“Los cuentos kollas de Santusa Iskay, Haniunkataya y Ricardo Folser”, son historias que surgen desde la memoria, la imaginación y la resignificación de Milagro "Pachacutec" Domínguez, nacido en Cuesta Azul, municipio de Nazareno, en plena Puna salteña.
Para llegar a esta localidad que resguarda historias inmemoriales habrá que ir hasta La Quiaca, en el extremo norte de la provincia de Jujuy y la Argentina y desde allí, comenzar a subir los cerros, superando caminos zigzagueantes, de cornisas, precipicios y filos.
El camino alcanzará los 5050 metros sobre el nivel del mar, donde el Cerro Fundición será el pico máximo que proponga la travesía. A partir de allí comenzará un abrupto descenso, en el que el pueblo de Nazareno se observa de forma casi perpendicular descendente, dando la sensación de imposibilidad de arribo a aquella población amurallada entre cerros.
El terreno complejo y la dificultad en la llegada es una de las constantes para quienes viajan a Nazareno, algo que pareciera una metáfora de aquel pueblo, algo así como que quien quisiera llegar, tuviera que ganárselo, tuviera que estar verdaderamente preparado para hacerlo.
Pero esta complejidad también se puede entender como fortaleza y resguardo de conservación en cuanto a valores, costumbres y tradiciones, como forma positiva de estar un tanto al margen del voraz mundo y su tiempo acelerado.
En esta inmensidad natural y ancestral se crió Milagro, quien acaba de editar su segundo libro, el cual gira en torno a historias que escuchó de los mayores durante sus andanzas en la Puna.
A la espera de la presentación en sociedad del segundo libro de Milagro, surge esta charla.
-¿Cómo fue tu infancia entre cerros y quebradas de la Puna?
-Cuesta Azul era una comunidad que de pronto tuvo una escuela, entonces eso a Milagro Domínguez, que nació por ahí, lo hizo empezar a dudar de muchas cosas. Recuerdo que encontré un libro donde hablaba sobre los apellidos españoles y encontré que Domínguez era un apellido español, entonces de pronto empecé a dudar. Eso sucedió en una escuela bastante aislada porque no llegaban los caminos carreteros en ese tiempo. Recuerdo que la primera vez que conocí la ciudad fue a los 8 años cuando tuvimos que ir hasta La Quiaca a hacer el enrolamiento, entonces tuve que caminar un día hasta un lugar que se llama Quebrada Colorada y de ahí en camión hasta La Quiaca, con todo lo que conlleva para un niño que no estaba acostumbrado a viajar en camión, vómitos, mareos. Pero cuando conozco La Quiaca y me doy cuenta de la existencia de la ciudad, me pareció algo maravilloso, sobre todo me pareció maravilloso el mercado porque de pronto estaba en un lugar con un montón de colores, lleno de frutas y verduras. Mi infancia fue la de un niño empezando a darse cuenta de que había otras poblaciones, otra forma de vida, poblaciones más grandes, gente con otras características fenotípicas y siguiendo con la duda sobre los orígenes, creyendo por momentos que era descendient de españoles, pero después dudando sobre eso también, pensando el por qué portamos el apellido Domínguez, algo que me acompañó hasta grande, cuando empecé a entender por qué tengo el apellido Domínguez, siendo de poblaciones originarias.
-¿Y por qué crees que lo tenés?
-He visto que en nuestras propias comunidades, cuando han empezado a hacer el registro de personas, se han cometido errores, equivocaciones y se han inventado apellidos para algunas personas. He presenciado casos de gente que cuando los padres portaban un apellido, a los hijos les ponían otro, y en algún momento también les ponían apellidos a partir del nombre originario; por ejemplo, una persona se llamaba Aucapiña, le ponían de apellido Aucapiña. Después había otros que tenían que ver con los encargados, con los patrones, con los dueños de finca , o por una invención o de capricho de los encargados del Registro Civil. En otros pueblos indígenas, por ejemplo, la población wichí, me han relatado casos de personas que le han puesto incluso apellido de próceres. Esto en algunos de los cuentos aparece, personajes que también dudan. En mi pueblo hay varias familias de apellido Domínguez pero no son familias entre ellas, entonces es probable que a muchas personas en algún momento les pusieron Domínguez y por eso se han ido generando distintas generaciones Domínguez que no son familias cercanas.
-¿Cómo empieza tu relación con las historias orales? Tienen mucho que ver con lo que relatás en tus libros.
-Capaz que tiene que ver con la curiosidad propia de algunas personas, o capaz tiene que ver con la influencia cercana de padres, abuelos y personas que también le gustan los relatos y les gusta contar relatos. Tal vez nuestras comunidades, nuestra cultura es más bien oral, tal vez los relatos era un modo de enseñar. Mi mamá y su mamá, o su abuela, también tenían el mismo método porque lo que creo que lo que hacía mi mamá cuando me contaba algún cuento era que estaba queriendo hacerme partícipe de un evento pedagógico. Alguna vez, cuando estuvimos de vacaciones fuera del tiempo de escuela, los niños cuando comen en la escuela de las comunidades se acostumbran a comer comidas más sazonadas, con más condimento, que al paladar de un niño parecen más ricas, más apetecibles, y cuando vas a la casa se come tal vez comidas más saludables y más sencillas sin tanto tanto condimento. Entonces a veces los niños cuando no hay escuela no quieren comer porque están extrañando la comida más sazonada, y recuerdo que estaba medio delgado en ese tiempo y bueno, mi madre queriendo que su hijo comiera un poco mejor, y ahí me contó la historia del Catorcino (superhéroe andino que se caracterizaba por comer catorce platos de comida), y yo esa vez quise ser como el Catorcino y empecé a comer más. De hecho, una vez me comí cinco platos, soñaba con comer como el Catorcino y comer catorce platos.
Otra vez nos mandó a juntar leña y nos pidió que no arrancáramos las raíces, a mí me lo me cuenta en la historia que está en el primer libro, en el cuento del Hatum Hampatu, Gran Sapo. Entiendo que también me está enseñando a que no hay que cortar las raíces y es sencillamente por la cuestión de que si uno corta las raíces de un arbusto como la añawa o sarkaris, esas plantas después no van a rebrotar. Entonces creo que mi mamá siempre tenía algún cuento para contar, pero siempre lo hacía con alguna intención pedagógica, y creo que esa cuestión de contarme historias me llevó a buscar nuevas historias, otros relatos. Así empiezo a buscar en la comunidad, entendía que otra forma donde podía encontrar relatos era en algunos libros, y de hecho un libro que siempre tengo presente y que encontré en la comunidad se llamaba “Setenta veces siete”, de Dalmiro Sáenz, con varios cuentos que los recuerdo.
-¿Cuando se te ocurre la idea de transformar la oralidad y volcarla en papel?
-A los 17 años me hice dirigente de las comunidades, y por supuesto que uno de los objetivos de la organización es recuperar y revalorizar la cultura andina y entre ello, esa cultura que está en la oralidad, en los relatos. Entonces son cosas que uno iba haciendo siempre, pero cuando mi mamá falleció tomé la decisión, dije, “no puede ser que a veces nos contamos cosas y se mantienen entre nosotros a través de la oralidad, pero por ejemplo, cuando mueren los mayores no lo registramos, y mucho más con lo mucho que ella sabía y que no me había contado, se fue con ella”. Y ahora, por ejemplo, también falleció mi papá y ahí me quedó pendiente lograr que me cuente todo lo que sabía de quechua, por que él en la comunidad Cuesta Azul o incluso en las comunidades de Nazareno era de las pocas personas mayores que tenían mayor conocimiento del quechua, y era muy valioso porque era un quechua más local. Ahora, por ejemplo, cuando se trabaja con la Educación Intercultural Bilingüe (EIB) en los terciarios de Nazareno e Iruya, donde se dictan carreras de maestro intercultural bilingüe o de maestro de enseñanza primaria con orientación en EIB, empezaron a dar algunas materias de quechua y tuvieron que traer profesores que no son quechuas locales, sino personas que son de Bolivia o de Perú, que sin desmerecer, nosotros decimos que estaría bueno empezar con una base de un quechua más local. Entonces uno de los que estaba presente era mi papá que lamentablemente falleció y perdimos mucho por no registrar. Entonces cuando murió mi mamá dije “no puede ser que estas historias se pierdan, tienen que ir quedando”, y me animé a escribirlas.
-Conversando más concretamente sobre el libro. En la presentación te definís como un autor originario, ¿qué significa esto para vos?
-Creo que la idea de esto es que la sociedad conozca también que personas de los pueblos originarios, que provienen de culturas más orales, han tomado la decisión, están decididos a contar, a compartir la cultura, los relatos, lo que va quedando de la lengua materna también de un modo escrito. Y también que el que tiene contacto con el libro y dice o ve que es un autor originario conozca de qué pueblo se trata y de esa manera también vaya conociendo que el ser originario, el ser indígena, no es todo lo mismo. No es lo mismo un poblador originario kolla que un poblador originario wichí o guaraní. Entonces creo que uno cuando se presenta debe decir no solo que es poblador originario, sino que es de tal nación, creo que hay que determinarlo porque también pasa que la gente que no está al tanto de esos temas, o que no se interesa demasiado, empieza a creer que todo lo indígena, toda la población indígena, son lo mismo.
-Si tuvieras que contarle a alguien que no leyó tu segundo libro, que aún no lo pudo hojear, ¿De qué se trata?
-En este segundo libro creo que se mantiene la intención de compartir, de convidar, de contar en modo de relato de cuentos toda la espiritualidad, la cosmovisión, la cultura del Pueblo Kolla, y me atrevo a decir que estamos haciendo una introducción al modo de sentir y de pensar que tienen las poblaciones indígenas, en este caso del Pueblo Kolla, donde es muy parecido en toda la zona de Nazareno, Iruya, Los Toldos, Santa Victoria, Orán en cuanto a la cultura y la idiosincrasia, toda una zona que está unida con este modo de organización llamado Qullamarka. En este segundo libro ya tenemos relatos más contemporáneos, podríamos decir de dos personajes que también van dudando, van aprendiendo a partir de lo que le queda en su memoria de los relatos que también les han contado sus madres, sus abuelos y van dudando y reflexionan en relación a la presencia de otras culturas, de otras religiones que se han integrado de alguna manera en sus comunidades, entonces van teniendo experiencia, van teniendo relatos, van contando de acuerdo a esa situación. También al leer este libro se van notando algunas fricciones entre lo que sería la espiritualidad más propia andina y la espiritualidad católica en este caso.
-El libro está organizado en doce capítulos que representan los meses del año, pero comienza por junio, ¿Qué significado tiene?
-En este caso no sabía cómo organizarlos y justamente, un día cercano al 3 de mayo, cuando estaba observando la chakana, la cruz andina, ahí pienso, “claro, tengo que organizar todo de acuerdo a cómo organizaban nuestros ancestros, con el ciclo agrícola ganadero”. El calendario andino debía empezar con el solsticio de invierno, el 21 de junio y por eso el libro empieza con un relato que tiene que ver justamente con el 21 de junio y concluye con relatos en el mismo mes. En esa búsqueda y organización me ha guiado la cruz andina, la chacana, que son símbolos importantes para las comunidades, para la población kolla. Y creo también que de esa manera puede servir para el trabajo en las escuelas con la Educación Intercultural Bilingüe. Esperemos que este nuevo libro sea valioso en ese sentido, o al menos sirva como material con el cual puedan trabajar.
-Hablando del idioma, del rescate, en una de las primeras hojas del libro decís que elegiste incluir palabras, vocablos y regionalismos de lengua materna. O sea que hay una intención de fortalecer el quechua desde tu literatura.
-Tanto en el primero como en el segundo libro voy agregando palabras en quechua y aymara que todavía tienen uso en nuestras comunidades, aunque cada vez hay un uso más reducido, pero hemos notado también que cuando los dirigentes, cuando en las escuelas, en los libros se empiezan a ver y repetir estos vocablos, comienzan a entrar en la conversación de la personas. Y la intención es que cuando un niño lee en algún libro en su casa o en la escuela, lea un relato que contiene palabras en quechua y aymara, vaya a la casa y hable con los padres, con la madre, con los hermanos, con los abuelos intentando que todo esto siga presente y no se vaya perdiendo. Estoy trabajando también en un librito que por ahora tiene el título de “Resabios del quechua y aymara en Nazareno”, donde la intención es contar sobre todas estas palabras, frases, que siguen presentes, como una intención de que sea un aporte a recuperar y que no se pierda.
-Hay una frase que me llamó la atención y que la nombrás como de la cultura andina, "las desarmonías, el dolor y la muerte, son necesarias para volver a la armonía”. ¿Porque elegiste esta frase?
-En la cultura andina entendemos que es así. Por ejemplo, yo he estado pasando últimamente por cuestiones muy difíciles con la cuestión laboral, con la cuestión personal, ha fallecido recientemente mi papá, y uno siente mucho dolor, que es lógico, pero también he ido en mi interior peleando con esta cuestión de entender que según la cosmovisión andina, la enfermedad, la muerte, es algo también que puede pasar, algo necesario que puede ocurrir para volver a la armonía. La armonía no significa de que todo es bonito, lindo y lineal, sino que a veces es necesario que haya desarmonías para volver a la armonía. Y hablando de la muerte, es algo que curiosamente yo he trabajado bastante en este segundo libro, de hecho incluí una foto en la contratapa donde estoy con mi papá, porque en estos últimos tiempos he empezado a charlar un poco más con él, y él entendió que la estrategia que habían tenido su papá, o él mismo, de no contar mucho sobre la cultura, sobre la lengua materna, tal vez era necesario dejarla de lado y empezar a contar. Empecé entonces a tener más relación con él en ese sentido, con mi papá contando más. Entonces incluí al final una foto con él, pero cuando decido ponerla, y viendo que él estaba un poco enfermo, empecé a pensar que tal vez podía ocurrir la muerte de él, y efectivamente ocurrió. No le pude mostrar el libro físico, pero uno entiende que la muerte no termina ahí, y que él en su modo ya de alma, lo va a estar viendo. Entonces es lógico el tema del dolor, pero que tiene que ver con la cultura católica, ese modo de ver la muerte tiene que ver con la cultura católica, porque contaban los abuelos que en otros tiempos se despedía a los difuntos, al alma de los difuntos, cantando y bailando. Entonces es algo con lo cual personalmente estoy lidiando, estar triste o despedir el alma de un modo más contento y alegre. Es una cosa extraña, pero así lo siento, así lo lo pensamos muchos andinos.
-¿Por dónde soñás que transite este segundo libro?
-Me gustaría mucho que lo puedan trabajar en las escuelas sobre todo las comunidades kollas de Nazareno, Santa Victoria, Iruya y Orán, como lo menciono en la introducción. En relación a eso estoy bastante contento, satisfecho, porque el primer libro se ha trabajado bastante, se ha tomado como material de trabajo en distintas instituciones y también en el municipio de Nazareno, y eso me alegra mucho porque pensé que me iba a costar, porque como dicen los católicos "nadie es profeta en su tierra", pensé que eso podía pasar también, pero poco o mucho, el libro se ha trabajado en las escuelas y espero también que esto pueda servir no solo para compartir relatos, cuentos, o para disparar la imaginación, sino también es el compartir el marco jurídico propio de las comunidades. Siempre digo que en los relatos están contadas las leyes orales que tienen las comunidades, en los relatos están, por ejemplo, cuando hablamos de la señora Coquena, o del taita Coquena, cuando hablábamos de que las vicuñas no se cazan, significa que nosotros entendemos eso como una ley, como marco jurídico propio de las comunidades. Entonces los relatos no son cuestiones así nomás para la imaginación, sino que tienen presente la espiritualidad, la cosmovisión, los relatos dan cuenta la relación que tienen las personas con su ambiente. Entonces, si bien la intención es que se pueda trabajar en lo colegios y que lo puedan leer las personas, también saber que hay que entenderlo como una apuesta política, porque queremos que otras personas entiendan, sientan como nosotros sentimos, como nosotros pensamos en relación a la naturaleza, al medio ambiente, al defender el territorio con todo lo que eso significa, con sus lugares sagrados, que sepan que el poblador originario intenta justamente mantener esa armonía, ese equilibrio con su ambiente. Así que la intención es también que las personas entiendan como nosotros nos relacionamos con la naturaleza y en algún momento digan "hay que apoyar la lucha de las poblaciones originarias en defensa de su territorio".
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