“El medio es el mensaje”.
Marshall Mc Luhan
“El miedo es el mensaje”.
Bullrich Mc Pato
No me animo a decirle, querido lector, que tengo miedo. Y si no me animo, es de puro miedo nomás. Y si me pregunta usted a qué le tengo miedo, me animo a decirle, parafraseando a Freud, que el verdadero miedo es cuando uno no sabe a qué le tiene miedo. “Lo siniestro –decía don Sigmund–, es cuando lo familiar se vuelve extraño”. No sé cómo definía él la situación inversa (o sea, “cuando lo extraño se vuelve familiar, cotidiano”), pero sospecho, aunque mi alemán anda flojo de papeles, que debe ser algo siniestro, también.
Cuando el Autoritario Electo de todos los argentinos manda a los zurdos a temblar no puedo permitirme ni medio segundo de alivio por el hecho de que suelo escribir con la mano derecha, patear con pierna derecha, y votar a la…, ¡uy, no, ahí metí la pata!
Y no puedo darme ese microsegundo de relax, no puedo sentirme momentáneamente exceptuado del tembladeral obligatorio, porque, por más diestro que yo fuera, ¿quién me asegura que a la hora de los tremblings no miren todo en un espejo, donde la derecha… se ve a la izquierda?
Recuerdo aquella anécdota: los nazis recién habían tomado el poder, y lo llaman a Fritz Lang para que filmase una película. Él les avisa: “No sé si soy el director conveniente para ustedes, miren que yo soy medio judío”. A lo que responde J. Goebbels: “Somos nosotros los que decidimos quién es judío y quién no lo es”. De la misma manera, ya sabemos quiénes son los que decidirán a quién le toca temblar y a quién no. Y si nos atenemos a lo que hicieron cuando detectaron quiénes éramos “la casta”, todo me hace pensar que sus criterios selectivos no son de lo mejor.
Ahora bien, si el oficialismo asusta, si los sedicentes héroes de hoy se parecen cada vez más a un neoliberal que se olvidó de tomar la pastilla, la oposición, o su inexistencia, asusta más todavía. Porque se supone que, como todos somos humanos y, como tales, imperfectos, existen sistemas de control que nos ayudan a no pasar ciertos límites que podrían dañarnos a nosotros mismos o a terceros. Pero parece que estos sistemas son solubles en dinero, o bien alguna extraña enfermedad les impide reconocer la agresión al organismo y, por otro lado, hace que se autoataque.
A la hora de discutir, “la importancia del mijo en la nutrición del canario” o “las probabilidades de revolución en Carajovia del Norte” o “quién es el ser humano más cruel de este año, que seguramente será galardonado con el Nobel de la Paz, a ver si reflexiona” parecen ser temas más importantes que el odio nublacerebros que se ha expandido por el planeta con más voracidad que la Covid 19, y que probablemente provoque muchas más víctimas que el virus.
Por si esto fuera poco, uno de los que hacen el papel de los más poderosos del mundo (los poderosos de verdad saben que la manera de seguir siéndolo es que nadie se entere de quiénes son) concurrió a la función especial del Capitolium Circensis del 21 de enero, y no tuvo mejor idea que levantar el brazo derecho extendido (y no era para rascarse la axila con la mano izquierda). Este hecho recorrió el mundo e indignó a millones de seres, seras y seros bienpensantes, que sorprendentemente no se habían indignado aún con los múltiples gestos y acciones previas del susodicho, quien había mostrado su simpatía por la supremacía de unos pocos por sobre los demás cada vez que tuvo la chance de hacerlo (y con los recursos que tiene, las chances son muchas).
No sorprende que al autor de “no hay plata”, “son niños envaselinados” o “tiemblen zurdos”, entre otros conceptos filosóficos, ese gesto no le haga mella. Bueno, un poquito sí, pues deberíamos recordarle que él suele hablar de convertirse al judaísmo, y quienes solían hacer ese gesto con el brazo derecho fueron responsables del genocidio de millones de personas, muchísimas de las cuales integraban el sector del que él se propone ser parte.
Todo esto me da más miedo aún. ¿Y si escuché mal, y en lugar de “zurdos” dijo: “¡tiemblen, absurdos!”.
¡Ay! ¡Y el Licenciado A. se me fue de vacaciones al inconsciente!
Sugiero al lector acompañar esta columna con el video estreno de Rudy-Sanz “Nos lavan la cabeza”: