Desde hace rato que intento comprender la fijación que tiene este gobierno con la ESI. Puedo imaginar la motivación del resto de lxs políticxs, que quieren aprovechar el nivel de aprobación actual de esta gestión e intentan sumarse a las retrógradas ideas libertarias, pero sigo sin entender a los que esgrimen genuinamente la batalla contra una política que fue pensada para proteger a las infancias. 

Se supone que nuestros gobernantes luchan contra la ideología de género, pero es muy evidente que esta ola neoconservadora tiene como objetivo cercenar derechos. Así lo dejó en claro el presidente de la nación la semana pasada, al retuitear una publicación bastante ridícula: «La ESI es una apología a la pedofilia y la pederastia, todo lo que hace es pervertir las mentes de los más vulnerables para ser legítimo el ser abusados. ESI= basura woke». Aunque les resulte inverosímil, esto lo replicó el Presidente de la Nación. Lo paradójico del asunto es que hablamos de la misma persona que en numerosas ocasiones hizo referencias a niños envaselinados y utiliza con frecuencia metáforas desafortunadas. Esto último, extrañamente, no le llama la atención a ninguno de los nuevos paladines de los derechos de los niños.

Afirmar semejante barrabasada sobre la ESI es faltar a la verdad. La experiencia indica que es todo lo contrario. Hay algo que se instaló en el debate público que es necesario desarticular: que la ESI habla de sexualidad pornográfica e incita a les niñes a ser homosexuales o trans. ¡Falso! Y además, es una subestimación por completo a la inteligencia de quienes son educados. 

¿En qué cabeza cabe semejante chatura? Bajo esa premisa yo debería ser heterosexual. Me crié en una escuela pública que desde el primer día no paró de adoctrinarme. Rosa de nena, celeste de varón, las muñecas para las nenas, la pelota para los nenes. Ya hablé bastante sobre las situaciones por las que tuve que pasar: torturas psicológicas, palizas y médicos intentando torcer mi destino, señalando y diciéndole a una criatura en pleno desarrollo que lo que hacía era malo, que estaba mal. Hasta en la Iglesia debía escuchar que ardería en el infierno. Más adoctrinamiento no pudo haber existido y acá me tienen. Nada pudo hacerme cambiar mi sentir. No subestimemos a las infancias y especialmente, no antepongamos nuestros prejuicios para cuidarlxs.

Hay datos estadísticos que valen más que una opinión. Lo relevado refleja lo efectiva que fue la ESI en cuestión de abusos intrafamiliares. Hay cientos de casos de criaturas que pudieron contar que habían sido abusadaso que vivían alguna situación de abuso gracias a los programas que difundía la ESI. Es muy delicado el tema, pero aún más lo que hizo el presidente. Si bien él no escribió el mensaje, se apropió de sus palabras, por lo que no hay duda de que comparte lo que estas dicen.

Por el momento, Carlos Torrendell, secretario de Educación de la Nación, y Mercedes Miguel, ministra de Educación de la ciudad de Buenos Aires, no se han pronunciado al respecto. ¿No es un tema que merece su opinión? En estos días solo la vicejefa de gobierno porteño, Clara Muzzio, se expresó sobre el tema, a propósito de la polémica surgida por la baja de algunas herramientas en la página web del Ministerio para el dictado de ESI. Muzzio sostuvo que se habían reunido con un grupo de familias ante una necesidad de dialogar sobre la ESI. No aclara quiénes eran esos padres y madres, ni nada. ¡Qué bueno que comiencen a escuchar a las familias! En gestiones anteriores, incluso en esta, muchas intentaron ser recibidas por autoridades para hablar del mal estado de los establecimientos educativos, las vacantes escolares, que siempre generan problemas, y no obtuvieron respuestas. ¿Será que lo que importa es otra cosa que no tiene que ver con cuidar a las infancias?

Por otra parte, nadie critica que se propongan cambios. Quizás haya ejes que debemos revisar, discutir, perfeccionar las prácticas, consensuar con las familias. Seguramente existan muchas maneras de mejorar un programa exitoso como el de la ESI. ¿Por qué los contenidos se deberían ver empañados por los prejuicios de quienes los aplican? ¿Por qué privar a las criaturas de información valiosa para su desarrollo? 

Eduardo Galeano expresó una vez algo que me parece atinado para este contexto: “lo más importante es saber escuchar y saber respetar lo que se escucha, saber ver y respetar lo que se ve, porque la única manera de educar es aprender que el que de verdad enseña es el que aprende. Se educa aprendiendo a partir de la certeza de que el otro siempre tiene algo que decir, que vale la pena escuchar, todos tenemos algo que decir que vale la pena escuchar. Yo no le voy a transmitir la verdad de nada a nadie porque la verdad no existe, la verdad es el resultado de una cantidad de verdades contradictorias entre sí que son tan contradictorias como nosotros somos”.

¿No es mejor que lxs chicxs aprendan en el colegio, bajo la supervisión de profesores, a que busquen las preguntas en internet en sitios dudosos? Si les preocupa tanto el futuro de las criaturas, ¿porqué no comienzan por regular los contenidos de las redes? ¿Sabían que sus hijos e hijas tienen acceso a todo tipo de pornografía, juegos que están llenos de pedófilos, apuestas online, redes sociales que afectan su autoestima? ¿No creen que hay algo mucho más peligroso que la ESI contra lo que es necesario luchar? Dicen que les preocupan lxsniñxs y los dejan expuestos a todas estas atrocidades.

Hemos naturalizado ver a niñxs muy pequeños con teléfonos inteligentes y cada vez las postales son más elocuentes: cientos de familias cenado en restaurantes, todxs mirando las pantallas de sus celulares. Esto también es para lxs padres y madres: debemos hacernos cargo y hacer un mea culpa. Hoy con toda la información que hay disponible, ¿le darían un celular a un niño de dos años?

La situación familiar, además, se replica en diferentes ámbitos públicos. Hablando con una amiga docente de primaria me comentaba sobre una de las mayores preocupaciones de las escuelas: lxs chicxs ya no juegan entre ellos, están inmersos cada uno en su mundo virtual. No creo que sacar celulares sea la solución del problema, pero sí considero que los gobiernos, en lugar de querer romper un programa como la ESI, que ha tenido resultados extraordinarios, deberían poner la energía en este asunto. ¿Por qué no trabajar con el mismo ímpetu para combatir este flagelo que de verdad daña a niñxs en todo el mundo?

La ESI no es el problema: son las personas que nos gobiernan que, sin hijxs, nos quieren enseñar cómo educar a los nuestros.