El significante «crisis» es ahora parte de la lengua común. En el sentido psicoanalítico, una crisis se articula en torno a la dimensión de la urgencia subjetiva, donde la angustia está en primer plano, y el concepto de acto. El acting out es una demostración dirigida al Otro de un goce desconocido para el sujeto en sí. 

El pasaje al acto es el rechazo del inconsciente; es "un ¡No! pronunciada al Otro"; es el caso del paso al acto suicida, con el riesgo de perder la vida. 

El acto hace efracción, hace perder toda la orientación, aturde al sujeto y a quienes lo rodean. Es el momento en que el discurso, las palabras, los ritos, la rutina, todo el aparato simbólico se muestra de repente impotente para atemperar un real que hace lo que le da la gana, que está desatado y es imposible de controlar. 

De este modo, el acto hace un corte: lo que fue ya no es, y lo que será aún no es.

Así, la crisis asocia en la urgencia la idea de peligro y oportunidad, la de abrirse a algo nuevo; esta es su paradoja. 

Es, por tanto, un momento al que, desde el punto de vista del psicoanálisis, debemos dar todo su valor. Esto sobre los planos clínico, ético y político.

La experiencia analítica enseña a los propios analistas y a los analizantes que, antes del comienzo del análisis, la función psicoanalítica tiene que ver con la urgencia subjetiva.

Esta es la modulación temporal que responde al advenimiento o inserción de un traumatismo, es la emergencia de lo que hace un agujero en la representación, una experiencia enigmática de goce.

O empuja al sujeto angustiado hacia una trascendencia a través de la palabra; o bien lo precipita en el acto como un llamado al Otro, o incluso en el pasaje al acto, como separación del Otro.

La urgencia subjetiva nos recuerda que el inconsciente es primero real, el efecto insensible de la percusión de la materia lenguajera sobre el cuerpo, antes de la aparición del sujeto de la palabra. Hace un agujero. 

El troumatismo es, por tanto, una parte estructural del parlêtre. Para cada sujeto, de hecho, el cuerpo viviente es el cuerpo afectado por el goce. 

El aparataje por el sistema lenguajero es la defensa que le sirve para cernir, para bordear algo de este trauma inaccesible. Esta defensa se ve perturbada cuando un acontecimiento contingente resuena en lo más profundo de su ser, y hace insoportable el dolor de existir.

Es el caso del sujeto neurótico cuando, al perder brutalmente la seguridad que deriva de su fantasma inconsciente, se vuelve angustiado. 

Este es el caso cuando el precario aparato simbólico de un sujeto amenaza con colapsar. Incluso en el caso del sujeto sin defensa, cuando en las psicosis, "la exterioridad del significante y del goce es llevada a su última consecuencia. El goce es abandonado a sí mismo, rechazado del lenguaje y, excluido de lo simbólico, hace retorno en lo real".

Frente a este momento subjetivo, ¿debe haber psicoanalistas presentes en acción en el tejido social? ¡Y ese psicoanalista que responda por ello! De manera diferente y siempre singular según la forma en que se presente la crisis. 

Del psicoanalista a quien su deseo en acción pone a disposición para captar su urgencia: "¿Cuándo puede venir? ¡Venga! o: "¡Ahí voy!" ". 

Apostemos a que la enseñanza y la práctica de Lacan han dejado una huella duradera, y que la orientación del psicoanálisis hacia la realidad está trabajando para mantenerla viva.

*Psicoanalista Blog Psicoanálisis Lacaniano 26/1/2025.