La lección fundamental de la ciencia respecto del caos, en la segunda mitad del siglo pasado, ha sido despertar la necesidad de asumir su presencia en todos los aspectos de la vida; incluso más allá de sus disciplinas. Como advierte Franco "Bifo" Berardi: "nunca debemos olvidar que la actual conformación del mundo contiene muchas posibilidades distintas (en conflicto), no sólo una". O, como afirmó mucho antes Niels Bohr: "Todo es posible a condición de que sea lo suficientemente absurdo". También es cierto que, en los últimos años, la palabra caos ha vuelto a asustar a algunos científicos que prefieren guardarla en la oscuridad y conformarse sólo con el término complejidad. ¿No sería mejor usar el término caos para aquellas vivencias subjetivas que suscitan las acciones humanas en un mundo complejo?
Debemos tomar conciencia de que las diversas "entidades" abstractas que se cruzan, teóricamente entre sí, aportan cada una implícitamente sus distintos "órdenes". Requerir un retorno al "orden" en la plenitud de la interacción de "órdenes" diferentes significa tratar de imponer uno de ellos sobre el resto; frenando así el proceso interactivo que se ha iniciado por alguna razón desde el Origen del mundo y nunca se detuvo salvo en ciertas ocasiones de equilibrio circunstancial.
Son estas ocasiones las que generaron conceptos de "orden" civilizado que se pretenden eternos, más allá de que se encuentran prácticamente con la resistencia de la evidencia cotidiana. Y la civilización occidental fue elaborada y mantenida durante procesos continuos de guerra entre sus partes o por expansión.
La palabra caos no es un gerundio. Aunque, estoy tentado a usar el neologismo "caosiendo" para caracterizarla. Lo excluyo porque está mal visto iniciar un texto con un gerundio (capricho que nunca entenderé) y más si es un neologismo. Si lo hiciese sería para señalar que pertenecemos constitutivamente al caos.
Busco en el diccionario la palabra "gerundio" y encuentro una definición que sobrepasa su uso gramatical para personalizarla en "aquel que habla o escribe en estilo hinchado, afectado inoportunamente. Erudición o ingenio". Y en otro término -gerundiano- alude a lo "hinchado y ridículo". Si bien no pretendo (todo lo contrario) ser un gerundiano, apelo a estas definiciones por la utilización del término hinchado. Por algo, ahora se habla mucho más del caos que antes. Quizás la globalización sea la causa porque, al contrario de la uniformidad que se esperaba, se siguen reivindicando (como hace siglos) naciones, grupos étnicos y religiones.
El caos no nos acontece, sino que formamos parte fundamental de él. Lo que se supone ominoso y terrorífico de aquello que llamamos caos es, en cambio, un carácter constitutivo de la sociedad global e histórica a la que pertenecemos.
Debemos asumir que nosotros formamos parte de él y que implícitamente está dentro nuestro.
Esto no es el comienzo de una definición del caos (dado que pretender delimitarlo es ir contra su permanente transformación). Salvo que dijéramos que es nuestra vida cotidiana desde antes que naciéramos o que adoptáramos el axioma irónico de Stanislaw Jerzy Lec: "Es el orden que fue destruido con la creación del mundo". Nosotros constituimos el caos tanto como el caos nos constituye. Nosotros somos nuestros propios fantasmas. Pero eso, que todos lo sabemos, no lo asumimos.
Suponemos que los culpables del caos son los otros; una concepción equivocada que limita el caos a circunstancias que alteran el orden. El caos está por encima de todas ellas. El caos está en los otros y nosotros somos también los otros.
El gerundio que le corresponde a la palabra caos es existiendo.
Cuando se cree que un orden establecido (llámese cosmos, civilización, monarquía, república, democracia, régimen comunista, neoliberalismo, etcétera) comienza a estar amenazado, se habla de "crisis". Palabra que no deja de suponer otra: caos. En este caso, la crisis atañe a una concepción política y el caos es la vivencia que en la población suscita esta crisis. Como vivimos en un tiempo en el cual todos los órdenes están en crisis, el caos aparece con frecuencia en las conversaciones cotidianas pero con distintos significados. Lo cierto es que tememos lo imprevisible, pero no todo lo que no podemos prever es de por sí catastrófico; por ejemplo, no se consideran catastróficos la mayoría de los progresos científicos y tecnológicos ni los avances en la vida social. Los primeros pueden causar consecuencias imprevisibles para la sociedad, y los segundos resultan casi siempre de luchas reivindicatorias.
El supuesto "fin de la historia", asociado ingenua o maliciosamente a la caída de la Unión Soviética y al triunfo del neoliberalismo, se transformó pocos años después en un pánico general ante lo incierto. (…)
Cuando decimos que una situación compleja es caótica, porque la asociamos con un desorden que está fuera de nuestra supuesta estabilidad, tenemos que tomar en cuenta que esa situación es producto de un proceso dinámico cada vez más acelerado y complejo, en el cual se entrecruzan grandes desarrollos tecnológicos con el accionar imprevisible de los seres humanos. (…)
Mientras estaba escribiendo este libro, en 2020, viví, como casi todo el mundo, una situación muy particular: encerrado largo tiempo en mi casa por precaución debido a la expansión del "coronavirus", una pandemia internacional oficialmente llamada Covid-19.
La pandemia provocó la reacción casi unánime de los países del planeta -aunque de distintas formas, en diferentes tiempos-; una guerra mundial contra un enemigo invisible. Nos encontramos ante la conciencia de lo imprevisible en todos los órdenes. Es hora de entender que el caos no es una situación especial sino un pasado, un presente y un devenir.
Lo propio de la actualidad es el perfeccionamiento sistemático de la corrupción mediante el capitalismo tecnológico. Como señaló el periodista británico Samuel Earle, internet ahora es una vasta red diseñada para capturar nuestro gusto, nuestra atención y nuestros patrones de pensamiento y para dirigirlos por caminos que generan ganancias. El objetivo no es un mundo donde cualquier cosa es posible, sino un mundo donde todo es predecible y adquirible. El ensayista tecnológico Mark Andrejevic, autor de Automated Media, emplea un término provocador para este modo de capitalismo: "Comercio umbilical". Dice: "De la misma manera en que un cordón umbilical satisface las necesidades de un feto antes de que pueda comunicarlas, las plataformas tecnológicas se esmeran para asociar nuestros deseos antes de que los hayamos expresado".
Repito: caos es pasado, presente y devenir. No se trata de pesimismo. Por caos no sólo se deben tener en cuenta los aspectos negativos. Siempre hay que creer en la fuerza del espíritu humano que participa del caos y que depende de él para su asunción. De esta manera, corresponde preguntarse si deben considerarse sólo los aspectos positivos del espíritu humano. Ni el optimismo ni el pesimismo son respuestas válidas.
Simplemente, veremos…
* Fragmento editado del comienzo del libro Asumir el caos - en la vida y el arte, de Luis Felipe Noé (El cuenco de plata; 505 páginas; con prólogo de Lorena Alfonso).