Desde Barcelona

UNO Ya está ahí (porque aquí ya estaba), ya llegó allá (porque hace rato que sabemos de su vida y obra). Y ahora Rodríguez lo comprende... Décadas de películas Marvel/DC no han tenido otro objetivo que preparar a la humanidad --lavando/centrifugando su cerebro-- para aceptar/rendirse al genio/figura y desfigurado ingenio de Elon Musk. Algo así como almizclada cruza entre Lex Luthor (aunque sus fans lo quieran Tony Stark), Dr. Manhattan y (nunca más apropiadamente dicho) X-Men mientras relee su libro favorito: Guía del autoestopista galáctico. Ya saben: el hombre/nombre muy joker y goblin detrás de Kekius Maximus descendiendo del techno-conquistador Robur de Jules Verne con algo de némesis de Bond. Alguien con dinástica prole de once retoños (considera su deber contribuir a la población de un planeta cada vez más yermo) entre los que se cuentan Kai, X AE A-XII, Exa Dark Siderael y Techno Mechanicus. Alguien cuyo objetivo (nada de esas minucias de otros magnates) es la conquista del universo. Ad astra per aspera hasta el infinito y más allá.

DOS Y ahora, además, suerte de rasputiniano consejero en la sequel de Trump prometiendo mejores efectos especiales para el vaciado alien-sin-papeles de USA y la conquista/rodeo de lo que rodea para hacer a América no Big Again sino más Big que Never. Así, expansionismo cuasi inmobiliario hacia Canadá (alguien allí sonrió un "¿Por qué mejor no nos regala Alaska?") y Panamá y Groenlandia y ganas de cambiar eso de "Golfo de México" por "Golfo de América" (alguien comentó con gracia que "el único golfo de América es el propio Trump). Mientras, Musk parece dedicado a cosas más de fondo como la estimulación X-Rated de las ultraderechas europeas. Y siempre con sonrisa tan rara y esos bailecitos aún más extraños que los de su supuesto jefe-a-su-cargo o algo así. Musk casi Twin Peaks (David Lynch R.I.P., poética y justicieramente fallecido en sincro con los incendios de L. A.: él quien siempre vivió tan obsesionado por el fuego). De una cosa está casi seguro Rodríguez (y nunca está de más recordarlo, sin comentarios ni comments: yo no soy este seducido y confundido Rodríguez; Rodríguez es un español medio y cada vez más reducido a cuarto). Y eso es que el posible Apocalipsis durante los próximos cuatro años va a ser más maldito y chinamente "interesante" con Musk/Trump al timón que con Kamala Harris lanzando carcajadas y señalando puertas de emergencia y pidiendo ajustarse cinturones que, se sabe, de poco y nada sirven cuando se cae libremente prisionero de gravedad fuera de ley. Digámoslo así, dice Rodríguez: aunque ambas cuenten prácticamente lo misma misma historia/histeria, la Dr. Strangelove de Stanley Kubrick es mucho mejor y más divertida que la Fail Safe de Sidney Lumet.

TRES Y mucho Musk en todas partes para Rodríguez. Por un lado, en The Morning Show, el voraz sexy-magnate cohetero Paul Marks. Por otro, en Fundación, lo que, seguro, es el sueño más empapado que húmedo de Musk: ese dictador Cleon autoclonado y trino de tres edades al mismo tiempo. Y, por supuesto, la biografía de Musk --firmada por un algo incómodo/inquieto Walter Isaacson ante su sujeto por sus "berrinches" y por la "ausencia de esos receptores emocionales que generan el deseo de ser querido y ser amable"-- de nuevo en puestos de privilegio en librerías. Y Rodríguez se pregunta si no debería comprarla e informarse acerca de aquel quien --aseguran-- podría llegar a ser el dueño de su destino. Por el momento, la hojea/ojea y se entera de infancia sudafricana cuasi dickensiana con psycho-padre déspota y madre edípica (que por esto días luce muy Cruella De Vil); y de cómo acudió a colegios donde el bullying era casi materia obligatoria; y de cómo fue golpeado y pateado aprendió arte marcial y volvió al recreo con revancheros modales de Heathcliff/Dantès/Charles Atlas y... (Del mismo modo en que Stephen King escribió Carrie como novela realista casi sin sospechar que acabaría siendo considerada "de terror", lo de Musk empieza realista para derivar hacia lo político-sci-fi).Y Musk, también, aludido por el talk-shower Bill Maher contando que cuando Musk fue invitado como anfitrión de Saturday Night Live (noche en la que bromeó un "No soy malvado sino incomprendido" y reveló su Asperger que, Rodríguez sospecha, no es otra cosa que un muy personal Muskerger) el ofendido por su presencia elenco no le dirigía la palabra durante ensayos y entre sketchs. Mientras que, cuando la invitada fue Kamala Harris, todos se le abalanzaban entre selfies y abrazos. Y entonces Maher dijo que no podía creer que los cómicos fuesen tan ignorantes como perderse la oportunidad de socializar con alguien tan único y diferente y --aunque no lo expresó así, Rodríguez supo leer entre líneas y oír entre palabras-- mucho más histórico que esa políticamente correcta vicepresidenta ascendida a candidata de emergencia y descendida a perdedora urgente no sólo por mayoría parlamentaria sino, además, por voto popular.

CUATRO Y, de acuerdo, es obvio: el poder que ahora ostenta Musk es demasiado y su influencia excesiva. Pero Rodríguez empieza a cansarse de que los supuestamente buenos de la película --esos bien-poco-pensantes tan cómodos como acomodados-- necesiten invariablemente de un malo malísimo de turno a quien culpar de todo. Así, ahora, los cada vez más ineptos e inconducentes líderes europeos (esos que parecen pensar que el avance de la ultraderecha continental no es consecuencia directa de su ineficacia sino producto de la locura de votantes a los que no saben ganarse democráticamente) anuncian nueva superficial cumbre (y van...) para, como con el cambio climático, discutir/denunciar pero nunca acordar, ahora, los peligros de la Era Musk y buscar fórmulas para desenchufar su influyente red social. Una de esas redes sociales donde pastan influencers y a las que nadie nunca se ha preocupado aún por legislar/limitar y desde las que la influyente Taylor Swift influyó sobre sus fan(ático)s pidiéndoles que votasen a Harris para regocijo autosatisfecho de una progresía cada vez más regresiva o, como mucho, cómodamente instalada/estancada en la idea de que los buenos son automáticamente buenos porque los malos son mecánicamente malos, piensa (y, otra vez, por las dudas: el obnubilado y en las nubes de la Tierra y nebulosas del espacio Rodríguez no soy yo). Y Rodríguez ya sabe cómo sigue: todos esos preocupados nobles poderosos pronto harán impotentes y genuflexas flexiones ante quien sostiene la sartén por el mango hasta, no sin antes romper muchos huevos, que la tortilla se vuelva. En resumen: Rodríguez se niega a tenerle más miedo a los bogey-men y trolls-de-trolas Trump/Musk que a su chequeo médico anual o a la factura mensual de su tarjeta de crédito. Porque eso no es vida, porque eso es la muerte. Aunque, si tiene que ser sincero, Rodríguez no puede olvidarse de temblar ante esa entrevista donde le preguntan a Musk si su ambición es, "sinceramente", la de salvar al mundo; y este responde: "Bueno, yo trato de hacer cosas buenas, sí... Salvar al mundo no es... Es decir...". O de esa otra que le hicieron pocos días antes de la segunda victoria de Trump. Allí, el periodista le preguntaba acerca de quién pensaba que sería el ganador de las inminentes elecciones. Entonces, Musk le sonrió al periodista como a un niño un poco tonto y le contestó: "Esa no es la pregunta correcta... La pregunta que usted debería hacerme es quién pienso que será el dueño de la Inteligencia Artificial que ganará las elecciones del 2040". Y entonces Musk se excusó con un "Discúlpeme, pero estoy muy ocupado".

Y allá fue. Y aquí viene. Ave, Kekius: los que van a sucumbir te saludan.