Alrededor de nueve mil familias dependen de la industria curtidora argentina. Siete mil de ellas son bonaerenses, ya que en su mayoría los establecimientos se asientan en los distritos de Avellaneda y Lanús. El número es mucho mayor su se agregan las industrias del calzado, marroquinería y guantería, también amenazadas. 

Todo ese universo está al borde del colapso por la reciente medida que lleva la firma del ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, que elimina las retenciones a la exportación de cueros sin tratar.

Se trata del Anexo I del decreto 38/2025, con fecha del pasado lunes 27, que establece el arancel cero para exportación para los cueros bovinos frescos, salados, secos, curtidos al cromo (wet blue) y preparados después de su curtido. 

El decreto rompe un statu quo de medio siglo, que permitió el desarrollo de la industria curtidora, así como de la marroquinera, calzado y demás derivados del cuero. Ahora, en cambio, las curtiembres deberán pagar su principal insumo a precio internacional, lo que en un contexto de contracción de la demanda y apertura de importaciones termina de conformar un combo letal para toda esa cadena industrial.

La decisión de Sturzenegger es muy similar a la que liberó la exportación de chatarra, materia prima de las industrias metalúrgica y siderúrgica, agravando los problemas de competitividad que el sector ya tiene por la política cambiaria del gobierno. 

Si esta última decisión generó el enojo del principal empresario del sector, el italoargentino Paolo Rocca, titular del Grupo Techint, la reciente liberación del comercio de cueros puso en guardia tanto al Sindicato de Obreros Curtidores (SOCRA) como a la Cámara de la Industria Curtidora Argentina (CICA), que trabajan en la elaboración de una estrategia conjunta para defender su actividad.

"A fines del gobierno anterior planteamos que las retenciones estaban bajas porque China se había puesto más agresiva en su compra y se estaba llevando todo", recuerda el secretario general de Curtidores, el varelense Gabriel Navarrete. "Ahora vamos exactamente para el lado inverso. Como está planteado, es el fin de la industria curtidora en el país", asegura ante la consulta de Buenos Aires/12.

Para Navarrete no es casual que la medida se haya anunciado en enero, cuando muchas empresas están cerradas y sus trabajadores descansando. "En marzo, abril a más tardar, se van a ver las consecuencias de esta medida en toda su dimensión", pronostica el dirigente sindical.

A la vez, avisa que los problemas ya comenzaron. "La curtiembre Gibraltar, de Avellaneda, propiedad de la familia Espósito, no reabrió después de las vacaciones. Hay 33 puestos de trabajo en esa empresa, que corren peligro. Ahora", subraya. 

Navarrete atraviesa días de mucha actividad, habla con los trabajadores y también con los empresarios, que son igualmente conscientes del drama que se avecina. "La industria marroquinera está compuesta en su mayoría por talleres de diez o quince trabajadores. Si China se lleva el cuero y después te vende el producto terminado, ¿qué chance tienen esas pymes de competir contra un gigante?", pregunta.

El cuero que se exporta, lleva un proceso mínimo, que consiste en salarlo después de la faena y secarlo durante un mes aproximadamente. El curtido, en cambio, implica una serie de procesos más largos y complejos, que van desde sacarle el pelo a tratarlo en piletas con distintos productos químicos. Todo eso es lo que va a perderse si Sturzenegger se sale con la suya. "La medida ya salió en el boletín oficial y está vigente", explica Navarrete, visiblemente preocupado.

"Las retenciones no sólo desacoplan el precio nacional del internacional. Tienen otra función, que es la de desalentar la exportación de materias primas sin valor agregado y fomentar la industrialización", explica a Buenos Aires/12 Mayra Blanco, ex titular de la Comisión Nacional de Comercio Exterior hasta diciembre de 2023.

Al anunciar la medida, el ministro tuiteó: "Las curtiembres, que son las que procesan el cuero, no quieren que se pueda exportar el cuero para que el precio local sea el más bajo posible. Los frigoríficos, para los que el cuero es una fuente de ingreso adicional, que puede llegar a ser 5 por ciento del precio del novillo, obviamente quieren que sí. Que el cuero valga más para los frigoríficos beneficia a los consumidores y abarata la carne". 

Para Blanco, docente de la UBA y economista del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), "la medida es parte de una agenda antiindustrial. Y la idea de que como los frigoríficos van a tener otra fuente de ingresos la carne va a bajar es poco creíble, nunca ocurrió algo así". En resumen, es poco probable que la predicción del ministro se cumpla, pero cuando esa comprobación ocurra, la industria ya estará malherida.

Problemas en el calzado

La industria del calzado se subdivide básicamente en dos grandes mercados. Uno de calzado deportivo, intensivo en tecnología y capital, donde juegan también China, Tailandia y Vietnam y el de calzado tradicional, de cuero, llamado en la jerga "zapato marrón". 

Este último, en el que Argentina tenía ventajas competitivas, se achica año a año, producto de los cambios globales en la moda y tendencias de consumo pero, a diferencia del otro, parecía a salvo. Hasta ahora.  

Durante 2022 y 2023, ambos sectores trabajaron conjuntamente para lograr un régimen de promoción de la actividad, a partir de un borrador conjuntamente elaborado por el sindicato Uticra y la Cámara de la Industria del Calzado (CIC).  

El proyecto buscaba el desarrollo de algunos proveedores intermedios, considerando que Argentina tenía (tiene), las dos puntas: acceso al cuero y tecnología de punta para procesarlo. 

El objetivo final era, en vez de demandar dólares para importar bienes intermedios, generarlos a través de la exportación de pares terminados. El proyecto logró media sanción de diputados pero se trabó en senadores justo antes del balotaje.

La apertura indiscriminada de exportaciones volvió a poner en jaque a esa industria, como ocurrió entre 2017 y 2019. El ejemplo más reciente en la fábrica Dass, proveedora de Adidas, en Coronel Suárez, que cierra y deja más de 300 personas en la calle. 

"A Adidas le importa vender en Argentina, no fabricar. Fabrica donde le resulta más barato. Esa es la diferencia entre una empresa extranjera y una nacional. Nosotros nos jugamos la supervivencia", explica uno de los impulsores del proyecto fallido.