¿Hasta dónde excita el escándalo? ¿Por cuánto tiempo el chisme del verano engancha y cumple la fantasía de eyección de la realidad en vidas ajenas?. El entramado mediático y judicial alrededor de la vida de Wanda Nara y Mauro Icardi desborda como lava de un volcán desde hace al menos 15 años, como plot points televisivos y clímax: aparecen engaños, aventuras amorosas, muchísimo dinero, vida de futbolistas consagrados y familias blancas y millonarias que embelesan en tiempo real. Pero el desborde no se detiene, entran a jugar, entre filtraciones de audios y videos, los niños -hijos e hijas de los protagonistas- para que pique el rating de la tarde. Las fundaciones de derecha que defienden el lema "Con los chicos no", no se suben a ninguna cruzada por evitar la exposición de niñes en el escándalo. ¿Qué miramos y hasta donde se quiere ver?
La historia puede capturar un público desprevenido que no sepa que la trama comenzó en el 2008 cuando Wanda Nara se casó con un futbolista en alza, Maximiliano López, que tenía un fan que se llamaba Mauro Icardi, que luego fue futbolista y con quien forjaron una enorme amistad que terminó cuando Wanda y el amigo de su esposo tuvieron un amorío. Antes del pecado de la infidelidad, el matrimonio de Nara y López dio como fruto la llegada de tres niños varones, hoy adolescentes.
¿Cómo es que Icardi era el nuevo novio de Wanda, si era el mejor amigo de Maxi López? Boda millonaria y la obligación de dejar el celular en la entrada para que los secretos no se develaran. Carruaje tirado por caballos blancos y dos hijas más para concretar el emblemático ensamblaje familiar. La calma no duró casi nada: Wanda Nara y Mauro Icardi entraron en lo que ellos mismos llaman “una relación tóxica”, dimes y diretes,
infidelidades y terceros en discordia. La escena se completa con las
respectivas parejas de ambos, Elián Ángel Valenzuela --L-Gante-- y Eugenia Suarez, que completan el tablero que
tiembla porque cada quien, por su parte, suman prole propia y de matrimonios anteriores.
El verano trajo una nueva intervención al escándalo y fue el involucramiento de hijos e hijas menores de los personajes de la historia. En la era de la filtración de chats y audios, algunos medios expusieron la voz de los menores discutiendo o llorando frente a las peleas de sus padres y madres famosos, que lejos de bajar el tono, siguieron escalando la espectacularización de sus vidas.
El resguardo de las infancias no tiene tanta cabida en los escándalos, lo que engancha es mirar vidas inalcanzables con conflictos propios de las novelas tradicionales, que perdieron su cupo en la pantalla chica dándole el lugar de privilegio al escándalo mediático sin protección al menor. La preocupación por la exposición de las infancias y la exhibición de sus dolores por los conflictos familiares, no parece ser un problema: el foco está puesto en observar cómo todo erupciona.
“Sus maniobras me parecen fantásticas, si yo tuviera millones y 20 casas también pongo a dos tipos a pelear por mi”, dice la Youtuber Ale Marin en un video jocoso en el que intenta resumir la historia. Para generar adherencia, el escándalo mediático requiere tomar partido por alguno de sus protagonistas -¿de que team sos?- y generar empatía. Se fantasea con una vida de millonarios entre mansiones y viajes por el mundo, sin que la duda sobre el carácter de ficción o realidad gire alrededor de las especulaciones. Ya no importa tanto si es una historia real o no: es un entretenimiento que desempolva viejas fórmulas.
Las filtraciones de chats y videos llegan al mercado central del chisme como papa caliente; las y los conductores de los programa de la tarde traen la primicia y la historia da un nuevo giro. Estalla el chisme y cruje el morbo. Los secretos develados, el llanto en un audio de WhatsApp y una fórmula de antaño, la de la telenovela. “Hay una trama dramática capaz de sostenerse a lo largo de 300 capítulos, que toman meses en emitirse con una regla básica: los obstáculos constantes que impiden la felicidad, y un poco de suspenso para que nadie abandone la trama”, dice Sergio Ramírez, escritor nicaragüense en un ensayo sobre la telenovela latinoamericana.
Lo inalcanzable de la felicidad puede que no encastre tan bien en las proyecciones de vida y fantasías de niños y niñas. En plena campaña electoral del 89´, Carlos Menem dijo una frase en relación a los niños, que también picó alto en el rating : "Voy a gobernar para los niños pobres que tienen hambre y los niños ricos que tienen tristeza", decía el riojano a poco de inaugurar su primera presidencia. Una memoria de los noventa en pleno auge de la telenovela.