La playa está plagada de carritos, un modo contemporáneo de la antigua troupe de barquilleros, con tubo metálico al hombro; churreros, canasta de mimbre al frente de la bicicleta o de a pie; heladeros, con caja de telgopor colgada también del hombro.

La invención de la rueda llegó tarde parece a los vendedores ambulantes playeros. Ahora hasta uno que vende libros tiene su carrito. Choclos, panchos, licuados, remeras, pareos, pelotas, sombrillas. Todo se vende en carrito.

Lo que genera un desfile incesante de neo y pobretonas carrozas, que en algunos casos van decoradas más allá del gesto vendedor, por caso con un submarino rememorando al ARA San Juan que su dueño deja que fotografie con solemnidad testimoniante. Una otra relativa novedad para el vendedor ambulante, playero o no, es el uso de Mercado Pago. Otorgandole al vendedor un cierto halo emprendedor que quizás matice la mala (lo buscavidas) que siempre significó vender en la calle, en los medios de transporte. 


El que vende choclos en la playa lleva directamente una bandera de Mercado Pago. Dramático giro identitario para lo que una bandera significa o ha significado antaño. Robar una bandera al equipo contrario; no bajar las banderas; yo quiero a mi bandera, planchadita, planchadita.


Que Mercado Libre y su versión financiera tengan una bandera que flamea, por más que sea para evidenciar un modo de pago, no deja de golpear en este ojo que observa y se pregunta, qué bandera se baja si se sube esa. Porque el mástil no permite más que una, y a toda asta, más allá de los casos de excepción estipulados. Este escriba, que además de ojos también tiene oídos, no puede dejar de vincular esa mutación claudicante a lo ocurrido con uno de esos juegos playeros organizados por el complejo/parador de ocasión, que bajo el dispositivo "radio abierta" invita a participar a los veraneantes, aburridos o interesados en este tipo de cosas. Al resto, la condena.

Los invita a adivinar músicas de peliculas. Este escucha condenado además de no poder detetectar casi ninguna de las canciones quedó sorprendido que todas pertenecieran a películas de Disney, Pixar o similar, tal revelaba el animador luego que varios por wasap le mandaran las respuestas casi siempre correctas. Las peliculas si bien eran infantiles corresponden al giro totalizador que tuvieron estos estudios hace ya un tiempo, haciendo que tales peliculas sean de consumo intergeneracional. Recuerdo haber llevado a un sobrino a ver Buscando a Nemo, quizas una de estas primeras (sobre)"giradas", donde un personaje era una suerte de Woody Allen con chistes psicoanalíticos. 

Pero más allá de esta esperable y redituable selección, no pudo no merodearme la tan mentada batalla cultural. Que evidentemente se libra desde 1810, por poner una fecha paradigmática, y que ha retornado, una vez más, pero cambiada de signo, al menos del que la enuncia a librar.

El Cine Liberación la había explicitado a fines de los 60 bajo el concepto de neo colonialismo cultural. La Libertad Avanza (curiosamente ambas grupalidades tienen a la palabra libertad en sus nombres: liberarse de qué o de quién es la cuestión) la recupera, incluso como contrapartida al largo uso que le dio más acá el kirchnerismo, paka paka y ley de medios a la zabeca. La derecha no enunciaba tal necesidad de batallar, porque o exterminaba (quema de libros y desaparición de personas) o la guerra se libraba por otros medios. 

Precisamente el cine, la publicidad, la ideología del consumo y el propietarismo no como batalla sino como naturaleza de las cosas. Y allí Disney como el lugar común desde donde divertirse y subliminalmente aprehender formas de conductas y deseos, fue y es lo que siempre fue en estos nuestros países occidentalistas. 

Que Mercado Pago sea una bandera y para un trabajador informal, sí parece ser parte de una nueva batalla dentro de las batallas que implican y componen toda cultura. Enunciada ahora desde el máximo poder, tanto gubernamental como económico y para-estatal. Que Marcos Galperín levante las banderas de una batalla cultural es como que Mickey Mouse y Coca Cola hicieran lo propio, alertando en su caso contra la opresión que les genera la imposibilidad de dominarlo absolutamente todo. Y que esto sea asumido por a quienes las izquierdas y progresismos históricamente no solo defendieron sino que encontraban su razón de ser, conduce a repensar como mínimo las formas del batallar.

Vacaciono en familia en el Partido de la Costa. Playas de clases medias, medias bajas y medias altas (dice el ojimetro sociologik) Y una otra curiosidad la marcan los policías con ropa de fajina. Es decir, como si vinieran o estuvieran por ir o entrar en guerra de forma inminente. No todos, claro, están los típicos uniformes policiales veraniegos con bermudas, pero es la primera vez que veo a los otros. Con los colores de camuflaje, entre selvático y de monte, en un escenario playero, que los hacen más llamativos que mimetizados con el paisaje. Sin duda buscan un efecto persuasivo visibilizante. Camuflados para no pasar desapercibidos. Una paradoja que se enlaza con otra.

Es la Provincia de Buenos Aires, es la bonaerense y hoy está al mando de un gobernador que es casi la única esperanza política progresista. Iba a escribir "esperanza blanca", y es un término peyorativo, aunque políticamente quizás pertinente. En tiempos de un imaginario derechoso ensanchado que la esperanza sea un blanco, rubio, de ojos claros sacando guerreros no-camuflados a la calle no parece una mala estrategia. Que sumada a una buena gestión, decisionismo y creatividad, la espera blanquecina de un neo Juan Manuel augura por lo menos seguir competitivos. 

A propósito, a dos sombrillas de donde estábamos, el Chivo Rossi, nuestro último candidato a vicepresidente, toma mate. A nadie le llama la atención. Ni al de los choclos con la bandera de Galperín, ni al animador, ni a nadie. Un viejo guerrero de esa parecería vetusta institución llamada parlamento, cuyo gobierno no pudo hacer que lxs trabajadorxs no sean pobres, trabajando, perdiendo la única batalla que su/nuestra fuerza política tenía que dar. Rossi, descansa, camuflado hoy en modos discursivos en estado de invisibilización, quizás piense en lo lejos/cerca que quedó todo de todo, esperando al barquillero que según parece no llegará.