El cine, el surrealismo, la lógica de los sueños y la vanguardia están de luto tras la muerte de David Lynch, el jueves pasado, a los 78 años. Lo mató el cigarrillo, adicción que le impidió regresar a los sets de filmación. El realizador estadounidense llegó a decir en tiempos recientes que cruzar una habitación era para él como “caminar con una bolsa de plástico alrededor de la cabeza”. Pero ni la falta de aire fue capaz de alejarlo del hecho artístico. Sin embargo, su último trabajo no fue detrás de una cámara, sino al frente de un disco. Cellophane Memories apareció en agosto de 2024, y está firmado junto a la cantante texana Chrystabell: colaboradora musical intermitente desde hace un cuarto de siglo, y a quien también convocó para encarnar a Tammy Preston en Twin Peaks: The Return.
En mayo, Lynch había regresado a las redes sociales para hacer el anuncio. “Damas y caballeros, algo está por llegar para que lo vean y lo escuchen”, posteó. Un par de semanas más tarde, presentó el single “Sublime Eternal Love”, abreboca de un álbum hermoso, fantasmal y abstracto. Estéticamente, al estilo del onirismo electrónico de Dead Can Dance, aunque narrativamente no se despega del arquetipo lynchiano. Para su confección, el cineasta rescató grabaciones perdidas suyas y de algunos cómplices de sus extrañas aventuras sonoras, como su antiguo director de estudio Dean Hurley y su viejo amigo Angelo Badalamenti, creador de sus bandas de sonido. Además, escribió las letras para las voces etéreas de Chrystabell, y deformó la grabación de tal manera que evoca a sus experimentos sonoros para la pantalla.
Si bien arrancó en la pintura y encontró la gloria como director de cine, televisión, publicidad y hasta de videoclips, su pasión por la música lo acompañó a lo largo de su vida. Lo que está presente en su propia obra y en las colaboraciones que hizo con figuras del calibre de Julee Cruise, Trent Reznor, Dubblestandart o Flying Lotus. En 2010, cantó el tema “Star Eyes (I Can't Catch It)”, incluido en el disco Dark Night of the Soul, hilvanado por la dupla conformada por Danger Mouse y Sparklehorse. Durante la promoción de ese material. Lynch explicó: “No soy músico, pero toco música. Empecé a hacerlo sólo para hacer sonidos, sonidos experimentales, y me llevó a algo”. Y años más tarde abonó: “Vi gente a la que realmente se podría llamar músicos, y hay una gran brecha entre ellos y yo”.
El nativo de Montana era un violero autodidacta. Para su obituario, su familia eligió una foto en la que luce su guitarra eléctrica Parker Fly negra, modelo creado en 1993 y que fue empuñado por músicos como Eddie Van Halen, Adrian Belew y Gustavo Cerati. Amén de las composiciones para sus films, publicó tres álbumes solistas, varios colaborativos (categoría en la que entra Cellophane Memories), dos de spoken word, un EP y algunos singles. Estas producciones abordaron géneros musicales que iban del rock experimental al blues, pasando por el pop electrónico y los paisajes sonoros. En sus primeras producciones cinematográficas, los cortometrajes Six Men Getting Sick (1967) y The Alphabet (1968), las ambientaciones sonoras ya jugaban un rol fundamental en forma de drones industriales o voces manipuladas.
“La música es abstracta. Cuando la escuchás, una multitud de cosas pasan en tu mente y tu corazón”, dijo uno de los realizadores más importantes de todos los tiempos. “Las canciones son pequeñas historias. Una película es más como una sinfonía en muchos movimientos. Tiene que retener a la gente durante un par de horas más”. Se asoció con el diseñador de sonido Alan Splet para la banda sonora de su primer largometraje, Eraserhead (1977), al que le secundaron The Elephant Man, Dune y Blue Velvet. En este último patentó uno de sus sellos artísticos: la música como antesala para la traslación hacia una extraña realidad alternativa. Y para muestra está el tema “In Dreams”, de Roy Orbison, con el que el ruin Frank Booth (interpretado por Dennis Hopper) entra en trance.
En Blue Velvet también comenzó la alianza con el músico y compositor neoyorquino Angelo Badalamenti, relación que se profundizó cuando Lynch le encargó la banda de sonido de la serie Twin Peaks. Aunque el punto de inflexión en la relación del artista multidisciplinario con el sonido y la música se produjo en 1997, cuando cumplió su viejo sueño de tener un estudio casero: Asynchronous Studio, ubicado en la ciudad de Los Angeles. A partir de ese momento, no sólo podía desarrollar cualquier idea que quisiera, sino que disminuyó la urgencia en torno a los contratos cinematográficos. Al año siguiente, salió su primer disco colaborativo, Lux Vivens, con la cantante y música británica Jocelyn Montgomery (también conocida como Jocelyn West), inspirado en los himnos contemplativos de Hildegard von Bingen.
En 2001, puso a circular su primer disco en solitario, BlueBOB, con la ayuda del violero John Neff y al que etiquetó como “industrial blues”. Diez años más tarde publicó la secuela, la ensalada posmoderna y electrónica Crazy Clown Time, que contó con la participación de Karen O (vocalista de la banda Yeah Yeah Yeahs). Y el tercero llegó en 2013, The Big Dream, donde ahonda en el blues deforme y futurista, y que tuvo en calidad de invitada en uno de los temas a la cantante sueca Lykke Li. “Para que una canción sea genial, hay dos cosas: es la canción y la forma en que se canta”, reflexionó quien hizo de su voz en la música un recurso espectral. “Es la historia y la forma en que se cuenta la historia. Siempre son dos cosas, y ambas cosas tienen que estar lo más cerca posible del cien por cien”.
Cuando le preguntaron por su tema favorito, contestó “Heartbreak Hotel”, de Elvis Presley, y “Sound of Silence”, de Simon & Garfunkel. Escuchaba a Buddy Holly, Everly Brothers, The Beatles y Jimi Hendrix, y de lo nuevo le sorprendía Au Revoir Simone, Dirty Beaches, The Kills y James Blake. En 2016 se lanzó The Music of David Lynch, disco tributo donde varios artistas revisitan sus temas. Ese trabajo fue a beneficio de la Fundación David Lynch, al igual que su único contacto con la Argentina. En 2017, el director dio una videoconferencia en Niceto Club sobre meditación trascendental musicalizada por Kevin Johansen, Daniel Melingo y Richard Coleman, entre otros. “El cuerpo físico se cae, pero todos volveremos a conocernos”, afirmó en la previa del evento. “La iluminación es bajarse de la rueda del nacimiento”.