“Morirás en la mentira”. Ese grito desgarrado que lanzó Caroline Darian a su padre, Dominique Pélicot, en el tramo final del juicio contra él y 51 hombres por la violación por sumisión química de su exesposa, Gisèle Pélicot, se convirtió en el motor de dos hitos personales que hoy la ayudan a sobrevivir: “Y dejé de llamarte papá” (“Et j’ai cessé de t’appeler papa. Quand la soumission chimique frappe une famille”, su título original), publicado este miércoles en España, que escribió para exorcizar el horror de los ataques sexuales padecidos por su madre durante diez años, y los que también habría sufrido ella, y MendorsPas - Stop Soumission Chimique -#NoMeDuermo – Alto a la Sumisión Química-, asociación que creó para prevenir las violencias sexuales por sometimiento químico, y asistir a las víctimas y a sus familias.
“Juntos queremos que las autoridades públicas y la sociedad civil aborden el problema de la sumisión química en el hogar para informar mejor, identificar y acompañar mejor”, anuncia Darian en la página oficial mendorspas.org. “Se trata de un fenómeno poco conocido y ciertamente muy subestimado en Francia. Sin embargo, este tipo de violencia afecta a mujeres, a veces hombres, pero también a niños, incluso bebés o ancianos, y en todos los entornos sociales.”
A poco más de un mes y días del juicio que condenó a Dominique Pélicot a la pena máxima de 20 años de prisión por drogar, violar a su exesposa, facilitar las violaciones en masa y filmarlas, Francia no avanza en la elaboración de estadísticas oficiales que den cuenta de la cantidad de víctimas de ataques sexuales por sumisión química. La baja judicialización de los casos y las dificultades para revelar las pruebas que requerirían, por lo menos, la sistematización de análisis toxicológicos, son apenas una parte de ese vacío institucional. La violencia patriarcal hace el resto, confirman los registros de las organizaciones feministas: se estima que el 80% de las denuncias por agresiones sexuales quedan archivadas. Y permanecen en un limbo las 130 medidas presentadas por diferentes asociaciones para crear una ley integral contra las violencias sexuales.
Insumisas
“El perfil del violador puede estar en la familia, en los amigos”, sigue remarcando Giséle Pélicot en cada entrevista. Caroline se refugia en las palabras de su madre, hechas consigna y graffiti nacional, en el documental “Soumission chimique: pour que la honte change de camp” (“Sumisión química: para que la vergüenza cambie de bando”). Aun cuando describe “el dilema imposible de ser hija de la víctima y del agresor”, aquello que altera su sueño, trastorna su percepción, desequilibra sus modos de relacionarse, de alimentarse, de desear. “Ni siquiera recuerdo al padre que yo creía que era. Miré directamente al criminal sexual que es.”
“El sometimiento químico dentro del hogar es particularmente preocupante porque forma parte de una rutina insidiosa y peligrosa, que puede tener graves consecuencias para la salud de las víctimas”, explica una de las integrantes de MendorsPas, la doctora en Farmacia Leila Chauachi, experta en la Encuesta nacional sobre sustancias químicas.
“Caídas, coma, accidentes de tráfico, pero también problemas de sueño y de memoria, pérdida de peso, síndrome de abstinencia y estrés postraumático. Son complicaciones que se suman a las agresiones sufridas”, enumera Chauachi.
Desde la organización transmiten la necesidad de “saber escuchar la duda, la propia y la de lxs demás”. Refieren a una escucha paciente con los oídos, con los ojos y con el cuerpo, que procuren ese acompañamiento para asistir a las víctimas y denunciar a los victimarios.
“Me siento inusualmente cansada, tiendo a quedarme dormida”, “Tengo lapsos de memoria recurrentes”, “No tengo recuerdos de haber tenido relaciones sexuales”, “No llevaba esta ropa el día anterior”, “Mi café sabía muy raro”, “Nunca lo quise, él lo sabe”, son algunas de las expresiones de mujeres, varones, niñas, niños e incluso ancianxs, “y sus agresores suelen ser conocidos o cercanos a ellxs”, expone la Encuesta anual de vigilancia específica y prospectiva de la Agencia Nacional para la Seguridad de los Medicamentos y Productos Sanitarios (ANSM), un sistema de observación permanente, que controla el uso delictivo de sustancias psicoactivas. Pese a las pruebas, el relevamiento no se traduce en capacitaciones: “Ni los médicos tratantes ni los especialistas están familiarizados con las consecuencias de la sumisión química en sus pacientes”, remarca la médica feminista Ghada Hatem-Ganzer, una de las referentes de MendorsPas y fundadora de la organización Maison des Femmes.
Cuando en 2022 publicó “Et j’ai cessé de t’appeler papa" (editorial Jean Claude Lattes), Darian intentaba desollar el espanto de los sometimientos y las vejaciones en masa perpetrados por su padre contra su madre. Arrebató para sí y para otras la insumisión como bandera contrapuesta a ese término que repele. Este miércoles se publicó la edición española (Seix Barral), donde confirma la oscuridad impensable, relata las informaciones policiales –“…todas ahondan en el abismo de lo imposible, instalándolo en nuestras vidas”-, y precisa lo que debería decirse para empezar a sanar, sin autocompasión, como intenta su madre.
“Las agresiones sexuales se vienen produciendo al menos desde septiembre de 2013, fecha de las primeras imágenes que los investigadores extrajeron de los distintos dispositivos digitales de mi padre. El número de agresores es asombroso: —Setenta y tres, por el momento”, revive Darian en un fragmento.
Sabe que a su progenitor no puede borrarlo de la faz de la tierra, pero sí deshacerse de sus cosas, ésas que la impregnan de tristeza, rabia y miedo. “Retiro sus dibujos y cuadros de las paredes de la casa. Todos los que ha pintado desde que llegaron a este pueblo. Empezando por este cuadro de una mujer desnuda. Lo agarro, salgo a la terraza y quiero estrellarlo contra el respaldo de una de las sillas que hay allí. Se parte en dos y uno de los trozos se da vuelta. El cuadro se llama L´Emprise (El emprendimiento), agosto de 2016. Por la noche, mantengo los ojos abiertos (…).”
Entre los apoyos de diferentes sectores que recibieron madre e hija, sobresale y alarma la carta abierta firmada por casi trescientas artistas, políticas, escritoras, historiadoras, activistas feministas y periodistas, publicada en el diario Libération. “Amigo de la familia, desconocido en un bar o en la calle, hermano o primo, amigo, colega, profesor, vecino: todas las mujeres pueden encontrar tristemente un rostro que les trae un recuerdo traumático entre la multitud de acusados.”