El femicidio es un tipo penal que se incorporó a nuestro Código por una sencilla razón: la cantidad de casos. El homicidio es un delito penado por la ley, va de suyo que cualquier victimario/a de homicidio debe ser condenado, pero el agravante “Femicidio” radica en el móvil del delito: la condición de mujer. En este sentido, cualquier persona que acceda a una causa de femicidio se dará cuenta que en el mayor porcentaje la víctima fue, antes de ser asesinada, víctima de algún tipo de violencia machista. Esto es así y es totalmente corroborable, así como que las preferencias sexuales no determinan que alguien pueda o no ser pedófilo.
Es escalofriante tener que volver a aclararlo, pero lo único real es el presente. El único tiempo del que somos dueños es el aquí y ahora. Si bien a priori esto nada tendría que ver con la política, Javier Milei y la ideología de género, jugar un poco con esa “ilusión del tiempo” puede ayudar a acercarse a (no) entender un poco lo que nos está pasando como sociedad.
Resulta interesante trasladarse mentalmente a diciembre de 2019. Luego de un año de mucho despertar, con la denuncia de Thelma Fardin a Juan Darthes (ya condenado internacionalmente por abuso sexual) como impulso, se sanciónó la ley que permite la interrupción voluntaria del embarazo, medida que contó con un apoyo masivo en las calles. Es extraño imaginar qué hubiésen pensando aquellos y aquellas miles que se movilizaron si les dijeran que, sólo cinco años después, el Presidente iba a estar diciendo cosas como: “La ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos, por lo tanto quiero saber quién avala esos comportamientos”.
Todo este ejercicio, un tanto difícil de hacer, más aún propuesto por escrito y asincrónicamente, se torna fundamental para encarar el análisis y delinear algunos principios de conclusiones, que fueron alcanzadas previamente por personas indiscutiblemente formadas. “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”, escribió Simone de Beauvoir. No es casualidad. Es causalidad. La cuestión es qué se hace con eso.
Es evidente que existe una estrategia milenaria: la de distraernos de lo importante posando sobre la mesa cuestiones ideológicas que nos dividan, para seguir -valga la redundancia- dividiéndonos. Y además ganando tiempo para ver si la cosa (económica) se acomoda. Así y todo, esto nos demuestra que gran parte de las cosas que creíamos que ocupaban un pensamiento hegemónico en nuestra sociedad, sólo pertenecen a un porcentaje. Si bien las últimas encuestas demuestran que somos más las y los que estamos a favor de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBYQ+ en nuestro país, resulta imprudente negar que hay muchísimas personas que quieren oír lo que dijo Milei. Admitirlo es el primer paso para entender lo que nos falta como sociedad. De lo contrario, sólo seguiremos aportando a este “Boca-River”, que con este y otros temas, nos llevará a naufragar entre mareas completamente opuestas, con pocos años de diferencia entre unas y otras.
Si bien la llegada de Internet, redes sociales y stream a priori logró que “tengamos más espacios donde hacer escuchar nuestras voces”, la realidad es que esto acarreó una brutal profundización de la liquidez, en los términos de Zygmunt Bauman, que aplica a vínculos, consumo, trabajo y conciencia. Hoy los pibes y las pibas se informan por Tik Tok, y si bien es cierto que hay cosas que se pueden explicar de manera correcta en 15 o 30 segundos, no caben dudas que también eso allana el terreno para quienes quieren implantar una idea falsa, trucha, mal armada y mentirosa.
Donde entran pocos datos, se transmiten más emociones y con eso, en definitiva, empatizamos. La emoción de la bronca y la violencia disfrazada de ocurrencias casi chistosas, fueron y son claves a la hora de entender por qué dirigentes disruptivos de valores polémicos son hoy líderes mundiales. La herramienta no es mala en sí misma, pero su mal uso fomenta la priorización de la inmediatez por sobre lo certero. Y eso no sólo es malo, sino peligroso. Un peligro dotado de una escalofriante actualidad, que debemos reconocer y utilizarlo para comunicar las razones que nos impulsan a creer, trabajar y transmitir lo contrario.
Detrás de la figura de “femicidio” hay, literalmente, más de 300 mujeres asesinadas por año, y detrás de las acusaciones de pedofilia hay miles de parejas homosexuales con mucho amor para dar -con lo que falta-. ¿Cómo se cuenta eso en un reel sin que parezca un golpe bajo? Quizás suene naif, pero a la mayoría nos conmovería. Somos humanos, no inteligencia artificial, y no siempre sentimos como somos.
En ese sentido, es innegable que casi todas las cosas que dijo Milei en Davos son totalmente vagas y distorsivas de la realidad. Y más: es tan perverso que dijo frases con las que cualquier ser humano de bien, en principio, estaría de acuerdo. Es allí donde radica la trampa y la punta del ovillo del debemos tirar para poner blanco sobre negro.
Así, en esta oportunidad dijo cosas como: “Llegamos al punto de normalizar que en muchos países supuestamente civilizados si uno mata a la mujer se llama femicidio, y eso conlleva una pena más grave que si uno mata a un hombre, sólo por el sexo de la víctima” o “Hay que terminar con cualquier normativa preferencial ante la ley”. Así es como arma su razonamiento basado en lo que algunos quieren oír: una dosis de sentido común, otra de mentiras burdas, unas pizcas de confusión y listo. En el medio, el pueblo argentino oscila entre horrorizarse, responderle, preocuparse por la crisis económica y no encontrar una oposición a la altura de semejante disparate.
En este berenjenal hay muchos que sólo quieren oír “no más derechos para las minorías” y “no más perspectiva de género”, pero no son la mayoría. Tenemos un pueblo despierto, le digamos o no “woke”. Quienes trabajamos desde distintos ámbitos para aportar a la concientización y la verdadera igualdad ante la ley, sabemos que jamás algo será sencillo, y que el péndulo de la sociedad nos lleva, indefectiblemente, a que haya épocas donde estas aclaraciones, estas aparentes vueltas a foja cero, sean la única alternativa que nos quede para seguir solidificando las bases de un mundo y país más habitable.
Está en nosotros descular qué haremos con eso, cómo logramos construir las condiciones de posibilidad, aprendiendo de nuestros errores y entendiendo que el pueblo jamás se equivoca. Aunque sabemos que gran parte de ello estará definido por el devenir de las políticas económicas, aportar claridad, dar ejemplos y tener paciencia para ser parte de la construcción de un sentido común más crítico, será la única manera de afrontar la realidad, al menos en lo que a estos temas respecta. Y lo intentaremos con las mejores herramientas: las posibles. De lo contrario, leernos entre nosotros mismos nos dejará, nuevamente, lejos de la única verdad: el presente.
La autora es abogada especialista en cuestiones de género.