Decir que Miguel Briante murió en 1995 implica afirmar, ante el aniversario redondo, que desde hace tres décadas se extraña lo que podría haber escrito si un accidente doméstico en su General Belgrano natal no hubiera apagado su vida a los 50 años. Es como la frase que recuerda Billy Wilder en el funeral de Ernst Lubitsch: "Lo peor de que se haya muerto es que no habrá más películas de Lubitsch".

Al momento de fallecer, Briante (al que muchos lectores del present equizás llegaron por la semblanza que de él trazó María Moreno en Black Out), era una de las firmas más reconocibles de PáginaI12, un notable cuentista (seguramente de los mejores que tuvo la Argentina en la segunda mitad del siglo XX), el autor de una única y admirada novela (Kincón) y un periodista que se había convertido en uno de los principales críticos de artes plásticas en el país.

Un niño terrible

Como Manuel Puig, Briante fue un escritor surgido del interior de la provincia de Buenos Aires cuya obra tuvo la impronta del pago chico. En un caso General Villegas, en el otro, General Belgrano, donde el escritor que hoy tendría 80 años nació el 19 de mayo de 1944.

La precocidad literaria fue una marca en Briante. Con apenas 17 años, en 1961, presentó su cuento "Kincón" al segundo Concurso de Cuentistas Americanos que organizó la revista El escarabajo de oro. El cuento consiguió el primer premio. "Primero fue como si despertara de un sueño vacío sin imágenes. Luego, la sensación de ser una figura vacía, apenas un pensamiento gestándose en algún lugar, lentamente". Así comienza el texto que dio a conocer a una nueva voz, la de Briante en la piel de Bentos Márquez Sesmao.

La influencia de Rulfo, Onetti y Faulkner, sin caer en la imitación, se hizo visible en 1964 con la aparición de Las hamacas voladoras. El primer libro de cuentos de Briante incluye a "Kincón", además del relato que da título al volumen (y que Álvaro Abós leyó en clave policial al incluirlo en su antología El crimen perfecto); y sobresalen dos textos abiertamente políticos sobre las asonadas militares de 1955, en los que hay alusiones pero no se menciona a Perón: "El héroe" y "Otro héroe". El primero cuenta el bombardeo de Plaza de Mayo desde la perspectiva de un aviador naval; el segundo es el golpe de septiembre a través de los ojos de un soldado sublevado en Córdoba.

El flamante escritor comenzó su derrotero en el periodismo. Pasó por las redacciones de Confirmado, Primera Plana Panorama, además de escribir en el diario de la CGT de los Argentinos. En 1968 apareció su segundo libro de cuentos, Hombre en la orilla. Por esos años cimentó su amistad con el cineasta Jorge Cedrón, para quien escribió los guiones del corto El otro oficio y los largos El habilitado y Por los senderos del Libertador.

De Kincón al Recoleta

En 1975, la voz de "Kincón", el cuento, se expandió en Kincón, la novela. Años después, tras la muerte de Briante, C. E. Feiling, lector entusiasta de la novela, apuntó que "Miguel fue el único que se le animó a Borges, y a través de Borges a Hernández y Lugones, a todo lo que tiene algún sentido llamar 'literataura argentina'". La muerte del negro en Martín Fierro, reelaborada por Borges en "El fin", suma un eslabón en Kincón. "Para los que pregonan que Miguel 'escribió poco', vaya la prueba de que reescribió a Borges, puntuó de otra forma el eterno duelo a cuchillo", señaló Feiling, otro clásico contemporáneo.

1983 fue el año de los cuentos de Ley de juego. Para entonces, Briante ya estaba volcado al periodismo en El Porteño, con crónicas notables, como su viaje a ver a los pueblos originarios en el noreste. La vuelta de la democracia lo encontró en Tiempo Argentino, donde la crítica literaria le fue dando cada vez más lugar a la crítica de artes plásticas.  Considerado uno de los principales críticos de pintura, sería asesor del Centro Cultural Recoleta entre 1989 y 1990, cuando fue designado su director. Estuvo en el cargo hasta 1993, año en que apareció una versión corregida de Kincón y que incluye como apéndice, además del cuento, "El retorno del brujo que pinta", crítica publicada en 1969 en la revista ARTiempo, y que relata la experiencia del artista plástico Alberto Cedrón en el Mato Grosso, lo cual entronca con el clima de la novela, ambientada en el paisaje natal del autor. 

Desde 1993, y hasta el fatídico accidente, Briante se dedicó con intensidad a PáginaI12, donde escribía desde el nacimiento del diario. Después de su muerte apareció el volumen Al mar y otros cuentos, en 2003.

El periodista que se asomó a la ESMA

Un año más tarde, vio la luz Desde este mundo, la antología que reúne buena parte de su obra periodística entre 1968 y 1995 (y que se complementa con el más reciente Entrevistas, que reúne diálogos de Briante con escritores y plásticos). El noble género de las antología periodística puede dividirse en tres tipos: las que arman los autores; las que prepara un tercero en vida de autor; y las póstumas, como la que organizaron Luis Chitarroni y la viuda de Briante, Michèlle Guillemont.

De todos los textos de ese volumen, de enorme variedad en sus temas y su registro, hay uno que es impresionante, y que llevó a Briante al terreno del periodismo de investigación: "El Embajador de la nada". Presentado como "cuento periodístico", apareció en septiembre de 1991 en la revista Delitos y castigos, dedicada a la crónica policial. Su tema: la desaparición de Héctor Hidalgo Solá en 1977, durante la dictadura. 

De origen radical, al momento de su secuestro era embajador en Venezuela. Lo secuestraron cuando volvió al país, en medio de la interna de los militares. Al diplomático se lo llevó un grupo de tareas de la Armada, pasó por la ESMA y nunca más se supo de él. El hecho involucraba al almirante Emilio Eduardo Massera.

Apenas recuperada la democracia, Claudio Vallejos, chofer del vicealmirante Rubén Chamorro, director de la ESMA mientras era un campo de concentración, admitió haber participado del secuestro como parte del Grupo de Tareas 3.3.2. Briante llegó a él y reconstruyó su voz, que se alterna con el relato de los hechos. Fue, acaso, la primera vez que un represor habló en primera persona sobre la represión ilegal. 

Risas antes del final

El 18 de enero de 1995, ateniéndonos a la cronología de Desde este mundo, Briante publicó su última nota, una semana antes del accidente. Los lectores de PáginaI12 se desternillaron de risa con "Moria según Lévi-Strauss". Habían coincido en tiempo y espacio la publicación de Mirar, escuchar, leer de Claude Lévi Strauss con el habitual sainete de la temporada de verano, esta vez a a cargo de Moria Casán, que había metido a su entonces pareja, Luis Vadalá, en el elenco de una obra teatral en la costa.

Con total desparpajo e irreverencia, Briante fue capaz de encontrar los vasos comunicantes entre el libro del antropólogo y el escándalo de la vedette a partir de las nociones de estructura y articulación en una nota desopilante. "No se vaya, don Strauss. Las articulaciones continúan", se cierra el texto de quien 34 años antes había iniciado su carrera con las imágenes difusas al comienzo de "Kincón". En el medio, quedó una obra potentísima y vigente.