La asunción de Donald Trump como presidente de los EE.UU. parece ser un hito que marca un cambio de época, donde el globalismo predominante en las últimas décadas sucumbe frente a un creciente nacionalismo en las potencias occidentales.
Las causas profundas del cambio se pueden interpretar como una reacción defensiva de las potencias occidentales frente al emerger de China. La potencia asiática combina un potente desarrollo tecnológico y productivo facilitado por la industrialización de Asia en el marco de las cadenas globales de valor, una amplia extensión territorial y poblacional, con una fuerte independencia cultural, política y militar respecto a Washington.
Ello amalgamó en occidente a una porción de la clase trabajadora industrial que perdió empleos y derechos sociales en la reconfiguración productiva de la globalización, con empresarios que temen no seguir siéndolo ante la competencia asiática, junto a una burocracia administrativa y militar cuya hegemonía global empieza a ser cuestionada.
El descenso social, tanto en la vida de un individuo como de una potencia, suele desencadenar enojos que fueron capitalizados por el discurso agresivo de una nueva derecha, que cabalga triunfante montada sobre el impacto comunicacional y en las formas de hacer política que genera la actual revolución digital.
Nueva época
La nueva época desembarcó en nuestras tierras con un presidente distópico que ocupa el papel de personaje gracioso dentro de la nueva derecha occidental, tal como suele suceder con los actores latinos en las comedias sajonas.
La nueva derecha criolla combina la agenda antiprogresista de sus padrinos del Centro, con un colonialismo cultural y geopolítico donde prima la sumisión a los EE.UU. como interpretación del interés nacional. En materia de política económica externa, ello se traduce en un liberalismo que busca priorizar la integración con occidente --Milei declaró que busca firmar acuerdos de libre comercio con EEUU y Europa-- por sobre Asia.
Esa agenda coincide con la estrategia defensiva de grupos como Techint, que ante la incapacidad de competir con los tubos chinos busca replegarse en un bloque occidental protegido de la competencia asiática. En el mundo financiero, donde la primacía del dólar y Wall Street sigue siendo abrumadora, también ven como natural la opción occidental, así como en el sector energético donde siguen pesando fuerte empresas y mercados occidentales.
La situación es más confusa para el sector agropecuario, cuya producción compite con la norteamericana y tiene en Asia sus mercados más dinámicos. Este rubro ha visto deteriorar su rentabilidad por los bajos precios internacionales y la apreciación cambiaria, recibiendo como consuelo una baja temporal de retenciones.
“EE.UU. no necesita a Latinoamérica, ellos nos necesitan a nosotros”. La contundente frase de Trump no pudo ser más de la política exterior de nuestro gobierno rogando el apoyo del flamante presidente para recibir un crédito del FMI. "Por la plata baila el mono", señaló tiempo atrás quien lo vió bailar al ritmo de un organillo en una esquina.