Es probable que el nombre de Dagmar Overbye no diga demasiado en esta región del mundo. Pero en Dinamarca es una leyenda, y no precisamente por motivos positivos. No por nada quedó inscripta en la historia con el muy sutil apodo de "Niñera asesina" y generó un cambio en la legislación relacionada con las cuidadoras de menores de edad. Y es que a eso se dedicaba esta mujer nacida en 1883 y fallecida en mayo de 1929, mientras cumplía una condena a cadena perpetua por matar a entre 10 y 25 niños entre 1913 y 1920, incluyendo a su hijo. Overbye es el más cruel de los varios personajes crueles y con segundas intenciones –siempre malas– con que se cruza Karoline en La chica de la aguja, del sueco Magnus von Horn, que integró la Competencia Oficial del último Festival de Cannes y desde este jueves puede verse en la plataforma Mubi.

"No quería que fuera sólo una película social o realista", cuenta el realizador durante la entrevista vía videollamada con varios medios internacionales, Página/12 incluido. Esa búsqueda explica, quizás, lo largo del espinoso camino que se abre ante Karoline (Vic Carmen Sonne) apenas después del fin de la Primera Guerra Mundial, cuando asume que la ausencia de su marido combatiente significa que ha muerto. Al pedirle a su jefe un ingreso extra por viudez, recibe como respuesta un "no": como no hay certificado, le dice, técnicamente no está muerto.

Ni lento ni perezoso, el hombre aprovecha su posición de autoridad para comenzar una relación –tóxica, como todos los vínculos aquí– con ella, que encuentra en él la posibilidad de un techo y comida. "Necesitaba que Karoline tuviera como antenas para captar cada pequeña cosa que sucede a su alrededor y encontrar la mejor manera de aprovecharla al máximo", dice a su turno Sonne, consciente del carácter acomodaticio de su criatura.

El descenso por los círculos del infierno continuará con el ingreso a escena de la tiránica madre del jefe, la vuelta al mundo de los vivos de su marido, aunque en versión desfigurada y con una máscara cubriéndole las secuelas de la guerra, y, la cerecita del postre, un embarazo no deseado para Karoline. Allí entra en escena Overbye, devenida en experta en compra y venta de niños, un negocio por demás lucrativo en un país devastado por la guerra. Filmada en el típico blanco y negro de las películas de época sobre temas importantes, La chica de la aguja se presta a un diálogo frontal con el presente, aunque eso, en palabras de von Horn, no fue buscado ante la hoja en blanco, sino que adquirió forma a medida que se sumergía junto a su coguionista, Line Langebek Knudsen, en las zonas más profundas del proceso creativo.

"Desearía que esta película fuera simplemente una historia del pasado, pero no lo es, y ahí radica el horror del asunto", afirma el director. Y sigue: "Por un lado, está lo que hizo que la historia de Dagmar Overbye me pareciera interesante la primera vez que la escuché, pero también hubo una sociedad y razones alrededor de ella. Dagmar no sólo secuestraba bebés para matarlos, sino que las mujeres venían y le entregaban niños porque no podían lidiar con ellos y no tenían otra opción. En ese sentido, creo que se conecta con aquellos lugares del mundo donde las mujeres todavía no tienen libertad de elección o no pueden tomar una decisión de este estilo por sí mismas porque es ilegal. Ese escenario abre la puerta a diferentes tipos de alternativas en las sombras. La parte de terror de esta historia es que se conecta con el mundo actual. Por supuesto que es diferente, pero vivo en Polonia, donde la mayoría de las leyes más restrictivas sobre el aborto se introdujeron en 2020".

-¿La intención era filmar un drama de época que fuera relevante en la actualidad? ¿O simplemente querías contar una historia vagamente inspirada en una asesina en serie?

Magnus von Horn: -La película se desarrolló durante muchos años y al principio no fue un proceso tan consciente. A medida que vas avanzando y descubriendo el mundo que rodea a la película, empezás a ver conexiones. En un momento sentimos tan fuerte la conexión con el presente que decidimos no subrayar nada. No necesitábamos enfocarnos en eso ni forzarlo porque igual iba a estar ahí y, al final, nuestro trabajo era contar la historia de Karoline. Ella está viviendo esos tiempos, luchando por conseguir una vida mejor y tiene todas estas aventuras que la llevan a conocer lugares distintos y convertirse en personas distintas. Siempre debemos ser sinceros y centrarnos en ella, porque los significados de la película se vuelven aún más fuertes si no intentamos imponérselos a la audiencia. Nuestro trabajo es confiar en el relato y no pensar tanto en los significados.

-Vic, ¿qué fue lo primero que pensaste al recibir el guion?

Vic Carmen Sonne: -Me conmovió muchísimo mi feed de TikTok después de que Trump fuera elegido porque vi a muchos hombres y mujeres jóvenes llorando, realmente asustados y temiendo por el futuro. ¿Qué podría pasar potencialmente con las mujeres si quedan embarazadas? Creo que, como dijo Magnus, ése es el horror. Respondiendo a tu pregunta, lo primero que recibí fue un mail de Magnus en el que sólo me contó un poco del proyecto antes del primer casting. Yo conecté no desde un lugar intelectual ni nada, sino sintiendo una emoción sincera y una suerte de posesión por querer ser parte de esto.

-Karoline atraviesa varias situaciones de tensión, especialmente en la segunda mitad de la película, tanto con su esposo como con su hijo. ¿Cuáles fueron los momentos más intensos del rodaje?

V. C. S.: -Creo que hay una intensidad muy grande en casi todas las escenas, lo cual es extremadamente emocionante para mí. No recuerdo el día, pero en medio del rodaje me estaban haciendo unos masajes y la masajista me preguntó qué había estado haciendo porque pensaba que era deportista o algo por el estilo. No podía entender todas mis tensiones corporales. Las cosas físicas no necesariamente se ven en pantalla, pero me sentía tensa por el estado mental de Karoline. Necesitaba que ella tuviera como antenas para captar cada pequeña cosa que sucede a su alrededor y encontrar la mejor manera de aprovecharla al máximo. Recuerdo una escena en la habitación de Karoline en la que llega Dagmar, que fue muy intensa emocionalmente, pero al mismo tiempo fueron las tres horas más satisfactorias que pasé en un set.

-Magnus, en una entrevista con IndieWire dijiste que no querías que La chica de la aguja se convirtiera en una película de realismo social. ¿Por qué no te interesaba eso?

M. v. H.: -No quería que fuera sólo una película social o realista, sino que debía tener elementos creativos en la forma y el estilo, porque también pensamos la película como un cuento de hadas y queríamos tener esas capas que la hicieran visualmente atractiva. Lo mismo que la banda sonora, el diseño de sonido, los encuadres o los movimientos de cámara: debían hacerla entretenida desde nuestro punto de vista. Eso es algo que ayuda al público a participar en una historia que tiene muchos elementos horribles. Por supuesto que no se trata de endulzar las situaciones, pero sí de convertirlas en una especie de aventura.

-¿Y cuál era tu intención con el uso del blanco y negro?

M. v. H.: -El blanco y negro es parte de la forma y estilo, pero también era muy apropiado para usar como referencia las películas y fotos de la época en que se desarrolla la historia. Y creo que también es una manera lúdica de pensar la realización porque me llevó a ser creativo en lo visual y desafiado como cineasta. Quería crear un estilo inspirador y tal vez un poco fresco para que el público no se sienta libre. Pensemos con qué frecuencia creemos en los disfraces y las imágenes que vemos cuando deberíamos prestar atención al mundo o un drama histórico: nos ponemos un bigote, un sombrero, un vestido y usamos como decorado un papel pintado viejo, y se supone que debemos comprarlo porque todo el mundo sabe que es como un juego. Eso a veces está bien y es genial, pero queríamos lograr una imagen creíble.

V. C. S.: -La primera vez que Magnus me dijo que estaba pensando en hacerla en blanco y negro, yo pensé: "Oh, no, eso es muy aburrido". Unas semanas después, me mostró algunas fotos que había hecho y tuve que retirar lo dicho. Imaginaba que sería como las imágenes una cámara web: todas planas, pero en blanco y negro. Pero el diseño aporta mucha profundidad y valor al entretenimiento.

M. v. H.: -Mucha gente piensa que es difícil financiar un proyecto en blanco y negro. Creo que podríamos haber conseguido más dinero si hubiéramos querido hacerla en color, pero al final la película iba a tener que luchar mucho más para encontrar una audiencia. El blanco y negro la convierte en algo más fuerte.