De nuevo el mismo mantra: “Trump no puede ser tan estúpido” y torpe como para llegar allí y lograr capturar la opinión pública norteamericana, y por lo tanto se considera que es una soberbia intelectual “progre” plantearlo así. Este argumento lo escuché repetido en Argentina con la Cosa que gobierna.
Parece como si estuviera reprimido pensar en qué condiciones una sociedad en determinadas coyunturas históricas tiene la posibilidad de llevar al poder a un fascista oligarca e ignorante.
El fantasma es la operación del sujeto para ocultar el vacío que lo constituye. Es la promesa de una plenitud fallida que provoca una expansión megalómana. De un modo perverso, el sujeto se siente como instrumento de Dios para gozar de los otros como si fueran la escoria que solo existe para tapar agujeros en sus orificios eróticos.
Habría que separar, de una buena vez, el término perversión de las prácticas sexuales y mostrar que estos fantasmas, que combinan a “Kant con Sade” (Lacan), en una nueva relación con los otros, ahora encuentra su oportunidad histórica en el posneoliberalismo y en su realización del fantasma fascista. Los gestos nazis de Elon Musk, en esta perspectiva, no establecen una coincidencia histórica con los miembros del nacionalsocialismo de la Segunda Guerra, pero sí constituyen su apropiación fantasmática.