La Vicepresidencia de la República de Colombia como cargo de elección popular fue revivida en 1991, 81 años después de haber sido eliminada por una reforma a la entonces Carta Política de 1886. Las actuales atribuciones constitucionales de esta figura se activan estrictamente en caso de falta temporal o absoluta del presidente, por asignación de misiones especiales o por designación en algún cargo de la rama ejecutiva.
Así las cosas; la relevancia o transcendencia política del vicepresidente de la República depende exclusivamente del tamaño o importancia de la asignación o misión que se le ponga a liderar por parte del primer mandatario. Es el presidente, y así lo corrobora la historia reciente, quien tiene la potestad de hacer brillar u opacar la gestión vicepresidencial.
Lo anterior no es un planteamiento vacío, ni que no pueda corroborarse en hechos recientes. 9 personas han ejercido la vicepresidencia desde 1991. Humberto de la Calle Lombana renunció a su cargo a la mitad del periodo, al tener la convicción de que en la campaña de Ernesto Samper hubo dineros provenientes del Narcotráfico. Una semana después de la dimisión asumió el payanes Carlos Lemos Simmonds, del cual su único hecho notorio fue haber asumido la presidencia una semana ante una licencia por enfermedad del expresidente Samper Pizano.
Gustavo Bell Lemus fue vicepresidente en el gobierno de Andrés Pastrana Arango; en ese cuatrienio fungió como ministro de Defensa y Alto Comisionado para los Derechos Humanos; cargos que coinciden con uno de los más funestos periodos de violencia y vulneración de los derechos humanos de las últimas décadas. El papel del barranquillero paso desapercibido en el marco de un gobierno en el que se exacerbaron y desbordaron todas las expresiones de violencia en el país.
Francisco Santos Calderón fue vicepresidente durante los ocho años del expresidente Álvaro Uribe Vélez, en esos dos periodos presidenciales tuvo a su cargo el liderazgo de la política de Derechos Humanos y la defensa nacional e internacional de la mal llamada “Seguridad Democrática”. Su gestión solo sirvió para minimizar u ocultar los sistemáticos crímenes de Estado cometidos por agentes de su gobierno hoy condenados. Eso sin profundizar en los señalamientos que exjefes paramilitares le han hecho relacionados con su presunta participación en acciones relacionadas con la creación del Bloque Capital de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Juan Manuel Santos Calderón tuvo como vicepresidente en su primer periodo a Angelino Garzón; las continuas enfermedades no le permitieron asumir un rol constante en el Gobierno. Fueron evidentes sus disparidades con el presidente, que se hicieron publicas y que evidenciaron la agenda electoral del uno por reelegirse como presidente, y del otro por ir a unas elecciones locales, que a la postre perdería unos años después para la alcaldía de Cali. Garzón, quien fue formado en el movimiento sindical y en la izquierda terminó tristemente siendo un funcionario diplomático del Gobierno Duque mostrando su carencia de principios y coherencia política.
La vicepresidencia del segundo periodo de Santos la compartieron Germán Vargas Lleras y Oscar Naranjo Trujillo. El primero estuvo cerca de dos años y medio liderando la política de infraestructura; en la que hubo notables casos de corrupción, sobrecostos y obras inconclusas. Por lo que se recuerda al curtido político es por su férrea e infundada oposición a los diálogos de Paz con las FARC en un gobierno que la tenía por principal bandera, y por utilizar las varias decenas de billones de pesos que le puso Santos a su disposición para hacer campaña política a la presidencia inaugurando obras; estrategia política que a la postre, no le fue efectiva porque ocuparía el cuarto lugar en las elecciones presidenciales siguientes. Terminó el periodo de Santos el exgeneral de la policía Oscar Naranjo quien contribuyó a mantener la institucionalidad de la Fuerza Pública en medio del proceso de paz; pero que no fue determinante en la inacción social del Gobierno de Santos, que desatendió buena parte de la agenda social de la nación por considerar que la guerra solo se resolvía con la entrega de fusiles por parte de las FARC.
Capítulo aparte merece Marta Lucia Ramírez la vicepresidenta de Iván Duque. Demostró a lo largo de su gestión su inmenso clasismo y la doble moral de las élites del país que ella encarnaba. No declaro el hecho que su hermano estuvo condenado por narcotráfico en los Estados Unidos; y solo supo victimizarse frente a los señalamientos en contra de su esposo por tener una sociedad con un reconocido narcotraficante y exparamilitar. Sus intervenciones desentonaban un Gobierno desatinado que minimizó con ella al frente las reclamaciones sociales de los sectores mas vulnerados. Con todo eso, la señora Ramírez termino ese periodo fungiendo de Canciller.
Ahora bien; ¿con base en qué juzgan mal a la actual vicepresidenta Francia Elena Márquez Mina? Los antecedentes de quienes han ostentado este cargo no son dignos de ser enarbolados como democráticos. Mientras varios de ellos han tenido bajo su control sectores importantes del Estado con ingentes recursos como la infraestructura, los derechos humanos, la defensa nacional y las relaciones internacionales; a la señora Márquez, le entregaron un decreto muerto para que a partir de ahí creará una institución y asumiera las políticas públicas de los segmentos poblacionales que nunca estuvieron en la óptica estatal. Adicionalmente, como perla, se le entregó a la señora Márquez un cumulo de misiones y funciones para que intervenga el Pacifico, sin plata y sin contar que las intervenciones en esa región del país no se pueden marginalizar de la agenda del Gobierno Nacional como ha pasado hasta ahora; hasta en este gobierno que no entiende que los problemas de los pueblos asentados en el Pacifico requieren reparaciones históricas y no simples obras de infraestructura.
*Abogado y Magíster en Educación. Coordinador del Equipo de Trabajo de Medellín en el Proceso de Comunidades Negras (PCN). Colombia.
Publicado originalmente en www.diaspora.com.co