“Pasolini está muerto/ ducha de pétalos, desfloradas muchachas en flor”. Estos versos, incluidos en el último de los poemas/canciones que sonaron en el Ópera, vienen de uno de los poemas de Babel, aquel libro con el que, allá lejos y hace tiempo, Anagrama presentó a Patti Smith en toda su gloria ante lectores/rockeros hispanoparlantes, en traducción nada menos que de Antonio Escohotado. No es de extrañar que haya sido de lo mejor de una noche en la que la cantante hizo buen uso de la adoración que le profesa su público para convocar el hechizo de una velada de recitados que se puede calificar sin dudas como única. Qué otro artista llena un teatro de sus seguidores no para escuchar las canciones por las cuales la siguen, sino simplemente por su presencia y su voz, bebiéndola lentamente, nutriéndose de sonidos que solo después, si tienen suerte, sabrán cabalmente qué significan.
Abismos de la traducción aparte, se supone que eso es lo que tiene que suceder en una buena noche: el disfrute presente, la bebida. Y después la metabolización de ese largo trago al dia siguiente, o durante el tiempo que persista en mantenerse en presente eso que ha pasado, el placer que se sigue paladeando, la emoción que regresa, y también las preguntas y -por suerte o por desgracia- las respuestas. En la puerta del Opera, la mayoría de los que habían respondido casi sin pensarlo en una noche de lunes a la presencia de su artista preferida, hablaban solo de dos cosas: del precio de las entradas, y de qué sería lo que iban a ver esa noche ya que, hasta esa espera previa con el ticket en sus manos, eso había sido lo de menos. Parafraseando a Charly: esa noche tocaba Patti, no se lo querían perder.
Lo que tocó Patti es un proyecto que lleva adelante con Soundwalk Collective, un colectivo artístico que viene trabajando hace más de una década con varias voces y artistas. El show del Opera fue casi el mismo que realizó el sábado en Santiago de Chile, y que repetirá en un par de fechas en Brasil (si es que la persistente tos que no hubo taza de té que pudiera parar se lo permite), basado en cuatro largos poemas/canciones que Patti recita -y a veces, cuando corresponde, canta-, acompañada por un grupo integrado por un par de músicos frente a un par de laptops, una cellista y un percusionista con un set que ocupa casi medio escenario.
Pero su acompañante mas importante en escena son unas impactantes visuales, que junto a la imponente letanía de la voz de la cantante, hicieron de la noche un auténtico viaje, presenciado por un teatro hipnotizado, atento y en silencio. De los cuatro poemas/canciones, los dos primeros trataban de contaminacion y ecología, y es posible que el interés de sus fans más rockers -una vez acomodado a las particularidades y maravillas de la puesta en escena- haya ido mermando con el paso del tiempo, mantenido quizás por la anticipación ante cada hoja que una vez leída Patti dejaba caer con encantadora gracia, y algunos detalles de la instrumentación, como el ruido de vidrio pisado que realizó el percusionista pisando, justamente, vidrios; o cuando uno de los músicos dejó su laptop de lado para tomar martillo y cincel y dedicarse a picar una enorme barra de hielo que se ubicó en el escenario.
De hecho, para el segundo largo poema, después de tanto océano, ballena y delfín se empezó a extrañar a la Patti de los comienzos, fascinada por los laberintos de lo oscuro y no tanto por la supervivencia. La respuesta llegó para la segunda mitad del recital, con dos fascinantes poemas en los que el tono cambia, dedicados a Medea y a Pasolini, este último incluyendo partes de aquellos comienzos añorados (el poema original se titula “Italia (el asalto)” está dedicado en el libro a Pasolini, y prácticamente abre la primera sección, titulada “Radio Babel”). Patti encarnó también otra clase de personaje declamatorio, cercano a lo teatral, y hasta la tos persistente que la hacía lucir frágil -y por la que pidió disculpas- pasó a formar parte de su recitado. Ambos están subidos a las redes desde hace mas o menos un año, por lo que resulta injustificable que no se hayan traducido para el show: ya sea entregando versiones traducidas con el programa o utilizando un dispositivo de subtitulado, como en los festivales de cine.
La referencia inmediata a lo que hizo Patti es lo que se le ha visto hacer a Laurie Anderson las varias veces que pasó por Buenos Aires. Ella también llenó teatros para escucharla recitar, pero la diferencia es que su público iba a ver justamente eso. Y Laurie trabaja más que nada con la inteligencia, y quien la escucha se siente más inteligente. Patti trabaja más con la emocion, y es difícil que la emoción pueda realizar ese mismo truco sin dejar al espectador afuera. Pero no hubo tiempo de ponerse a pesar en eso, porque Pasolini se comió el final del recital con su ritmo feroz, las visuales con Willem Dafoe filmado por Abel Ferrara, y Patti dándole por un momento la espalda a la platea para arengar a sus músicos pidiendo que toquen más y más fuerte.
La tos que no se fue hizo temer por un bis que prometía canciones, pero la Smith es animal de escenario, y volvió para cantar a capella. El cierre fue con un clásico, tal vez su tema más conocido, "Because the Night", que hizo cantar a un público que no necesitaba que se lo pidieran demasiado después de mantenerse tanto tiempo en silencio. Y asi fue como una señora de 78 años, que lució frágil entrando al escenario pero se retiró enorme, dejó ir a un público que se fue maravillado, rumiando una noche que mantendrán cerca para irla desmigajando de a poco, hasta la próxima vez que la Patti los convoque. Porque con esta clase de héroes de verdad, su Pattiseñal funciona al revés que en la ficción. Ellos son los que encienden la luz. Y allá vamos.