Mircea Cartarescu tiene lectores devenidos fans y detractores que funcionan, involuntariamente, como apologistas de su estilo. Unos y otros podrían utilizar, con diferente sesgo valorativo, los mismos adjetivos para referirse al escritor rumano: desmesurado, megalómano, inclasificable, soberbio, egomaníaco. El último de sus libros publicado en español, Theodoros (editado a fines del año pasado por Impedimenta), confirma y amplifica estos calificativos pero se desmarca, al menos temáticamente, de la tendencia predominante en los anteriores trabajos de Cartarescu. 

El autor de Solenoide abandona, acaso provisoriamente, la marca autobiográfica que venía atravesando sus últimos libros para abordar -cómo decirlo sin caer, también, en el exceso- la Historia Humana. Aquí cabe, de todos modos, restarle potencia a las etiquetas: las ficciones "autobiográficas" de Cartarescu suelen reflejar mundos enteros y abismales, mientras que esta novela "histórica" desata, en forma de torbellino narrativo, los demonios interiores del escritor. 

Cartarescu reconoce que algo de Theodoros se había ido filtrando en sus anteriores trabajos, porque era un proyecto literario que se venía postergando indefinidamente. No es fácil ingresar en este nuevo aluvión creativo del rumano, que arrastra personajes históricos, civilizaciones antiguas, leyendas incomprobables, batallas inventadas y milagros imposibles. 

De Valaquia a Etiopía, pasando por Saba y la Hélade, los escenarios de este viaje no se ajustan a un recorrido lógico, así como no resisten una continuidad temporal. Se presentan, más bien, como elementos de un territorio que concilia el sueño con la realidad, pero para despertar en un lugar aún menos amable: el de la alucinación. Si bien, como se ha dicho, no es fácil ingresar en esta novela, mucho más difícil es salir: hay una deriva épica que acompaña al lector en una suerte de trance. Una epopeya kitsch que no culmina, porque "el mundo no acabará contigo, por muy importante que llegues a ser, sino que una nueva era, llena de intrigas y de sangre, de mentes brillantes y de mentes criminales, de monstruos y de santos, surgirá de la época moribunda, y nacerán miles de millones, y miles de millones seguirán muriendo como si no hubiesen existido, derramándose en lo invisible y lo desconocido de la Vida Eterna". 

Como se intuye, Tudor/Theodoros/Tewodros, el fantasmagórico protagonista de esta ficción, es el instrumento de un autor sin filtros de corrección literaria ni concesiones al canon de estos tiempos. Cartarescu invita a ingresar a un laberinto imposible de desentrañar, como un David Lynch del pasado, venido de más allá de la viejísima  Cortina de Hierro.