El gobierno de Milei plantea un neocolonialismo inconcebible sin apelar a la categoría de cipayo. El colonialismo fue desestimado por los países centrales debido a las dificultades y los costos que implicaba la gestión de las colonias. Ahora, en cambio, el neocolonialismo “libertario” ni siquiera simula algún interés nacional. De ese modo, resulta tentador y conveniente acceder a colonizar los recursos de un país que se regala.

Se trata de un gobierno sostenido en la ola comunicacional comandada por los trolls de la web y más aún: el presidente mismo es un troll (o al menos se comporta como tal).

Su última “trolleada” notable no partió de la web sino de un evento presencial: el Foro de Davos, una plataforma internacional de máxima exposición global. Allí, el troll presidencial dijo, por medio de la extrapolación de un ejemplo a lo general, que los homosexuales “son pedófilos”. Las repercusiones no se hicieron esperar.

Este gobierno aumenta exponencialmente la emisión de moneda, pero el troll dice que no lo hace. Los jubilados cobran cada vez menos, pero el troll dice que las jubilaciones “vuelan en dólares”. Este troll dice que los femicidios no existen, que la violencia contra las mujeres es un cuento y que los homosexuales son pedófilos. El troll miente su letrina cotidiana.

El trolling mentiroso que no cesa, despiadado, recorta la figura del mal situado en categorías sociales específicas: los “zurdos de mierda”, la comunidad LGBTQ+. El hater trolling, el discurso de odio viralizado por las redes constituye la táctica comunicacional del gobierno neocolonial. La estrategia consiste en situar el Mal, el enemigo, en grupos sociales específicos para, de ese modo, volver verosímil la posibilidad de eliminarlo.

El troll presidencial barrita: “zurdos de mierda, los iremos a buscar”; “los homosexuales son pedófilos”. Amenaza y dice estupideces. ¿Podremos llamar a las cosas por su nombre? Si sí, entonces pongámoslo negro sobre blanco: quien ocupa la presidencia es un troll que miente y dice estupideces.

El gobierno, por su economía política, es neocolonial (me explayé al respecto en el artículo “La perversión argentina”, publicado en este mismo diario el 16 de enero pasado). Por su táctica y su estrategia comunicacional es fascista.

La batalla cultural

El trolling oficial invade las redes con lo que han dado en llamar, apoyados en la ola internacional de extrema derecha, campaña “anti-wokismo”. Nancy Fraser, en Capitalismo caníbal, ha analizado las características de los últimos gobiernos de Estados Unidos teniendo en cuenta la discordancia entre las políticas sociales y las económicas. Nunca se hubiera imaginado la combinación entre “Libertarianismo” (versión vernácula de liberalismo trucho) con neocolonialismo.

Este pseudoliberalismo, minarquismo de extrema derecha, combinado con macartismo extemporáneo y trolling “anti-woke” que utiliza como herramienta comunicacional las argucias de Steve Bannon explicadas extensamente por Giuliano Da Empoli en Los ingenieros del caos, da como resultado un gobierno neocolonial y fascista.

Este gobierno llama “batalla cultural”, en una lectura idiosincrásica de Gramsci, a la construcción de una hegemonía centralizada desde las redes a partir de un análisis de la Big Data. Sin escrúpulos de ningún tipo, los enemigos son “los zurdos de mierda” y, en particular hoy, las y los homosexuales, la comunidad LGBTQ+.

Por eso, este sábado próximo, 1° de febrero, los argentinos de bien participaremos de una Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antiracista, desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo.

Vamos a decirle al Virrey Milei que no estamos de acuerdo con su gobierno neocolonial y fascista.

Martín Alomo es psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Psicología Clínica. Docente del Doctorado en Psicología y de la Maestría en Psicoanálisis (UBA). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020).