El gran cineasta ruso Andrei Tarkovski definía su arte como el de “esculpir en el tiempo”. Ningún otro medio de expresión tiene esa capacidad, que pocos directores aprovechan. Y ninguna otra película –o serie de películas, por caso– parece haber ido más lejos que Los niños de Golzow, una experiencia única en la historia del cine, que abarca casi medio siglo en la vida de sus personajes y su sociedad. Premiada en los festivales de Berlín y Leipzig, esta crónica dirigida por Winfried y Barbara Junge casi no se ha visto fuera de Alemania. Pero a partir de hoy los episodios más destacados de esta saga alemana se exhibirán en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avda.Corrientes 1530), gracias a la colaboración del Goethe Institut y con el auspicio del DocBuenosAires.

Luego de haber sido filmados por primera vez cuando empezaban la escuela juntos en Golzow (región de Oderbruch), en 1961 –pocos días después de la construcción del Muro de Berlín–, las vidas de los “niños de Golzow” tomaron caminos diferentes al cabo de los años. Sus historias –y su visión de las distintas realidades– ilustran una parte de la historia de la República Democrática Alemana. Desde 1990, esta crónica ha documentado la vida en la era pos-reunificación alemana. En 2007, Winfried y Barbara Junge terminaron la serie con la película Siguen viviendo felices para siempre. Una crónica de larga duración como Los niños de Golzow propone a los espectadores verse a sí mismos reflejados en sus prójimos y trazar paralelos con típicos contemporáneos. 

“La idea de esta larga crónica fue de Karl Gass, director del Estudio para Películas Documentales de la DEFA (1917-2009)”, recuerda Winfried Junge. “Habían construido una nueva escuela en Golzow para comunidades regionales. Esto también posibilitaba avanzar diez años en materia de educación en el país. Las escuelas de una sola clase se habían vuelto obsoletas, especialmente en la zona rural de Oderbruch, cuyos pueblos, campos y praderas habían sido devastados en 1945 por la guerra. La premisa era ofrecer a la nueva generación una educación y darle forma activa a la ‘causa socialista’. Los futuros alumnos de primer grado ya estaban en el arenero del jardín de infantes enfrente de la escuela. Nos gustaban. Para hacer una película juntos teníamos que ser amigos. Y seguimos siéndolo hasta hoy”. 

Según el matrimonio Junge, “luego de documentarnos sobre el grupo, la ciudad, la tierra, la agricultura, la historia contemporánea y la metodología de la crónica, decidimos enfocar la historia y los retratos de los héroes individuales con la visión de concluir y hacerle justicia a nuestro ‘trabajo de una vida’. Volvimos al concepto más correcto, esencial y expresivo. El concepto que nos había motivado originalmente: lo biográfico como una posibilidad de reflejar la historia contemporánea a través del destino individual. Alrededor de nueve décimos del material quedaron disponibles para las últimas biografías”. 

Para los Junge, “el objetivo entonces fue enfocar principalmente en ‘cómo’ terminar las historias documentadas, las últimas escenas de las historias individuales antes del plazo final, y en especial las oportunidades y recursos para su distribución. Estas escenas finales responden a las preguntas del público: cómo están los habitantes de Golzow, cuyas vidas hemos contado durante tanto tiempo. Cómo piensan y qué ha cambiado en sus vidas y sus puntos de vista.” 

En la Lugones, se exhibirán once films de la serie (1961-1992), con presentación del crítico, docente e investigador de cine y artes audiovisuales Eduardo A. Russo. El arco temporal va desde el primer año escolar de los niños de Golzow, en 1961, hasta retratos individuales de la mayoría de ellos, cuando ya son adultos y han perdido muchos de sus sueños, pasando por sus años de adolescencia, marcada tanto por el primer amor como por la guerra de Vietnam. El detalle de los films y el cronograma de sus exhibiciones se encuentra en http://complejoteatral.gob.ar/cine