“Perdón por mi cof, cof”, se excusó en español Patti Smith, previo al bis, a causa de la tos que la acompañó a lo largo de su actuación. Ni siquiera el té de jengibre que sorbía de tanto en tanto pudo mermarla. Durante la gira que nuevamente la trajo a Buenos Aires en la noche del lunes, la cosa escaló. Los síntomas de su afección comenzaron en Colombia, se expandieron en Chile y se agudizaron en la capital argentina (aún le resta Brasil). Si bien supo patentar un temperamento empoderado que inspiró a generaciones de público, detrás de eso hubo una infancia enfermiza. Patti nació con neumonía bronquial, sucedida por una tuberculosis y la escarlatina. Hasta los 20 luchó por su supervivencia, siempre con el amparo de su madre. Y justo fue por eso que decidió que no iba a tirar su vida a la basura.

Desde entonces se dedicó a celebrar al arte propio y ajeno porque “magnifica su vida”. Tal como lo demostró en el Teatro Ópera, una vez más. Tras venir a la ciudad como cantante, poeta y militante, la legendaria artista mostró en esta ocasión la veta que desató una de las trayectorias más fecundas de la cultura popular contemporánea occidental. Antes de instalarse en el Hotel Chelsea, Smith arrancó en la performance. Primero en las calles de París, y más tarde mientras se hacía un lugar en la escena musical neoyorquina de comienzos de los años 70. Correspondences es el nombre de la obra en la que la estadounidense juntó fuerzas con Soundwalk Collective para generar un laboratorio artístico que reflexiona acerca del impacto devastador del hombre en la naturaleza.

Hace 10 años, el investigador artístico francés Stéphan Crasneanscki empezó a documentar de manera filmográfica la extinción de especies animales y la destrucción de hábitats naturales, y se lo mostró a Smith en un vuelo en el que coincidieron. A partir de ese momento, como si se tratara de correspondencias a la vieja usanza, fueron afinando el proyecto hasta convertirlo en una serie de cortometrajes, con sus respectivas bandas de sonido, a la que la reina del punk le aportó su cosmogonía poética. Pero la experiencia no se limita lo que sucede en escena. Previo a que se apagaran las luces de la sala, en la inmensa pantalla que colgaba en el fondo del tablado un texto invitaba al público a que enviara los videos que grabara con su teléfono, con la intención de generar un collage colectivo.

Cuando la reconocida chelista británica Lucy Railton y el percusionista mexicano Diego Espinosa Cruz González (de notable actuación) se ubicaron en sus lugares, los integrantes de Soundwalk Collective les secundaron acompañando a Smith hasta el centro del escenario. Y la figura de 78 años introdujo la primera de las seis piezas que presentaron: “Ésta se encuentra dedicada a Chernóbil”. Justamente “Chernobyl” se llama la obra, en la que una secuencia de pájaros disecados dio pie para que la nativa de Chicago recitara: “Atrapados en tus abrigos negros barriendo el tiempo, barriendo el tiempo en el bosque rojo, emergiendo para enfrentar el día rosa con yodo. Mojada, desaliñada, una nuez desaparecida adornada en flores radiactivas radiantes, siguiendo un rastro que de alguna manera sabía”.

En tanto eso sucedía, el Collective introducía al espectador en esa distopía: Crasneanscki recreaba las grabaciones de campo que realizó, al tiempo que el italiano Simone Merli desataba los climas con su sintetizador. El sonido selvático decantó en uno étnico, mientras caía una especie de lluvia roja en la pantalla. Ahí ella enumeraba: “Plutonio 239, protones 94, neutrones 145”. De pronto, una manada de lobos en la nieve se abrió paso de entre ese paisaje apocalíptico, dando inicio al segundo acto: “Prince of Anarchy”, en el que Crasneanscki salió al frente para rasgar un bloque de hielo con una piqueta. Y Smith versaba: “En el pasado, las manadas salvajes migraban hacia aquí y dejaban huellas de manos en la tierra helada. Ahora sus raíces migratorias han cambiado.”

En varias instancias del espectáculo, la fuerza del texto (en su magnitud) era tan potente que se extendía hacia los brazos de la artista, quien los agitaba para exorcizar esa encarnación vívida del bramido. Lo que potenciaba además con pasajes cantados, de la misma forma que lo hacen los pastores protestantes. A propósito de esto, y luego de que la deforestación tuviera una advertencia más en “Cry of Lost”, la religión y la fe también tuvieron un peso preponderante en “Correspondences”. “Y la sangre de su mente quedó manchada en las paredes, todo su ser negado. Las palabras y el dedo del Señor”, espetó Patti Smith en “The Acolyte, The Artist and The Nature”, para que el percusionista reforzara la imagen al hacer repicar las campanas que colgaban a su lado.

A continuación, sucedió el clímax, cuando la religión transicionó hacia la tragedia de Eurípides, en la que el mundo mágico y el racional chocan. Lo que bien supo traducir el director de cine italiano Pier Paolo Pasolini en su película Medea (1969), que en esta oportunidad fue gentrificada en la performance en beneficio de la dialéctica entre la poesía visual y la recitada. “¿Te acuerdas de mí? Vengo del mar más negro con el corazón más oscuro y el vellón ardiente ¿Te acuerdas de mí?”, declamaba la cantante y compositora en “Medea”, con María Callas (protagonista del film) apareciendo en primer plano. Alternando el recorrido con fundidos con manchas de colores, el uso del negativo fotográfico, el recorte de escenas y la invocación de frecuencias radiales para causar una sensación psicodélica.

Para terminar de darle coherencia al relato, el director italiano tuvo su momento estelar en "Pasolini", con Willem Dafoe en la pantalla poniéndose en su pellejo en la cinta homónima. “Entro en un salón de baile lleno de cámaras de película de gran tamaño que disparan en la curva de una salida. No hay salida. Estamos solos”, versó Smith en clave de electrónica. Entonces el atril que usó para leer se quedó sin páginas, lo que anunció el final de un show brillante e invocó la ovación. Sin embargo, este símbolo de la contemporaneidad, pese a su tos, volvió para cantar a capela “Wing” (apoyada por imágenes de El Evangelio según San Mateo, de Pasolini) y “Because the Night”, en la que le pidió al público que se pusiera de pie y acompañara con voces y aplausos. Y es que como dice el hit: esto fue “demasiado real para sentirlo".