Pero la designación de Feinberg podría ser clave no sólo para apuntalar la gestión del nuevo jefe del Pentágono, el comentarista del canal Fox News Pete Hegseth, sino también para sostener el desempeño de este Departamento a partir de la labor de Cerberus Capital Management (CCM), el fondo de inversión que contribuyó a fundar en 1992 y que hoy cuenta con una capitalización de, aproximadamente, 66 mil millones de dólares en activos.
CCM abarca empresas de turismo y hotelería, educación, transporte, entretenimiento y agroquímicos, y en ella abundan controversias de todo tipo, junto con denuncias por abusos, estafas y malversación de fondos.
En las últimas décadas el interés prioritario de Cerberus se focalizó en el área de la defensa, orientando inversiones hacia campos tan diversos como la generación de sistemas de defensa, el entrenamiento de aviones militares, la pruebas con armas hipersónicas, la construcción de vehículos blindados, el entrenamiento militar en el extranjero y, últimamente, también los servicios de aviación y el tendido de cables submarinos. Pero su expansión también estuvo alimentada por prácticas corruptas, manejos oscuros y denuncias judiciales.
En 2010, y por mil millones de dólares, CCM adquirió la poderosa contratista militar DynCorp, que llegó a tener casi 20 mil empleados. La empresa de seguridad, con actividades de todo tipo en países como Bolivia, Somalia, Angola, Haití, Kosovo y Kuwait, llegó a facturar 3 mil millones de dólares al año por el uso de recursos militares y, principalmente, de ejércitos privados.
En 2017, y con la venia presidencial, DynCorp se asoció con Blackwater, la mayor empresa de mercenarios de todo el mundo, para promover una prolongada guerra en Afganistán destinada a explotar sus recursos naturales, sin mediación ni de “burócratas” ni de militares. La aventura resultó un desastre con impactantes denuncias por violaciones a los derechos humanos.
Distintos escándalos, como la contaminación con pesticidas en Ecuador y Colombia, casos de corrupción en Afganistán, denuncias por trata de niñas y mujeres en Bosnia, y puntualmente, la presentación de falsas acusaciones frente a empresas de la competencia, determinaron que Cerberus vendiera Dyncorp en 2020, ya con el nombre de Amentum.
En 2018, y según una denuncia del New York Times, Tier 1 Group, una empresa subsidiaria de Cerberus dedicada al entrenamiento paramilitar, capacitó al equipo de élite que en Estambul asesinó al periodista saudí y residente estadounidense Jamal Khashoggi en 2018. Por este crimen no se conocieron mayores repercusiones en el fondo de inversión ni en el gobierno de Trump.
En 2021 otra de las empresas del holding, Navistar Defense, dedicada a la construcción de vehículos militares, debió pagar una multa de 50 millones de dólares por estafar al Cuerpo de Marines de Estados Unidos al inflar los precios de sus productos en los procesos de contratación.
A partir de 2024, Cerberus se ha interesado especialmente por el sector aeroespacial, con inversiones en empresas dedicadas a la generación misiles hipersónicos, como es el caso de North Wind, ubicada a la vanguardia de la industria armamentística estadounidense. Sin embargo, su gran apuesta ha sido la compra de TransDigm Group (TDG), dedicada a la fabricación de piezas originales y de repuesto para aeronaves, con lucrativos negocios en el conflicto en Ucrania.
Pero tampoco esta inversión estuvo exenta de escándalos y denuncias, sobre todo, cuando la Inspección General del Departamento de Defensa acusó a TDG de especular con sobreprecios, afectando así a otras compañías como Boeing y Airbus, las que reaccionaron contra la condición monopólica de la contratista que, entre otros beneficios, había obtenido una ganancia del 9.400% por la venta de un alfiler de metal…
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la designación de Feinberg en el sector de defensa, impactaron de lleno en las previsiones sobre el desempeño futuro de Cerberus. Así, se calcula que en 2025 TDG crecerá en más de un 13%, con ingresos por casi 9 mil millones de dólares.
En esta nueva era Trump, el involucramiento en guerras como las de Ucrania y Medio Oriente, o más aún, en conflictos como entre China y Taiwán, y en nuevos escenarios como África y América Latina, auguran ganancias todavía mayores para todas las corporaciones militares vinculadas al Pentágono. Más allá de los entramados conflictos de intereses que pudieran surgir en el medio.