Haroldo Conti, Sandro, Leónidas Gambartes, Gogó Andreu, las terribles consecuencias de la dictadura cívico-militar-eclesiástica de 1976, las voces en los Juicios por la Verdad, las cartas perdidas durante la Guerra de Malvinas, la marcha del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo en 2001, un ritual ancestral en la cordillera peruana, la lucha de los pueblos afectados por la minería a cielo abierto, historias de infancia narradas en un lenguaje universal. Estos son algunos de los tópicos presentes en la retrospectiva de Miguel Mato que puede verse por estos días en OctubreTV de manera gratuita.

Mato se define como un "autodidacta" y un "contador de historias". Fue director de cine publicitario hasta 1999 y actualmente dirige sus propias producciones, tanto documentales como ficcionales, aunque no le gustan demasiado esas etiquetas. También dirige programas televisivos para Argentina y el exterior, co-dirige el Festival Internacional de Cine Político (FICIP) y es jurado en festivales de cine nacionales e internacionales. Cuando se le consulta cómo recibió la noticia de esta retrospectiva, dice: "Es muy grato que a uno lo convoquen y le propongan revisar lo que uno ha hecho para tener una mirada más amplia".

En relación a sus proyectos, Mato aclara que no documenta cualquier cosa: "No documento algo porque me pone contento, tampoco creo que esté mal hacerlo de esa manera. Hay dos películas mías que resultan divertidas porque están en otro tono: la de Sandro y la de Gogó Andreu. De alguna forma se alejan un poco de lo que suelo abordar generalmente: los temas político-sociales". Aún así, detrás de estas biografías Mato suma elementos asociados a la realidad de la época en la que vivieron estos personajes entrañables de la cultura popular.

Más allá de las convenciones del cine documental o de ficción, el director explica que en sus películas utiliza "elementos de ficción, de animación y del documental puro y duro" y apunta: "No me especializo en cine documental pero sí busco historias vinculadas a lo real: historias personales o sucesos". El origen de un proyecto puede estar en cualquier lado: en una noticia publicada en el diario, en la anécdota narrada por un amigo o en una escena televisiva que dispara otra cosa. Sólo se requiere una mirada atenta. Una modesta proposición (2001), por ejemplo, se desarrolló a partir de una urgencia: denunciar el hambre en el territorio argentino. "Surgió la necesidad de hacer una película que contara el por qué del hambre y la lucha de los pibes", comenta Mato, y dice que tanto esa película como Nunca Más. Prohibido olvidar (1992) son dos abordajes más bien clásicos en su obra.

"Yo tengo una mirada política e ideológica sobre la vida, entonces hay un compromiso personal. En el contexto del 2001 estábamos en una gran crisis, en Argentina morían casi 90 pibes por día a causa de inanición", recuerda. "Ya en 1999 fui a charlar con Alberto Morlachetti, un referente de Avellaneda que ya falleció, y estaban en los preparativos de la marcha de chicos desde La Quiaca hasta Buenos Aires. En ese momento no pensaba hacer una película sobre la marcha, en realidad estaba preocupado por el tema del hambre y apareció eso".

Otro ejemplo de cómo las historias emergen de manera intempestiva es Apurimac (2019). Mato se había exiliado en Perú y ahí se enteró de la existencia de un grupo de comunidades que tejían un puente colgante, algo que le llamó la atención inmediatamente y adquirió nuevas connotaciones con el tiempo: "Ese dato reapareció cuando empecé a ver que en el presente la construcción de lo individual estaba por encima de lo colectivo. Me pareció una buena idea reivindicar algo en lo que yo creo: la construcción colectiva. Entonces me vino lo del puente a la cabeza".

El cineasta asegura que "las películas te guían en la búsqueda de recursos" y describe su quehacer a partir de los desafíos narrativos: ¿cómo contar algo de manera atractiva, cómo generar climas, mostrar hechos o personajes y capturar la atención del espectador? Las herramientas son múltiples. En Apurimac hay tan sólo 42 palabras en quechua. "Esa película está hecha fundamentalmente con banda sonora e imágenes reales que filmamos durante 30 días en la montaña con las comunidades, pero no hay entrevistas. Cuando decidí armar el equipo de rodaje convoqué a Daniel Mitre, un artista sonoro argentino-venezolano-boliviano. Necesitaba alguien que pudiera impregnarse de los sonidos y las sensaciones de ese ambiente sin necesidad de poner 'El cóndor pasa' porque estamos en la montaña".

En la retrospectiva hay varias películas de personajes: Gambartes (2004), Haroldo Conti, homo viator (2009), Hambre nunca pasé. Gogó Andreu (2010) y Yo, Sandro. La película (2018). Para el director, "cada personaje representa varias cosas: sentimientos, una mirada estética sobre la vida, una mirada ideológica, una buena narrativa". Desde su perspectiva, Conti es un escritor con una narrativa maravillosa y, aunque no tiene un discurso político formal, sus historias son totalmente políticas. Con Sandro hay una historia un poco más autorreferencial: "Pertenezco a una generación que cantaba los  Beatles y Rolling Stones, pero también Sandro. En el barrio me reputeaban porque era sinónimo de lo berreta. Tuve la oportunidad de trabajar para él en un espectáculo y pensé que podía haber mucho material, empecé a preguntarme por qué era un ídolo popular, por qué la gente lo quería tanto y por qué los colegas lo respetaban".

A la hora de encarar películas de personajes, Mato se siente convocado por las preguntas que surgen alrededor de ellos. Del legendario capocómico Gogó Andreu descubrió su faceta de compositor mientras oficiaba como jurado en el Carnaval de Gualeguaychú; allí coincidió con el músico Esteban Morgado, quien lo llevó a las sesiones de grabación en el estudio de León Gieco donde Andreu registraba su disco. Y en Rosario descubrió la obra del pintor Leónidas Gambartes, quedó obnubilado y tuvo la oportunidad de charlar con su hija, la directora de teatro y ópera Betty Gambartes, para reconstruir su biografía. De esos elementos variopintos se nutre esta retrospectiva.

Sobre la situación actual del sector cultural, Mato cita un texto de Pompeyo Audivert ("Es el miedo, nada más que el miedo") con el cual acuerda plenamente y declara: "Este gobierno tiene puesta la mirada en lo que entienden que es un cambio cultural para el cual necesitan destruir la cultura. Ya vemos lo que acaba de pasar en Davos, el ministro de Justicia dice que van a derogar la figura del femicidio y este fin de semana un grupo de pibes de San Isidro fue a destruir un mural sobre los 30 mil desaparecidos en un Falcon verde. Es muy fuerte. Hay un proyecto que supone la destrucción de nuestra cultura y de cualquier posibilidad de tener un relato propio: el cine, el teatro, la música, las bibliotecas. Hoy los funcionarios sostienen que no es necesario hacer películas porque ya existen las de Hollywood y no es la primera vez que se dice esto: Ralph Hayek también lo dijo durante el macrismo".