Influenciado por la literatura, la música y el cine, Martín Flores Cárdenas escribió y dirigió obras que, como sucedía en Entonces bailemos y Mujer armada hombre dormido, cruzaban historias de desamor protagonizadas por una variedad de personajes. Pero hace algunos años, el autor y director comenzó a incursionar en la performance, presentándose él mismo como soporte de su propio texto. La primera fue No hay banda, experiencia que ofreció primero a sus amigos, luego a amigos de amigos y luego a público general. Próxima a cumplir 200 funciones, hoy puede verse los viernes en Casa Teatro Estudio, la sala que Flores Cárdenas tiene en Guardia Vieja 4257. Otra experiencia performática de su autoría se presenta en el mismo espacio los sábados, La fuerza de gravedad, con Laura López Moyano, actriz sobresaliente en las obras arriba mencionadas, entre muchas otras.

En No hay banda, el autor cuenta cómo fue que, invitado a participar en un festival internacional, construyó un espectáculo en tiempo record. Obligado a especificar el tema en el momento en que fue convocado telefónicamente, Flores Cárdenas (o su alter ego escénico) decidió hablar sobre la muerte de su abuelo, ocurrida ese mismo día. Desde ya que, tanto en lo que se ve en escena como en lo que el personaje cuenta, el montaje elude todos los lugares comunes imaginables.

Por su parte, en La fuerza de gravedad, luego de un prólogo que hace el propio autor, López Moyano hace la lectura a público de un texto que consiste en breves frases o situaciones en los cuales el autor se refiere, sin dar nombres, a una gran cantidad de amigos y amigas suyos. Y a partir de esa recopilación de comentarios en los que incluso hay críticas o confidencias privadas de sustancia humorística, la performance habla de los lazos evanescentes que unen entre sí a los seres o los distancian.

-¿Cómo fue decidirte a escribir en primera persona y, además, salir a escena?

-Alguien podría pensar que escribir a la medida de uno es más fácil. Y en ciertos aspectos, es así. Pero a mí, el sólo hecho de imaginar mi voz física diciendo esos textos o pensar en mi cuerpo en escena me puso de cara a otras dificultades, nuevas. Pero me pareció que esa era la única forma en la que me interesaba llevarla a cabo.

-Si pienso en otras obras de tu autoría pienso en una serie de historias que cuentan con muchos protagonistas…

-De todas formas algo de eso prevalece, creo. Si bien es un solo cuerpo, hay una voz que se multiplica: la voz hablada o dicha es diferente a la leída o a la grabada… Hay una voz utópica, sin cuerpo físico o aparente, más solemne… En La Fuerza… creo que la voz y el cuerpo del autor se multiplican a través de Laura. O a través de ella primero y de mis amigos, después.

-¿En qué creés que puede consistir ese disfrute extra que suele experimentar el espectador frente a una historia que, según le aseguran, sucedió realmente?

-Está buena la pregunta. A mí me resulta interesante pensar cuál es el atractivo, no de que sea basado en algo real sino de que sea presentado de esa manera. Cuando una obra aclara eso se me hace hasta divertido imaginar la relación dialéctica entre esa obra y los supuestos hechos o protagonistas reales.

-¿Te suelen preguntar si es cierto lo que se cuenta en No hay banda?

-Sí, pero yo trato de no pronunciarme. Justamente porque la obra se propone pensar o preguntarse sobre “lo real“, algo que se está volviendo cada vez más perturbador e inasible.

-¿Quisiste referirte a David Lynch con el título de No hay banda? (El nombre es el mismo del primer álbum del grupo noruego Audrey Horne, inspirado en Mulholland Drive, película del cineasta de 2001)

-El cine de Lynch me inspiró a mí y a muchos y va a seguir inspirando a otros. Hay una escena o, vamos a decir, una “situación homenaje“ a Lynch dentro de la obra. El título es una manera de volver evidente la referencia, de blanquearlo.

-La fuerza de gravedad contiene tantos ejemplos particulares sobre la amistad, que parece un ejemplo del método casuístico para analizar el tema, ¿Cuál fue el disparador?

-Hacía tiempo que quería hacer una obra sobre mis amigos. Me terminó de convencer una situación con Laura, en particular: estábamos distanciados y este proyecto hizo ese acercamiento posible, tanto durante el proceso como luego a través de la obra. Aún así, más allá del vínculo en particular con ella, el trabajo me permitió y permite pensar mi forma de practicar la amistad, de pensar esos vínculos.

-¿Cómo se va renovando, en general, la forma de hacer teatro?

-En lo personal, tener una sala me cambió la manera de ver y hacer teatro. Y me resulta muy difícil no ligar este desplazamiento en el teatro a ciertos conceptos propios de la filosofía de género, instalados en la calle y en los medios durante los últimos tiempos por el movimiento feminista. Estoy hablando del concepto de deconstrucción, una palabra que ya casi nos parece vieja por la velocidad a la que va todo ahora.

-¿Cómo se produjo ese cambio?

-Desde que se instaló para acá fueron apareciendo cada vez más obras que proponían distintas formas de deconstrucción del hecho teatral. Y lo que sea que viene pasando en las artes escénicas de Buenos Aires es posible gracias a que hay un público acompañando ese movimiento. Compuesto por gente que hacemos teatro pero también artistas de otras disciplinas, medios, periodistas, docentes, estudiantes, teóricos, gente que difunde, público que apoya y contagia. Y eso da la posibilidad de seguir pensando juntos, de profundizar esa apertura que empezó hace algunos años y se viene propagando.

*No hay banda , viernes 20:30 hs.

*La Fuerza de la Gravedad, sábados 20 hs. En Casa Teatro Estudio (Guardia Vieja 4257).