La guerra es la continuación de la política por otros medios, decía von Clausewitz hace mucho tiempo. ¿Y si el teatro también lo fuera? Es una pregunta que posiblemente se hizo el artista Federico Polleri unos veinte años atrás, cuando era un estudiante de letras en la Universidad Nacional de Mar del Plata, activista de izquierda y participante de un taller de teatro que en aquel entonces consideraba simplemente como un juego.

“Cuando con un grupo de compañeros militantes y artistas tomamos en 2006 el actual Centro Cultural América Libre en el centro de Mar del Plata, se me cruzaron los caminos. Arte y política convivían todos los días en el espacio, fueron años de muchísima actividad y de una intensidad abrumadora. En ese marco, conformamos un grupo de producción teatral, que aún hoy se mantiene, La rosa de cobre, integrado por Belén Manetta, José Luis Britos, Carla Rossi, Esteban Padín, Alejandro Arcuri, Pablo Guzzo y Juan Ignacio Echeverría. Tomamos el nombre de nuestra primera obra, que estrenamos ahí en 2009. Fue la primera que escribí. Me interesaba problematizar el rol del artista en los procesos de transformación social, y partí de los Siete locos de Roberto Arlt, pero no hice una adaptación. La obra pone en escena una situación ficticia -el secuestro de Roberto Arlt-, jugando a que fue eso lo que lo inspiró a escribir su novela”.

Polleri se entusiasma: “Como dijimos alguna vez en un programa de mano, no creo que el teatro cambie al mundo, pero puede ayudarnos a mantenernos despiertos. Yo pienso que a la realidad la cambian las personas, las organizaciones sociales, políticas, las comunidades que resisten y crean formas alternativas de vida en común. El teatro independiente contradice la cultura neoliberal: frente al individualismo extremo de este tiempo es un arte de grupo, frente a la aceleración y el productivismo es una experiencia que camina al tiempo de la tierra. Mauricio Kartun lo define como el “humus” de la cultura y no tiene en su centro la búsqueda exclusiva del beneficio económico, sino la experiencia única del “convivio” real, físico, entre público y artistas. Para este tiempo de hipercapitalismo, el teatro -tal como lo practicamos nosotros, me refiero al movimiento de teatro independiente- es una actividad inútil, en el mejor de los sentidos, y a mí eso me seduce muchísimo. ¿Por qué hacemos teatro entonces? Yo creo que es, entre otras cosas, porque nos erotiza la existencia”.

La Rosa de Cobre trascendió hasta llegar a salas más amplias, aquellas impulsadas desde el ámbito público. Pero no se detuvieron ahí. Como decía un ex presidente,  fueron por más. “En 2013 hicimos El escapista, que está situada en el´55, momento bisagra de la historia argentina. Eran épocas en que me interesaba pensar al peronismo, era un contexto de contraofensiva conservadora luego de la década de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner”.

En 2018 llegó Ensayo sobre el miedo, obra que además de escribir, dirige. “Para ese momento yo venía leyendo a intelectuales que trataban de entender los cambios de la época en un sentido anticapitalista o decolonial. Bauman, Byung Chul Han, Bifo Berardi, Rita Segato, Enrique Dussel, entre otros. Digamos que mi preocupación/obsesión pasó a ser cómo enfrentarnos a lo que Segato llama el mundo de las cosas, de qué manera enfrentarnos a un mundo que nos baja los umbrales de empatía a niveles extremos, que juega y opera con los miedos sociales, que expulsa lo distinto, que transforma nuestra noción del tiempo en algo completamente diferente al tiempo precedente, etc. La obra cuenta la historia de un grupo de sobrevivientes a un apocalipsis social, encerrados en un refugio. La idea de los personajes y sus diversas patologías vino por un concepto del psiquiatra Elvio Sisti, quien denomina a las enfermedades psíquicas propias de esta época como capitalismopatías”.

Todavía no había ocurrido la pandemia. Pero ya aparecía la pregunta clásica en aquellos que queremos transformar el mundo: ¿Qué hacer? Y el dilema recurrente: ¿Conservamos lo conquistado o salimos a reconstruir algo nuevo?

La obra tuvo mucho éxito. Además de las presentaciones locales, representaron a la ciudad en la fiesta regional y provincial del Teatro, organizadas por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. También, durante los últimos años, tuvieron la oportunidad de compartirla en Festivales Internacionales de Teatro en Ecuador, Venezuela, y recientemente en Milán, Italia, donde recibieron una Mención Especial en el marco del premio internacional “Il teatro Nudo” de Teresa Pomodoro, en el que participaron junto obras de diversas partes del mundo.

Luego vino “Exodo, ensayo sobre la masculinidad”, otra búsqueda de Polleri, esta vez con un grupo de actores con quienes trabajó durante un año, cruzando el teatro documental con la deconstrucción colectiva, personal y política. Se trató de un ensayo teatral de no-ficción que abordó las tensiones de la masculinidad en el marco del patriarcado. La editorial del Instituto Nacional del Teatro publicó en formato libro la experiencia en el 2022, con prólogo de Rita Segato. Es muy interesante e imprescindible su lectura.

Polleri sigue los caminos que le indica su deseo de transformación social y no se limita a los escenarios: integra la Dirección de Contenidos Audiovisuales de la Universidad Nacional de Mar del Plata, una de las pocas Universidades que producen cine en este momento. Hace tres años estrenaron la “Memoria que habitamos” en el festival internacional de Cine de Mar del Plata. La película aborda el crimen de Silvia Filler, una estudiante de arquitectura de primer año que fue asesinada por la CNU en 1971, mientras participaba en una asamblea. Se presentó en Festivales internacionales de cine de Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina, Italia y España con mucho éxito. Y desde hace unas semanas está subida a www.cine.ar.

“Ahora estamos abocados a la postproducción de un nuevo documental que se basa en el crimen de quien fuera la decana de la Facultad de Humanidades en el año 75, María del Carmen 'Coca' Maggi”. En ambas, Polleri escribió el guion, realizó la investigación y parte de la producción.

Le pregunto acerca de su militancia actual: “Mi compromiso está con los movimientos sociales, en particular con el Movimiento de Trabajadores Excluidos y la UTEP. Doy cursos de formación en economía popular y organización comunitaria para cartoneros, cocineras de comedores populares y merenderos, fruteros, feriantes, obreros de la construcción, trabajadores rurales”.

“¿Quién resistirá cuando el arte ataque?” se preguntó una vez el Flaco Spinetta. Polleri parece haber tomado el guante de ese interrogante y se ha convertido en un importante referente del teatro político.

“Mark Fisher recupera una reflexión de Fredrick Jameson, cuando dice que actualmente es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Que esa clausura de la historia es un bloqueo en la imaginación política, en tanto ha instalado la idea en el sentido común de que el capitalismo no solo es la única opción viable (el famoso “no hay alternativa”, de Tatcher y los neoliberales), sino que es una estructura inevitable y natural. Bueno, yo creo que el arte puede ayudar a desbloquear la imaginación política de una sociedad. Por ahí es un objetivo desmesurado, puede ser, pero algo de ese esfuerzo tiene que haber en nuestras obras”. Y promete no detenerse.

“Ensayo sobre el miedo” se presentará nuevamente este verano en Cuatro elementos, Alberti 2746, el 20 de febrero.