Ayer, mientras trabajaba en esta columna, recibí un llamado de mi querida amiga Isha Escribano. No tenía noticias de ella desde al año pasado, cuando fuimos juntas a ver un show de música. Nos pusimos al día. Hablamos de dónde había recibido el año cada una y me contó lo feliz que estaba porque se había reencontrado con mucha gente que no veía desde hace años y estaba aprovechando la tranquilidad
A propósito del criminal discurso de odio en Davos
Sigo creyendo en el amor
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