La literatura de Mariana Enriquez llega al cine, después de que hace muchos años -en los noventa- apareciera una versión cinematográfica de su primer libro, Bajar es lo peor, de Leyla Grünberg, sin estreno en salas comerciales, sólo en el Bafici. La virgen de la tosquera, dirigida por Laura Casabé, con guion de Benjamín Naishtat, tendrá su premiere mundial este lunes 27 en el Festival de Cine de Sundance, donde integrará la competencia internacional. Los fanáticos argentinos tendrán que esperar: todavía no se difunde el dato de cuándo se la podrá ver en el país. Un film que estuvo a punto de no ser terminado -el vaciamiento del Incaa irrumpió en medio del rodaje- llega entonces al encuentro de cine independiente más relevante a nivel internacional.

"Es importante que una película de cine argentino, cualquiera sea, tenga este tipo de visibilidad", dice Enriquez (ver aparte). A punto de tomarse el avión hacia Utah, Casabé conversa con Página/12. Se le notan la ansiedad y el entusiasmo. "Es espectacular ir a Sundance, es la mejor casa posible para esta película, porque históricamente es el festival de cine independiente más importante. Me parece genial porque hay una fuerte campaña de desprestigio al cine como lo hicimos nosotros: un cine de autor. Fuimos independientes, no tuvimos a nadie que nos dijera cómo teníamos que escribir y qué personas teníamos que elegir para que protagonizaran la película. Han desprestigiado de una manera feroz la forma en que trabajamos y han venerado la industria norteamericana; y está yendo una película independiente a estrenar al corazón de la industria norteamericana de cine independiente. Es significativo. Vamos a ir a hablar, a decir concretamente lo que pensamos", expresa la realizadora. La virgen... es su tercer largometraje de ficción. Ganó el premio "mejor dirección" en el Festival de Sitges por Los que vuelven, de 2020.

Basada en dos cuentos del libro de 2009 Los peligros de fumar en la cama -"La virgen de la tosquera" y "El carrito"-, la película transcurre en un verano caluroso, a inicios del nuevo milenio, meses después del estallido de 2001. Esto es lo que anticipa la sinopsis: Natalia, Mariela y Josefina, tres inseparables amigas que viven en un suburbio en las afueras de la capital, recién terminaron el último año de escuela y se enamoran de Diego, un amigo de toda la vida. Pero él elige a Silvia, una treintañera de la capital que viene de viajar por Latinoamérica. Con la ayuda de su abuela, Natalia prepara un conjuro contra la pareja. No le funciona, pero una cualidad desconocida se despierta en su interior, lo que deriva en un crudo desenlace. Como el cuento que da nombre al film la historia sucede en los alrededores de una tosquera. "Está buenísimo que encontraron una tal como a la que yo iba de adolescente", revela Enriquez. En ese paraje extraño de un suburbio campestre, entre los basurales, se esconde una laguna misteriosa. Concluye el texto de la sinopsis: "En ese sitio desolado, la banda de amigos pasará las tardes bajo el sol rabioso de un verano que los cambiará para siempre".

El elenco está compuesto por Dolores Oliveiro, la española Luisa Merelas, la mexicana Fernanda Echevarría, Agustín Sosa, Isabel Bracamonte, Candela Flores, Víctor López y Dady Brieva, en participación especial. La película se realizó en coproducción con México y España y, entre otros reconocimientos, fue seleccionada como mejor proyecto en el Festival de Sitges.

-¿Cómo es llevar el universo de Enriquez al cine?

 

-Me genera muchísimas sensaciones diversas. Cuando me acerqué a Enriquez en 2019 para pedirle los cuentos todavía no había salido Nuestra parte de noche. La vez que nos juntamos me habían pasado su mail y le escribí... Por supuesto que ya era una escritora muy reconocida, pero me pude juntar con ella a tomar un café y recuerdo, como dato fan, que tenía una resma con correcciones y me contó que esa iba a ser su próxima novela. Que la película fuese a partir de un trabajo suyo nos abría puertas. Conforme pasó el tiempo empezó a crecer su popularidad internacionalmente y empecé a sentir presión, y decidí desapegarme de esa presión. Fue bueno haberla hecho en 2019 porque nos permitió trabajar con más libertad. No sé cómo lo viviríamos hoy. No me animaría a volver a trabajar con otra obra de Enriquez. Los cuentos los usamos un poco como materia prima. La película no es una adaptación, es una transposición. Fue bastante fácil laburar en ese sentido porque nos apropiamos, un poco como dice (Lucrecia) Martel de Zama: se trata de transmitir qué es lo que te sucede a vos con la obra. Si uno piensa en una adaptación concreta va directo al fracaso. Es imposible competir con lo que le sucede al espectador con un libro. Creo que lo que hay que hacer es una experiencia absolutamente personal como hicimos con Benja. No trabajamos con Mariana directamente pero ella sí leyó creo que la tercera versión de guion y vio también el corte de la película. 

 

-¿Genera más presión su reconocimiento internacional o las expectativas de los lectores, teniendo en cuenta además el fanatismo que produce Enriquez, una escritora que llena teatros?

 

-Soy muy lectora también y también soy público, entonces me pienso un poco como ejemplo. Va a ser inevitable la comparación, creo que en algún punto es posible bordearla porque realmente la película está inspirada en estos cuentos. No fue intencional, surgió naturalmente; de hecho son cuentos fusionados, entonces ya de por sí sucede algo completamente nuevo. La primera versión la escribió Benja y después trabajamos juntos. No me hago tanto cargo respecto de lo que a cada uno le vaya a suceder con la película porque entiendo que hay que verla de esa manera. Apunto a que uno tiene que acercarse al cine a vivir una experiencia nueva y no lo digo como justificación. El momento que me generó muchísimos nervios fue mostrarle a Mariana el corte, más que el guion. Ella no sólo es brillante, sino que es melómana, cinéfila, mira muchas películas -cuando la vi en 2019 conectamos hablando de películas-, tiene una cultura general impresionante. Mira mucho, muchas cosas raras y mucho terror.

 

-¿Qué dijo cuando vio el corte?

 

-Mientras lo estaba viendo me escribió para decirme algo hermoso: que Silvia le parecía igual. Fue emocionante, porque los personajes no son los mismos. Me interesaba capturar la simbiosis entre ellas tres, pero no necesariamente la Natalia del cuento es la de la película. Pero Silvia sí, era una Silvia bastante adaptada a lo que nosotros entendíamos como el personaje del cuento, y es una actriz mexicana haciendo de porteña, a la que le sale muy bien el acento. Fue directo a un lugar afectivo y emocional, atravesó fronteras, y Mariana dijo "Silvia es igual, habla igual, me hace acordar a mi amiga". Le gustaba que la película fuera un coming-of-age, que retrate el pasaje de la infancia a la adultez, y que tenga un poco todos los tópicos del verano pero que nadie aprendiera nada. También le gustó cómo se contaba la crisis atravesada por la mirada de estas chicas. Nosotros estábamos convencidos de que "El carrito" era una suerte de alegoría sobre 2001, y cuando nos reunimos con ella nos comentó que era una referencia a la crisis del '89. Pero claro: la crisis que nosotros vivimos en nuestros 19 años, que es la edad de los personajes, es la de 2001. Hay algo vivencial en el relato; está muy atravesado por nuestra historia personal. Tenía ganas de contar una historia de adolescentes desde el lenguaje de cine de género, pero ubicada en ese momento de la Argentina.

-¿Cómo fue el procedimiento para basar la película en los cuentos? 

 

-Lo que inicialmente me interesaba era el relato de esas tres chicas, no diría enamoradas, aunque sí, calientes y deseantes, con un deseo muy profundo de coger. La historia de todas ellas persiguiendo a Diego. Y me parecía que la tosquera era un territorio súper interesante para trabajarlo desde lo cinematográfico, desde lo visual y el audio. Imaginar un sonido posible a ese espacio un poco liminal entre lo que habitamos como realidad y lo que podría llegar a ser paranormal. Ofrecía una materia prima para trabajar desde lo sensorial -Martel dice que el cine es una condición de percepción-. Después lo que pensamos fue transportar a este grupito de amigos de "La virgen de la tosquera" y hacerlos vivir, por decirlo de alguna forma, en la cuadra donde sucede "El carrito". Maridaba perfecto. Si bien inicialmente apareció una idea de relato episódico, eso rápidamente se desprendió. De "La virgen..." tomamos completamente el argumento, y de "El carrito", el contexto y parte de la historia. En "La virgen..." hay una suerte de sujeto colectivo como protagonista del cuento. Trabajamos con ellas tres como parte de un mismo organismo, con una simbiosis en la puesta de cámara y los encuadres, pero decidimos trabajar con un solo punto de vista, que hubiera una protagonista que transitara los dos cuentos y el espacio, que es Natalia. Entonces, esa suerte de rivalidad que existe entre las chicas y Silvia la llevamos más a una rivalidad entre Natalia y Silvia, que es un poco lo que sucede al final del cuento. Haber transpolado el punto de vista es un cambio grande porque abre todo el universo que le construimos al personaje de Natalia, su casa, su abuela... Benja laburó el guion y mi trabajo estuvo más vinculado a la propuesta estética.

 

-Benjamín viene de dirigir Puán, una película que, escrita durante el macrismo, sorprendió por premonitoria al ser estrenada, porque ponía en primer plano el vaciamiento de la universidad pública. ¿Qué sentido le das a que el contexto de La virgen... sea la Argentina de 2001?

 

-La experiencia de la filmación fue bastante siniestra. Filmamos el año pasado, en esta época, y estaba sucediendo la transición hacia este Gobierno. El Incaa estaba quedando completamente parado, la película se desfinanció, vivimos circunstancias muy complejas. Estuvo en el límite de no hacerse, porque teníamos un cóctel explosivo de muchísima inflación, de un 25 por ciento, entonces nuestro presupuesto se había desfinanciado completamente; eso mezclado con un Gobierno que después iba a arrancar una fuerte campaña de desprestigio hacia nuestro trabajo. Pudimos hacer la película porque filmamos en Mendoza, con la ley de cine provincial, y armamos el conurbano bonaerense en Mendoza. Y porque es una coproducción con España y México, que apoyaron mucho. Más allá de lo premonitorio, Argentina tiene estos ciclos difíciles. Creo que transmitimos algo que tenemos grabado en nuestra estructura emocional: el miedo a perderlo todo, a que la vida cambie de un segundo para el otro, a perder la estabilidad laboral, la de tu casa, tu grupo, que de pronto todo se desbarajuste. Fue lo que vivimos en 2001 en un momento en que éramos muy chicos. Estás en ese momento en que decís "ahora comienza la vida adulta", en términos de dejar la escuela, y volver a experimentarlo ahora... nosotros lo hicimos desde un lugar medio catártico. Me es difícil hablar de lo que va a suceder con la película cuando estrene acá. Todavía no empezó su recorrido, quiero ver un poco para tratar de entender cómo impacta. Sí puedo decir que fue muy duro y aterrador experimentar circunstancias similares pero con una violencia diferente. Hubo una violencia directamente dirigida hacia nosotros: mientras filmábamos nos pasó dos o tres veces que desde un auto nos gritaron "a laburar", "están filmando con la nuestra". Simplemente por ver trípodes y un despliegue de un par de camiones en una locación en la calle. Es una nueva forma de violencia que no había experimentado. 2001 fue una pueblada. Acá lo que tenemos es un ascenso de una ultraderecha recalcitrante que nos agredió concretamente, al igual que a la cultura y ni hablar al cine.

 

-Tampoco hay ánimos de un estallido...

 

-Es bastante novedoso lo que está sucediendo, no creo que sea parecido. La crisis en La virgen... no está puesta tan en primer plano, de una forma expositiva. Es como una suerte de demonio que genera mucha presión en Natalia. Es el cotidiano, el día a día: no vas a ver las escenas clásicas del 2001.

 

-Pasaron varios años de la idea a la concreción del proyecto. ¿Esto también fue por factores económicos?

 

-Y... la verdad que sí. Somos un poco los hijos de la crisis, como generación. Hicimos un camino de cine totalmente independiente. Tuvimos el guion y empezamos a circularlo y prácticamente toda la financiación de la película es pública. No es privada; no hay plataforma. Ojalá que nos compren ahora. Sabíamos que solamente con la financiación del INCAA no la íbamos a poder hacer, tuvimos que transitar por diferentes mercados, estuvo en el foro de coproducción de San Sebastián, nos presentamos al fondo de financiación y subsidio de México, al de España, filmamos en Mendoza. Esta película está hecha a pura ley de cine. La distribuidora Filmax en algún momento hizo un aporte y es socia, pero en su mayoría es capital público, de diferentes sistemas.

 

-¿Es una película de terror?

 

-Me interesa el género y Los que vuelven podría inscribirse en él, pero no diría que esta es una película de terror. No la quiero nombrar así porque sería una promesa que quizá después no se cumpliría. Tiene algo inclasificable que es interesante y no quisiera definirla. No es terror en sentido clásico, pero sí es una película de género fantástico inquietante y perturbadora. No es como Cuando acecha la maldad, una película de susto; es una película iniciática de adolescentes fusionada con una película de género, de horror social, y también de terror y hay violencia gráfica. Es bastante libre. Me interesaba mucho que, si bien es dura, difícil y cruda, sea pop, sexy y entretenida.

La Virgen de la tosquera.
 

 

 

El significado de Sundance


-¿Qué sentidos le das al estreno en Sundance?

 

-No selecciona tantas películas el festival, la curaduría es pequeña, entonces es mayor el orgullo. A mí me había agarrado una sensación de finitud muy grande respecto del cine argentino, entonces había pensado "no sé cuándo volveré a filmar así, voy a ir con mi intuición hasta el final". La Virgen de la tosquera es cruda. No es amorosa ni sencilla y creo que Sundance busca narrativas no convencionales y puntos de vista novedosos. Está muy focalizado en las películas más que en las estrellas y las alfombras rojas. Nosotros no tenemos figuras, son todos adolescentes desconocidos, entonces creo que está buenísimo y, además, me flashea que muchas referencias cinematográficas de la película hayan tenido su premiere en Sundance: películas norteamericanas del 2000 tipo Fargo, Perros de la calle, el cine de Harmony Korine o de Todd Solondz. Todo eso me pasa con este festival. Obvio que estoy re contenta.

 

Mariana Enriquez: "Impresiona descubrir rostros"

"Me interesa el cine de Laura, así que estoy muy contenta de que sea de ella una de las primeras películas que salen sobre material mío en esta etapa. Tuvimos unos intercambios con Laura y Benjamín sobre cosas puntuales del guion, pero las decisiones que tomaron de época y de reunir dos cuentos son de ellos, que por supuesto me parecen bien",  dice Enriquez. Para ella, el film tiene "climas muy logrados" y "la actriz protagonista es fantástica" (Oliveiro). "Las dos actrices protagonistas (ella y Echevarría), todas las chicas de la peli están súper bien", destaca. "Me encanta que sea una película protagonizada por mujeres, escrita por un varón, dirigida por una mujer, y que se haga en este momento. Sé que a la protagonista la encontraron en un casting abierto y eso también me interesó. No es una cara conocida. Eso ayuda mucho a la película. Creo que está bueno descubrir rostros, y el de ella es muy impresionante."

También se refiere a la ubicación de la historia en la crisis de 2001, la "transposición más importante". "Originalmente mis cuentos tienen algo de 2001, pero también mucho de la crisis del '89. Eso no es a favor ni en contra de la película. Es un apunte sociológico que tiene que ver con cómo se repiten las crisis y las distintas visiones que tenemos, ellos (por guionista y directora) y nosotros, como dos generaciones diferentes. No sé si generaciones, son más chicos que yo". La autora de Nuestra parte de noche está también "contenta" por la llegada del film a Sundance, algo que le resultó "inesperado".