Emilia Pérez 5 puntos
Francia/Bélgica/México/Estados Unidos, 2024
Dirección: Jacques Audiard
Guion: Léa Mysius, Thomas Bidegain, Nicolás Livecchi y Jacques Audiard, basado en la novela de Boris Razon.
Duración: 132 minutos
Intérpretes: Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón, Selena Gómez, Adriana Paz, Edgar Ramos, Mark Ivanir, Eduardo Alandro, Emiliano Hasan.
Estreno en salas.
En mayo de 2024 el Festival de Cannes arrojó una bomba sobre México que, 10 meses después, aún genera repercusiones. El estreno en competencia del musical Emilia Pérez, del francés Jacques Audiard, y sobre todo los dos premios que recibió (el del jurado y el de Mejor Actriz, entregado de forma colectiva a las actrices Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón, Selena Gómez y Adriana Paz), desataron la indignación de la mayoría de los espectadores de ese país. La razón: la película tiene como protagonista a un capo narco mexicano que decide realizar una transición de género y ya convertido en mujer crea una fundación para ayudar a encontrar a algunas de las miles de personas desaparecidas por los distintos carteles que actúan en ese territorio.
Aunque Emilia Pérez incluye elementos que vale la pena destacar, como su ritmo narrativo, cierta originalidad en sus composiciones musicales y coreografías, algunas de las actuaciones e incluso su fotografía saturada y tórrida, son muchas las impugnaciones que se le pueden hacer. Algunas de ellas merecen ser discutidas.
Por ejemplo, que una película cuyas acciones transcurren en México y en la que todos sus personajes son nativos sea interpretada por un elenco en donde solo uno de los actores que componen a los personajes principales es de origen mexicano (la citada Paz). Este argumento es un signo claro de estos tiempos, en los que se pretende que los actores solo puedan actuar de sí mismos. Algo que por otra parte, la película intenta respetar en otros casos, como el de Gascón, la actriz trans española que interpreta a la protagonista, tanto en la etapa en la que todavía es varón como cuando ya se ha transformado en la mujer que quiere ser.
Claro que por ese camino, que puede llamarse “de la corrección política”, tampoco evita el trazo grueso. El ejemplo más notorio tiene que ver con la forma en que el/la protagonista funciona como representación del bien y el mal. Mientras es hombre, el personaje construye un imperio basado en provocar daños a los otros, pero ya convertido en Emilia Pérez se dedica a realizar buenas acciones. Lo masculino como monstruoso y dañino, lo femenino como manifestación de lo amoroso y de una entrega que de algún modo remite a lo maternal. Tan elemental es esta construcción, que cuando Emilia vuelve a tener impulsos violentos comienza a utilizar de nuevo su voz de hombre.
Ciertamente, se trata de una película de intensión almodovariana. Pero no solo por cuestiones obvias, como un elenco mayormente femenino, la participación de una actriz trans, las personalidades dobles, los elementos dramáticos que evocan a géneros populares como la telenovela (los culebrones mexicanos) o su pasión por el melodrama. En Emilia Pérez hay algo de La piel que habito, pero también de Madres paralelas y su necesidad de tematizar la desaparición de personas, en este caso durante la dictadura de Franco.
En relación a esta última, ninguna de las dos películas logra abordar el tema con éxito. Aunque las razones son distintas: la política se vuelve más importante que el cine en la de Almodóvar, mientras que la de Audiard realiza un abordaje reduccionista y discutible de un asunto muy delicado. Sin embargo, a pesar de sus formas fallidas, Emilia Pérez logra poner estos temas en la primera plana de la discusión pública y ese hecho, quizás, ya podría considerarse valioso.