En Golpe de suerte, último film de Woody Allen, este director insiste en temas recurrentes, como la suerte, el azar, y lo azaroso de la infidelidad.

En 'Golpe de suerte', el jazz rock irrumpe el ritmo adormecido de la vida de los personajes, una combinación entre lo monótono y lo que no cae a pulso. Es en esta juntura que sobresale el tema Cantaloupe Island de Herbie Hancock.

Este director introduce la sorpresa del lado de lo contingente. La pregunta que surge en el film: ¿la suerte se provoca? O ¿la suerte es la contingencia?

En el caso de la protagonista el azar la sacude cuando estando en un matrimonio se encuentra con un antiguo amigo. 

El amor puede ser contingente hasta volverse necesario, posible y saturado de sentido. Pero también un amor puede quedar en la contingencia y no volverse necesario. 

Como un “colpo di fulmine”, amor que golpea en un instante. 

Lacan en el Seminario 20 cita a Arthurd Rimbaud que en su poema, A una Razón dice: “Un golpe de tu dedo en el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía… Tu cabeza se vuelve: ¡el nuevo amor! Cambia nuestra suerte…” 

El nuevo amor invoca una melodía al discurso. Se ama por azar, y esto escapa a la razón.

Está lo azaroso de la contingencia pero el azar no siempre es contingente. Uno de los personajes de este film anula la contingencia, cree que controla la suerte, hace del azar un “destino cierto”, entramado a su propia locura: un goce criminal. 

Pero sobre lo programado puede irrumpir lo contingente.

En la clínica también escuchamos que ciertos sujetos no soportan la contingencia, sujetos que tienen una vida programada en el amor, en el trabajo, en la salud, etc.

Desde el psicoanálisis podemos pensar la contingencia, como lo que incomoda, no está formada por hechos sino que se trata de la emergencia que escapa al sentido del acontecimiento, como tal surge sobre el fondo de lo imposible que provoca la sorpresa. 

En tanto no es algo que imaginemos que sea posible que pase. Lo programado es lo posible, es la repetición de lo mismo. Es lo contrario a la expresión “la suerte está echada” de Julio Cesar que cruzando el río Rubicón está dispuesto al acto y a la contingencia. Este acto se juega en una decisión no calculada en relación al futuro.

Algo puede considerarse suerte hasta que adviene algo que se considera un nuevo “golpe de suerte”, si la suerte golpea es porque no es del orden de lo acomodaticio, sacude la suerte anterior y rompe con la repetición. 

La buena suerte no es menos desconcertante que la mala suerte, es decir, ambas sorprenden. Mala o buena suerte dependerá a quién golpee.

*Psicoanalista. Participante en EOL Sección Rosario.