La pregunta no es quién sino qué. Durante todo el año, una de las estrategias del DJ y productor Jaime James para promocionar su proyecto LOUTA fue hacer la pregunta para generar la pregunta: ¿quién es LOUTA? 

De referencia, presentó su metro noventa de altura vestido como el actor de una obra de época, algún personaje formal entre una oficina y un campo de golf, peinado con gomina. Le dio una expresión de pícara maldad, el ceño fruncido a lo De Niro, y lo hizo posar con los puños cerrados y los brazos en guardia, pero sobre todo cruzados, como Calamardo de Bob Esponja en un momento solemne. En ese gesto se imprimió en una silueta publicitaria tamaño real, la ubicó en la esquina de Cabildo y Juramento, y se filmó al lado en la misma posición. “Crocante por fuera, blandito por dentro”, suele ser uno de sus epígrafes de Instagram, con el emoji del choclo.

Nació durante el auge artístico de sus familiares más directos. En 1994, cuando él tenía un mes, la agrupación pionera en teatro aéreo y multisensorial De La Guarda hizo su primera aparición pública en el estadio Obras Sanitarias, donde La Portuaria cerraba su gira más exitosa hasta el momento, la del disco del hit “Selva”. Al final de ese año, sus padres Diqui James y Ana Frenkel (hermana de Diego) inauguraron el famoso espectáculo Villa-villa, que mantuvo a la familia de viaje durante varios años. Para Jaime, recuerdos de la infancia son el olor a andamios, la oscuridad de los teatros mientras afuera era de día, la concentración de los actores antes de salir a escena. A los 23, con un material que publicó en diciembre del año pasado, llena sus propias salas siguiendo la tradición de shows populares de alto impacto. 

En marzo apareció en la grilla del festival. Cuando llegó su hora, usó un momento del set para llamar la atención: puso una música infernal que por acto reflejo hizo girar y acercarse a los que pasaban. Luego, el comienzo de su show es como la quiniela que sale o sale: suena una pista de ovación de cancha y entra LOUTA al escenario con los brazos en alto como un campeón. Como alguien que sabe que eso que quiere ser, ya lo es. “Mirando bien ya me di cuenta la que era”, canta en “Qué bien que estoy”.

“¿Qué pasa, uach?”, llega Jaime James a un restó de moda en Belgrano, con el tiempo justo para comer e irse a ensayar, vestido de mocasines, pantalón pinzado y una remera que trajo de Tokyo. Allí lo espera parte de su equipo –agente de prensa, manager personal y comercial– y una mesa donde almuerza Zuker, ex DJ de Fuerza Bruta (compañía sucesora de De La Guarda), uno de sus primeros agitadores. Jaime se inició como musicalizador en las previas del espectáculo y ahora ocupa el lugar del líder de PONCHO. También es uno de los organizadores de la fiesta BRESH, conocida por su slogan simple “un fiestón de hitazo tras hitazo”.

El ingrediente madre de LOUTA es música. Jaime nombra como loro sus primeros consumos: “Fatboy Slim, Daft Punk, Gorillaz”, y entonces agrega: “Los Beatles, Caetano, Chet Baker”. Al disco lo compuso entero en la computadora, y en la producción participaron el ingeniero Juan Armani y el joven Tomás Susevich, en formación entre el estudio de Mario Breuer y la universidad de West London. Son ocho canciones multigénero de estructura pop, con todo para ranquear en cualquier parte del mundo: buen sonido, nivel compositivo, gancho melódico, trances locos e identidad. Los beats y efectos son equiparables a los de cualquier hit internacional (lo mismo el video de “FELIX”), pero el espíritu es bien autóctono de argento globalizado. Como letrista y performer, Jaime James es tan desprejuiciado como su música y no resguarda la voz de ninguna monería: la filtra, actúa entonaciones o prácticamente habla con los amigos: “El Ale está tatuado y está comiendo pizza, no es casualidad”, empieza “Cuadradito De Prensado”. Canta tipo latin lover en “Ponetelo Bien”, el jingle de la nueva campaña nacional contra el sida, y roza la ñoñería en “Alto Uach”, que suena como un trap de Rihanna. En un gesto muy moderno pasa de lo cómico a la seriedad, como en ese tema cuando llega el rap estremecedor que ha hecho en vivo en los recitales de Perras On The Beach durante “Turco X”. 

En los suyos, canta la canción delante de una pantalla que proyecta un cielo, detrás de un marco de cuadro que sostienen dos bailarines. La escenografía principal es el propio sillón de su casa, una mesita y unas plantas de plástico. “Quería llevar intimidad”, dice él, que no tiene una historia para todo, aunque sí contó que el nombre LOUTA deriva de la palabra “sabelo”. Tampoco le puso relato a su look retro; durante el show, Jaime no toma agua ni habla con el público: el personaje de chomba no tiene humanidad. “Me fue pasando de resolverlo así. No es que lo elegí por los 50. Yo creo mucho que arrojarse a la acción es el puntapié para tener que resolver un montón de cosas. Y esa resolución permite la creatividad. No creo tanto en la creatividad de la contemplación. Sí de arrojarse a la acción y tener que resolver”. 

Detrás de LOUTA hubo la decisión de un buda y esa decisión fue lanzar un disco. Jaime se lo prometió a su maestro –desde los 19 practica el budismo de la Soka Gakkai–, y lo escribió en una cinta de papel que pegó en la computadora. “Lo que puede pasar cuando un ser humano toma una decisión es infinito”, cree. 

A él lo puso al frente del espectáculo que marcó el año del indie local. En su timeline quedará haber llevado la burbuja de Flaming Lips a Niceto o La Tangente. Tal vez la gran puesta en escena sirva para llamar la atención sobre la música y eventualmente alcanzar más auriculares (las canciones funcionan perfectamente solo en el disco). O tal vez sea la forma que encontró justa para representar música tan variada. “Me copa articular todos los lenguajes, inventar un poco la mía”, explica sin intención de explicar. Lo que llega a contar es la última idea que tuvo: poner un arco de fútbol en el escenario, “en algún momento”. A la meta final Jaime James la puede metaforizar de distintas maneras: meter el gol, ser el mejor artista del mundo, hacer la revolución personal, cazar un jabalí albino. “Por ejemplo, ahora tengo bastantes temas que para mí están buenísimos para el segundo disco. Pero quiero componer más. Y a veces me siento y salen temas y a veces no, pero estoy con el arco y flecha preparados. Yo no tengo ni idea dónde está eso, pero sí está la decisión de cazarlo, entonces cuanto más vaya al bosque, más posibilidades tengo. Confío en eso”, dice el creador de este concepto plástico y espiritual que ya tiene vida propia: LOUTA.