Es inevitable, en algún momento de la charla surgirá el tema, la anécdota, aquel escandalete que colgó como un estigma sobre Giuliano Canterini. Aquel 20 de octubre de 1972, el "Rompan todo" de Billy Bond en un Luna Park ya sumido en el caos se convirtió en una de las historias más meneadas del rock argentino, inicio de la pendiente que lo llevaría al exilio de Brasil y un señalamiento excesivo sobre su figura. "El día que rompimos el Luna Park fue claramente una manifestación popular, una revuelta contra el sistema, contra la cana, contra los militares. Había pasado el Cordobazo, que fue un señal de lo que estaba pasando en la sociedad. Y Tito Lectoure había metido en el estadio a toda una tropa de choque, con escudos y todo", dice hoy. "Después la mitad dijo que yo era un gordo pelotudo, que el rock and roll se había acabado en Argentina... pasaron 50 años y hay 300 mil bandas, hay gente que hace tres Vélez, cuatro, 18 Vélez, hay radios de rock and roll, y han vivido de ese rock que cuatro personajes funestos dijeron que yo había acabado."
El Bondo sabe que la historia lo absuelve. Al punto que el espectáculo que presentará en el Teatro Gran Rex el viernes 31 de enero se llama, sí, Rompan todo. Con Las Bodas Químicas como banda base y un desfile de invitados bien afilados que conformarán una Pesada del siglo XXI, Billy se propone contar la historia de un italianito que llegó huyendo de la guerra y pasó de la música comercial a un rock entonces marginal pero culturalmente potente. Tanto que, cuando en el ensayo al que asiste Página/12 vuelve a sonar "Salgan al sol" -y cómo suena-, el tiempo se disuelve y la canción sigue hablando de hoy.
-Mete un poco de miedo que ciertas cosas no pierdan vigencia, ¿no?
-Fijate, "Tontos" tampoco, "La pálida ciudad" tampoco... bueno, era lo que tenía La Pesada, leíamos los diarios, y sigue siendo lo mismo. Pero lo peor de todo en esa época no era la cana ni los militares: era la gente común, el chofer de taxi que te gritaba "puto", había todo ese sentimiento tanguero que estaba cambiando. Obviamente había represión, censura, pero la policía y los militares creían que nosotros éramos unos hippies pelotudos que pasábamos el día quemando porro.
-En muchos casos no entendían lo que hacían.
-Claro, no la agarraban y no nos tenían en cuenta. Pero tampoco la izquierda, también la izquierda decía "estos tipos son unos pelotudos". Estábamos en una especie de limbo, entre uno y el otro, entre dos fuegos, era difícil sobrevivir. Además teníamos que comer, trabajar, mantener familias, porque éramos hippies pero teníamos hijos, mamá o tía enferma.
-Ahora, ¿eso no ayudó a forjar no sé si identidad, pero como un convencimiento interno, no identificarse con una corriente política, estar construyendo algo que no se sabía que era?
-Sí, nosotros un poco como que nos moldeamos a fuego, nada nos asusta. No soy un tipo que se asusta fácilmente, pero sufrí mucho y esa generación sufrió mucho, entonces aguanta cualquier trompada que te caiga de arriba o de abajo, y es toda una generación que aunque no quieran fue la que dio el cambio. Hay una nueva generación, la línea de los rappers, los pibes un poco más liberales que no tienen una consistencia muy social como teníamos en la época. Son famosos y tienen arrastre y todo, pero no tienen esas cosas de viejo zorro de pelearte con todo, con los militares, de jugarse la vida en la calle. Porque mucha gente moría, no era joda. Pero está bien, no tengo críticas para su laburo, hacen el trabajo de ellos y tienen gran habilidad para tocar tecnología y se expresan a través de ella.
-De todos modos vos no encajás en el molde del viejo rocker que dice "es todo una mierda, música era la nuestra", tan parecido a lo que decían los tangueros de ustedes.
-Me salva que soy comprensivo, inteligente, con la realidad. Cómo me va a molestar si yo empecé así, también los tangueros decían que lo mío no era bueno. No hay que juzgar, hay que ponerse en el lugar del otro, cuáles son sus condiciones para hacerlo. Una cosa es la música, lo que te gusta o no te gusta; a mí John McLaughlin no me gusta y toca de puta madre, es un animal, pero prefiero a B. B. King que toca tres notas, me toca en el alma. Son gustos, yo admiro a toda esa gente, esa pendejada, cómo han asimilado la tecnología... a mí me costaba hacer una cámara de eco, tenía que inventar, grabar baterías en el baño. Entonces no, no es que me guste, una cosa es respetar y otra gustar: Piazzolla no me gusta, por más moderno que sea; me gusta Gardel, Goyeneche, los B.B. King del tango. Pero no me interesa hacer una crítica pelotuda. Yo atravesé el tiempo con humildad. Hay mucha estrella en este negocio, demasiadas estrellas, pero las estrellas de verdad son humildes. Los que se hacen las estrellas son los más pelotudos. Yo tengo la arrogancia de saber mi limitación, no soy Charly García, no compongo como él, nunca seré Luis Alberto Spinetta, nunca seré Fito Páez. Soy la inmensa minoría, soy como un nicho, no tengo éxitos en la radio. Divididos toca "Salgan al sol" y la gente por ahí no sabe que es mía pero es un orgullo para mí, amo a Divididos o La Renga, son como parientes, como primos. Pero la gente informada, que sabe las historias... soy como una carnada, porque tengo mucha información para dar. El público... me conocen los músicos, y los que me quieren van a venir, pero los que no me quieren me van a seguir negando, porque el músico tiene eso de estar arriba de un pedestal y creerse el mejor del mundo. Y los mejores se bajan de ese pedestal.
-Recién en el ensayo se veía mucha camaradería, todos lucían relajados. ¿Se puede recrear el espíritu de La Pesada tantos años después?
-Sí, es el espíritu de La Pesada. Pero cuando me preguntan si estoy "armando La Pesada"... yo no estoy armando nada, La Pesada nunca existió, nunca fue una banda, fue un montón de pibes que se juntaban a jugar la pelota en el potrero. Claro, tenías un Messi, un Maradona, tenías un montón, pero el mercado nuestro era el potrero. No había un "éste es mejor que yo", jugábamos todos juntos. Y yo sigo con ese espíritu, todavía ahora con 80 años, elijo a la gente que tengo que elegir, gente extraña, dos pibes de un grupo, Las Bodas, uno de otro, un pibe que estaba en internet, un violinista que tocaba en el subte, la armónica de Gieco. Me voy juntando más por la emoción que por la técnica, y por la persona. Hay mucha gente que toca de puta madre, pero son unos pelotudos ilustres. Me junto con gente que me dé algo de emoción de vuelta. Reencontrarse con la música de la época y hacer una fiesta.
-¿Pero no intimida un poco tu figura?
-No, en todo caso está claro que no se puede improvisar, que una nota errada me tira un tema a la mierda. Estoy convocando a una fiesta en un teatro, con buen sonido, buenas luces, que se ve bien de todos lados, y no puedo correr ese riesgo de "amor y paz, no pasa nada", no. Soy músico, sé el error, sé si alguien se equivocó la nota, sé qué modelo es esa viola y ese bajo, si la Ludwig está afinada o no. Me rodeo de gente que no va a cagar la fiesta, una gran escudería que me cuida y que toca como la puta madre, una banda de rock impresionante, que es el sueño del pibe también, dos teclados, un bajo, dos baterías, tres guitarras, un violín, una armónica y un coro de seis voces. Subo con todo, y me rodeo con ese caparazón de gente muy talentosa y joven, que tienen entusiasmo y no están cansados de tocar.
-¿Y vos, Billy? 80 años no es joda.
-Yo estoy en buen estado físico. Me preparo para esto, no voy a subir a hacer papelones. Canto como hay que cantar, y a mí no me ves gordo, panzudo, pelotudo, de barba, cayéndome a pedazos y hablando. Ese papelón no lo voy a hacer. Estoy en forma, peso 72 kilos, hago musculación, cuido la garganta, el aire, los pulmones, no fumo, no me drogo. Estoy más cerca del arpa que de la viola, a esta altura no me voy a calentar.
-Vivís en Brasil hace décadas, allá te fue bien, podrías estar en una reposera en la playa... ¿por qué hacer esto? Más allá de que tenés experiencia en montar grandes espectáculos, ¿cómo se mantiene la calma en una puesta así?
-Manteniendo el delicado equilibrio de saber lo que es la realidad. Tener el discernimiento de hablar boludeces cuando hay que hablar boludeces y ser serio cuando se necesita. Yo nunca dejé de trabajar, nunca, en los momentos más locos de ácido seguía laburando, aprendiendo el oficio. El tiempo, la edad, te dan un equilibrio para decir no seas pelotudo, ya no tenés edad para hacerte el boludito, entonces tenés que asentarte. Cuanto más equilibrado estás, más vas a vivir. Yo siempre corrí en carretera, en barro, como Fangio; el día que a Fangio le dieron un Fórmula 1 fue campeón mundial. No digo que voy a ser campeón mundial, pero la satisfacción de subirme a un Formula 1 y llegar décimo, ya está bien para mí. Si llego último no me importa, porque no corro para llegar al primer lugar, no le quiero ganar a nadie. Nunca competí, por qué voy a competir ahora que no necesito la plata. Estoy exento de hacer esto por el dinero.
Las reediciones de La Pesada
En sincronía con el show del Gran Rex, el Instituto Nacional de la Música (INAMU) dio un nuevo paso relacionado con la recuperación del catálogo de Music Hall. Este jueves 23 de enero se formalizará la reedición digital de los álbumes de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll. Las publicaciones, distribuidas a través de AMA, la Agregadora de Música Argentina del INAMU, estarán disponibles en las plataformas digitales justo en el Día Nacional de la Persona Música.
La reedición viene con un plus, ya que Volumen 1 (1971), Volumen 2, Tontos - Operita (1972), Volumen 4 (1973) y la recopilación Lo mejor de La Pesada (1979) fueron sometidos a un concienzudo trabajo de remasterización por el ingeniero Gustavo Gauvry, quien ya ha hecho auténticos milagros con viejos materiales del rock argentino. En breve, además, habrá vinilos: en 2018 ya vio la luz el primer disco, ahora habrá un lanzamiento integral.